sábado 23 noviembre, 2024
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COLUMNA INVITADA GINECEO

«GINECEO»: Lucha Reyes, cancionera y tequilera (“como si fuera de pila”)

En su tiempo, Lucha Reyes rompió con los estereotipos de la mujer.

Existen muchos mitos alrededor de la vida de Lucha Reyes que involucran su origen y su permanente estado depresivo, lo que finalmente la llevó al cadalso. Hija de Miguel Ángel Flores y Victoria Aceves, María de la Luz, nació el 23 de mayo de 1906 en Guadalajara, Jalisco.

 

Si se considerara que su padre fue el costurero Miguel Ángel Flores, “un tipo güero, alto, fornido, no mal parecido, cuyo pasatiempo favorito era ligar mujeres”, se podría entender no sólo su origen, sino también su destino y desenlace. Pero, si su padre fue, como también se afirma, el general Ángel Flores, otra sería la razón para entender su modo de vida y su terrible final.

 

Supongamos que su padre fue el costurero. Por alguna razón aún desconocida, al inicio de su carrera como intérprete en 1919, durante sus incipientes presentaciones aparecía con el nombre de Lucha Reyes, utilizando el apellido del segundo esposo de su madre. Su gran voz le permitió presentarse en diversas carpas al lado de Amelia Wihelmy (la que personificó a Malena, “la Guayaba” en las películas Nosotros los pobres y Ustedes los ricos, al lado de Pedro infante), José Limón y los hermanos Acevedo. Pocos años después, su éxito la llevó a firmar un contrato para trabajar en Los Ángeles, California, hasta 1924.

 

De regreso a México trabajó en diversos teatros, como el Iris y el Lírico, como parte del trío de cantadoras “Ascencio”. Pero su depresión constante y el ambiente incidió para que Lucha se aficionara al trago y en cada presentación, so pretexto, de enronquecer su voz que la hizo famosa; se bebía una botella de tequila, la cual vaciaba en un par de horas, el tiempo justo que duraba su presentación. Tras bambalinas, ella misma argumentaba que “ni siquiera la música, que era su pasión, ni el trago, aminoraban su depresión por la vida, tan ingrata, que le había tocado”.

 

Ahora bien, si no era hija del costurero, y como se ha dicho, fue producto de doña Victoria Aceves y del general sinaloense, Ángel Flores, famoso por sus desencuentros políticos con el presidente y general Álvaro Obregón y por los rumores de haber sido asesinado (envenenado) en 1924. Se dice que Lucha, quien dejó el apellido Flores, por “conveniencia política”, no soportó la muerte de su padre y terminó hundiéndose en la depresión.

 

Los problemas con su alcoholismo comenzaron a repercutir en su vida profesional. Por lo pronto, fue despedida del “Trío Ascencio” y sustituida por otra cantante de apellido Garnica, dando origen a la creación del famoso “Trío Garnica-Ascencio”.

 

Sin embargo, su talento le permitió seguir realizando presentaciones. De hecho, para finales de 1927, partió a Europa con una compañía teatral para realizar una serie de conciertos en varios países del Viejo Mundo. Parecería que la fortuna le sonreía nuevamente. Sin embargo, allá mismo la suerte le volvía la espalda a la troupe mexicana. En Alemania grabó un primer disco, pero las bajas temperaturas y la ropa inapropiada le provocaron una terrible enfermedad que la dejó afónica, perdiendo la oportunidad de seguir grabando y cumplir con sus presentaciones. Sin dinero, sin voz y con el ánimo por los suelos, volvió a México y con cuidados especiales pudo volver a cantar hasta un año después.

 

En plenos años nacionalistas, en que el machismo se encontraba a flor de piel, sobre todo en un ambiente en que el estereotipo del charro era el que llevaba la voz cantante en todos los ámbitos de la cultura popular mexicana y en un ambiente en que comenzaba el auge del cine y la radio. Lucha, con su enorme talento pudo sobreponerse y ganar el respeto de aquellos que competían en el oficio de la interpretación folclórica. En ese sentido, se rumora que Lucha tuvo sus amoríos con Silvestre Revueltas, fundador del legendario “Mariachi Vargas de Tecalitlán”, y precisamente a partir de ello, fue el mismo Vargas quien apoyó a la cantadora para ingresar a la incipiente radiodifusora XEW en 1930.

 

Ya recuperada totalmente de su afonía, Reyes comenzó una nueva etapa en su carrera, presentándose en los principales teatros de la capital y del interior de la República y, por supuesto, grabando discos con las canciones de los compositores de moda como Alberto Domínguez, Pepe Guízar, Agustín Lara, Joaquín Pardavé, entre otros.

 

La sensación que Lucha provocaba en el público con sus canciones era un delirio. Muy pocas veces o casi nunca una mujer interpretaba así ese tipo de música. Un testigo de la época aseguró: “prodigaba su voz hasta desgarrarla, gemía, lloraba, reía y hasta maldecía”. Su estilo generaba todo tipo de reacciones, algunas muy severas por el tipo de letras (“pa’ que me sirve la vida”, “entre copa y copa”, “cartas marcadas” y “rayando el sol”, por ejemplo) y por su “poco refinamiento para interpretarlas”. A Lucha poco le importaba, ella misma decía: “al cantar estas canciones siento ganas de echarme unos buenos tragos, porque me forman nudos en la garganta”.

 

Pero su despegue final vino con su entrada al cine. Después de su boda con el representante artístico Félix Martín Cervantes (lo que apuntaba a enderezar su vida sentimental), en 1934 debutó en Canción del alma, dirigida por Chano Urueta. Entre 1937 y 1943, haría seis películas más: La tierra del mariachi, Con los dorados de Villa -al lado de Pedro Armendáriz y Emilio ‘El Indio’ Fernández-, El zorro de Jalisco, ¡Ay Jalisco, no te rajes! -junto a Jorge Negrete y Gloria Marín-, Flor Silvestre -con Dolores del Río- y ¡Qué rechulo es mi Tarzán!, dirigida por Max Litz.

 

Pero lo suyo continuaba siendo la interpretación y como una cascada vinieron uno tras otro los éxitos hasta completar un repertorio por demás significativo. Destacan entre otras: “Canción mexicana”, de Lalo Guerrero; “La Panchita”, de Joaquín Pardavé; “La feria de las flores”, de Chucho Monge; “Juan Colorado”, “El herradero”, “La mensa”, “Caminito de Contreras”, “Yo me muero donde quiera”, “Por un amor”, etcétera. Y por fin, la canción que la simboliza, la representa y en buena medida la inmortalizó: “La Tequilera” de Alfredo`Orsay.

 

Sin embargo, Lucha Reyes estaba enferma. Volvió a su estado depresivo y a su alcoholismo, en buena medida provocado por el abandono de su marido, a quien llegó a considerar el amor de su vida. La dejó por otra mujer.

 

Para 1944, Lucha Reyes ya casi no salía de su casa por su estado de borrachera permanente. Postrada en un sillón, dejaba pasar el tiempo ante lo absorto de su pequeña hija de 11 años. El 25 de junio le pidió a su hija que corriera a la botica por un frasco de barbitúricos. Consumió 25 de los cuarenta que contenía. Cuando se desvaneció, su hija pidió auxilio a los vecinos, quienes a su vez llamaron a la Cruz Roja. Todos los intentos médicos fueron en vano. Luz María Flores Acevedo, Lucha Reyes, la gran intérprete de música vernácula había fallecido a la edad de 38 años.

 

La investigadora Alma Velasco sostiene que Lucha Reyes fue la creadora de la canción bravía (este argumento puede tener sus asegunes). “Ser la creadora de la música ranchera mexicana, con mariachi y trompetas, no es poca cosa, pues es lo que nos ha dado un rostro y una identidad”. Se puede estar de acuerdo o no. Lo que resulta bien cierto es que Lucha Reyes, por un lado, ha sido una de las mayores intérpretes de la música vernácula y un estereotipo de la mujer ranchera mexicana de la primera mitad del siglo XX, y por otro, que en su tiempo rompió con los estereotipos de la mujer. “Borrachita de tequila llevo siempre el alma mía, para ver si se mejora de esta cruel melancolía. Me llaman la tequilera como si fuera de pila, porque a mí me bautizaron con un trago de tequila”. 

 

Carlos Silva foto Alejandro Navarrete phixr

Carlos Silva. Maestro y candidato a doctor en historia por la UNAM. Su especialidad: historia política contemporánea. Publicaciones: El Diario de Fernando; las biografías de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Gonzalo N. Santos; 101 preguntas de historia de México; Todo lo que un mexicano debe saber. Es coordinador de Gestión Cultural de la Subdirección General de Patrimonio Artístico del INBA y dirige su propio sello editorial Quinta Chilla Ediciones. 

 

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