El fin de semana asistí a una comida cuyo platillo estelar fueron unas “tostadas de marlín” hechas por los anfitriones con tortilla horneada, “mantequilla” de aguacate y trozos de marlín ahumado de Sinaloa, preparado con salsa de tomate, cebolla, verduras y aceitunas.
El maridaje perfecto de este manjar fue la copa de vino blanco Chardonnay que me ofrecieron en cuanto arribé a su casa. La sensación de frescura y cosquilleo que experimenté tras el primer trago mitigó mi sed y me devolvió el alma después de una mañana estresante.
La mesa, con sus flores blancas al centro, el pescado y las copas con vino color ámbar, parecía una estampa de festín veraniego. Desafortunadamente, afuera, el cielo de la CDMX nos mostraba la triste realidad de la contingencia ambiental que padecemos. Por ello, en silencio agradecí profundamente a mis anfitriones que su elección dominguera de pescado y vino blanco lograra transportarnos a una realidad alterna.
Entre sorbo y sorbo, nos sorprendimos por el agradable sabor de nuestro Chardonnay, cayendo en la cuenta de que hacía mucho no lo tomábamos, acostumbrados como estamos a maridar casi todas nuestras cenas y comidas con vinos tintos.
Ello nos llevó a pactar que, en lo sucesivo, diversificaremos la cava grupal con más blancos. Por fortuna, México los produce de muy buena calidad; incluso los hay galardonados internacionalmente, como el elegante “Chadonnay Casa Madero”, con sus notas de frutas cítricas y tropicales con flores y manzanilla.
Esta semana se dio a conocer que México rompió un récord en el Concurso Mundial de Bruselas, realizado en Aigle, Suiza, al colarse dentro del top 10 de los países más premiados, con 39 medallas de oro y plata.
El jurado, integrado por más de 300 expertos internacionales, otorgó a nuestro país dos Grandes medallas de oro, 12 medallas de oro y 25 medallas de plata (ver lista AQUÍ). Además, la etiqueta “Caipirinha 2014”, producida en Baja California por la bodega El Cielo, se llevó el galardón especial al “Vino tinto revelación mundial 2019”.
Entre los vinos blancos, rosados o espumosos mexicanos premiados en Suiza, están: Casa Pedro Domecq XA Blanco (Medalla de Plata, elaborado con Chenin, Chardonnay y Sauvignon Blanc, entre 110 y 140 pesos), Finca Sala Vivé Brut Rosé (Medalla de Plata, elaborado con las variedades Pinot Noir, Chadonnay y Saint Émilion, recomendado por la bodega para maridar con mariscos, paella, lasaña y postres no muy dulces, aprox. 300 pesos), De Coté Atempo Sauvinog Blanc (Medalla de Plata, aromas cítricos, pera, manzana y epazote, 415 pesos), De Coté Atempo Rose 2018 (Medalla de Oro, con aromas de sandía y fresa, entre 350 y 400 pesos) y De Coté Inédito Blanco (Medalla de Plata, aromas de guayaba, litchi, toronja y flor de azahar, 385 pesos), todos de esa bodega queretana en Ezequiel Montes, Querétaro.
Por supuesto que ‒más allá de los premiados‒ la oferta nacional es vasta y variada, tanto en gamas como en precios. Me parece digno de celebrar que, entre los vinos blancos premiados, haya uno que puede conseguirse en cualquier súper por sólo 110 pesos. Ya he comprado el mío junto con otro blend de Querétaro, elaborado con Trebbiano, Viura, Moscatel y Chardonnay.
Ambos serán bebidos esta noche y maridados con una “Ensalada de sardinitas” a base de sardinas frescas (60 pesos el medio kilo en City Market), sofritas en aceite de oliva y mezcladas con lechugas, perejil, apio, berros y naranjas. Celebraremos así a nuestros vinos y la llegada de una persona muy especial.
Ojalá que el cielo del próximo verano nos compense de esta contingencia con unas vistas de postal. Mientras tanto, la consigna familiar es ofrecer menús y ambientes a modo, echando mano de nuestros pescados y los mejores vinos del mundo, hechos en México.