Hoy hace ocho días que una bala terminó con la vida de Aideé Mendoza, en pleno salón de clases del CCH Oriente en Iztapalapa, una de las Alcaldías con los más altos índices de violencia en la Ciudad de México.
Según algunas crónicas periodísticas, todos la vieron desvanecerse, quejarse del dolor y una mancha de sangre en el vientre. Los testigos -alumnos y el profesor- describen que oyeron como si se destapara una botella de sidra cuando la bala se incrustó en el cuerpo, según el relato de Elena Reina en El País. Y de ahí no se sabe nada, nadie vio nada extraño; nada diferente a lo que podría ser cualquier día de clases. Al menos es lo que relatan.
Las autoridades solo saben que fue una bala mortífera y nada más. La violencia tiene tantos rostros en este país que alguien puede ser asesinado en cualquier momento y en cualquier lugar, sin que nadie vea nada extraño, o sin que nadie se extrañe de ver algo extraño. Ni un salón de clases se exime de la violencia.
Hasta ahora solo se sabe que una bala mató a Aideé de tan solo 18 años de edad. Una bala que surgió de quién sabe dónde, pero impactó en su cuerpo.
A Aideé le faltaban unos días para terminar el bachillerato y su sueño era estudiar una carrera en la UNAM. Había llegado de una comunidad de Puebla a la capital con su familia; el náhuatl era su lengua materna.
¿De dónde salió la bala? ¿Dentro o afuera de las instalaciones escolares? Iztapalapa, es la segunda Alcaldía con la mayor incidencia de delitos después de Cuauhtémoc, según datos de las autoridades capitalinas. Hasta ahora nada se descarta tras su asesinato.
Las autoridades de la capital del país dicen que trabajan en conjunto con la UNAM hasta resolver el caso. La hipótesis más fuerte es que se trató de una bala perdida. A 150 metros del plantel están instalaciones de la Secretaría de Marina.
Ocho días después de la tragedia, Aideé cayó abatida por un asesino invisible, de esos que en este país ya abundan; entre los que disparan sin querer y los que asesinan a sangre fría y siguen prófugos, arropados por un enorme manto de impunidad. ¡Qué Aideé no sea una más!