Es indignante que lleguemos al fin de año con deudas pero es que… “somos un pueblo aguantador”.
Algo debe de tener esta fecha en particular, la época invernal, el constante convivio con amigos y familiares, la reflexión espiritual en el caso de las personas religiosas y la cercanía cada vez más inminente del fin de año, que a todos nos da por cavilar acerca de nuestras vidas, nuestros errores, nuestros anhelos y las cosas que hemos dejado en el camino.
Personalmente, huyo todo el mes de mis propios pensamientos que al parecer no están dispuestos a rendirse y esperan agazapados el momento de atacarme, a veces son amables, a veces muy duros, no hay forma de evadirlos, y creo que es la energía de la temporada la que potencializa nuestras emociones.
25 de Diciembre, 09:00 horas, salí a caminar. Como no tuve fiesta, no tengo el problema de la desvelada, ni de las visitas o los compromisos.
Coyoacán, la delegación más bonita de la CDMX y en la que tengo la gran fortuna de vivir, empieza a despertar. Las calles que pensé estarían completamente vacías, comienzan poco a poco a llenarse de vida. Para mi sorpresa, varios comercios están abriendo sus puertas, vendedores disponen su mercancía, taxis, cafeterías, farmacias, tiendas de conveniencia, policías.
El personal de limpieza sale a trabajar como si fuera cualquier día, los encargados atienden alegres sus mostradores, buscan la venta, los restaurantes ofrecen sus mesas y menús a los visitantes que poco a poco empiezan a llenar las calles. Ya se ven algunas familias caminando, los papás pagando las facturas de sus excesos de anoche; soportan estoicamente las caras de enojo de sus esposas mientras pasean con sus hijos que lucen felices los regalos que seguramente amanecieron bajo su árbol de Navidad esa mañana; abuelitas caminan felices con sus capas nuevas; parejas de novios se encuentran con la certeza de que este es el día más especial del año.
Mis dedos inconscientemente se mueven como queriendo escribir, formando palabras sueltas dentro de los bolsillos de mi chamarra. No veo el momento de volver a mi casa para sentarme frente al teclado –mi viejo y fiel amante– y empezar a plasmar en letras todo lo que estoy pensando.
Los sentimientos surgidos después de mi breve análisis social son bonitos pero también siento un cierto coraje. Me molesta mucho que en otros países se nos tache de flojos, que nuestra imagen haya sido tan lastimada al grado de considerarnos un pueblo de gente mediocre y ventajosa. Cuántas veces escuché en esas conversaciones de cafetería “fresa”, o salón de belleza, o en casa de la tía amargada que “el mexicano es flojo”, que “tenemos el gobierno que nos merecemos”.
Por lo general, la gente que hace ese tipo de comentarios es gente que jamás trabajó, ni supo nunca lo que era salir a buscar el sustento para sus familias.
Me parece tan injusto que tengamos que vivir de rodillas frente a este gobierno que abusa y que no deja de exprimirnos. Éste fue un año particularmente difícil: desastres naturales, accidentes, muertes, tragedias nacionales, asesinatos, fraudes… No sé los demás, pero yo siento las cosas cada vez más personales, cada vez más hirientes y ofensivas. No creo que seamos un país de gente floja, todo lo contrario, me consta, lo vivo cada día, salimos a trabajar, nunca nos quedamos de brazos cruzados, siempre buscamos la manera de salir adelante y todavía tenemos fuerza y energía para convivir, para ayudar, para dar algo a los demás. No es justo que tengamos la cabeza debajo de la bota de un gobierno que no hace otra cosa más que abusar, llevar al límite nuestra resistencia, engañar, aprovecharse de las buenas conciencias de la gente.
Es indignante que lleguemos al fin de año con deudas, sin haber cumplido nuestros propósitos, con problemas de salud que las instituciones no son capaces de atender, sin poder en muchísimos casos disfrutar de algunos días de merecido descanso.
Somos sin duda un pueblo aguantador, pero eso no es justificación para este abuso, no se trata de tensar la liga hasta romperla, sino de que cada quien tenga lo que merece, lo que es justo y digno.
Con esta basura en el corazón me quedo, pensando que estamos heridos, como un animalito muchas veces lastimado y burlado.
@barlejtik