Estamos a mitad de septiembre y me encontré con arbolitos navideños.
Estamos a mitad de septiembre y sin embargo esta mañana que entré a una tienda departamental me encontré rodeado de arbolitos navideños. Tras desear Feliz Navidad al guardia, sentí cómo me subía a la cabeza la rabia contra el consumismo y contra todas esas mujeres adineradas y ociosas que desde estas fechas empiezan ya a hacer las frívolas compras de fin de año.
Por fortuna, cada vez es más frecuente que me detenga a reflexionar sobre lo que estoy pensando. En este caso advertí que algo no andaba bien con mis ideas y de inmediato intenté imaginar un poco más detenidamente a esas mujeres que un segundo antes había considerado odiosas. Sentí que, detrás del parapeto de su indumentaria, vivían en busca de un poco de imaginación, aunque sólo fuera ensoñar la Navidad en otoño; que extrañaban cierta calidez perdida; que anticipaban compras que tres meses después se hubieran vuelto insoportables y empeorado su depre de invierno.
En fin, pensé muchas cosas y llegué a algunas conclusiones precipitadas. “Somos consumistas o comunistas, de derecha o izquierda, conservadores o liberales. Somos pro o anti lucha magisterial, aborto, legalización de las drogas, matrimonio homoparental, tauromaquia, ciencia, religión, alopatía, homeopatía, PRI, PAN, PRD, gobierno, sindicatos, Juanga… Somos todo eso y sólo coincidimos en una cosa: Los que no piensan como yo, no piensan”.
Sí, quienes no están de acuerdo conmigo no presentan ese proceso de revisión, confrontación y selección de ideas que llamo pensar. Lo que ellos toman por pensamientos propios son sólo frases que otros les han hecho memorizar a base de mala educación y repetición constante. Y lo mismo pasa con sus emociones, a las cuales creen auténticas y sólo son copiadas, vacías en el fondo, tontas. Un buen ejemplo son justamente esas mujeres que compran adornos navideños en septiembre: creen que toman decisiones por sí mismas, que desean, gozan y sufren de verdad, que realmente se divierten o se aburren, y sin embargo sólo viven una frivolidad impuesta.
Sí, definitivamente quienes se oponen a mi forma de pensar no son como yo; no son tan complejos, ricos y versátiles como yo, y sólo en apariencia tienen voluntad.
Mi última conclusión fue peor: Si de verdad existen formas de pensar impuestas, es evidente que sólo una de ellas la compartimos todos, una que cada uno de nosotros ha macheteado día con día hasta aprendérsela. Es ésta: “Yo soy más humano que mis oponentes”.
Quizás es por esto que los zombis tienen hoy tanto éxito: porque en nuestra imaginación es muy poco lo que distingue a nuestros enemigos de esos muertos vivientes, y porque además intuimos (y esto es lo que de verdad nos aterra) que basta un pequeño descuido para que seamos nosotros los que parezcamos muertos.
Andrés García Barrios, mexicano nacido en Filadelfia, Pensilvania (1962). Escritor y comunicador. Autor de Crónica del Alba, coautor de tres novelas de la serie didáctica Triptofanito, coautor del primer guion conceptual de la Sala de biología humana de Universum, Museo de las Ciencias de la UNAM.