Deberes morales del y de la ciudadana digital mexicana
Capítulo primero
De los deberes para con las y los opinadores (léase políticos, analistas, comediantes, escritores o cualquiera que tenga una cuenta en Twitter y una K dentro de su número de seguidores)
I. – Basta dirigir una mirada a tu timeline, o a cualquiera de las maravillas publicadas en columnas de opinión o estados de Facebook, y leer de un solo tiro, sin generar más reflexión y sin detenernos en detalles, minucias y precisiones, para concebir la sabiduría y la grandeza de los opinadores y todo lo que nosotros, los ciudadanos de a pie, le debemos al amor, la bondad y la misericordia con el que día tras día nos ilustran desde la comodidad de su retrete.
II. – En efecto, ¿quién sino nuestras queridas y queridos tuitstars, y columnistas de diario de abolengo, ha creado la esfera digital más escéptica, analítica y siempre pendiente del acontecer político mexicano? ¿Quién ha establecido y conserva ese orden inalterable de los juicios a priori y de las disertaciones profundas en doscientos ochenta caracteres? ¿Quién vela incesantemente por ver nuestro derecho a la información reducido a hilos de tuits concatenados e ilustrados con memes y gifs de gatitos? Y, por último, ¿quién sino LOS opinadores pueden ofrecernos y nos ofrecen la dicha inmensa de la salvación eterna que significa un mundo sin periodismo serio, donde no hace falta más que leer encabezados para entender el abecé del funcionamiento del país?
III. – Les somos, pues, deudores de toda nuestra confianza ciega, de todos nuestros retuits, de todos nuestros comentarios con emojis y de la más profunda adoración y obediencia; y en todas las situaciones de la vida estamos obligados a rendirles nuestros homenajes, citándoles propiamente y defendiéndoles de los fanáticos de opinadores que sostengan posturas contrarias, y de arrobarlos en nuestros tuits más fervorosos, para que algún día (por fis, por fis, por fis) nos hagan merecedores de sus me gusta, y de la gloria que reservan a los que siguen de vuelta a pesar de que tengan menos de dos mil seguidores.
IV. – Twitter es la red que reúne la inmensidad de la grandeza y de la perfección de los opinadores; y nosotros, aunque usuarios suyos, y destinados a scrollear en su plataforma mientras dure esta etapa del capital, somos unos seres muy humildes (con menos de quinientos seguidores) e imperfectos (nuestros tuits raramente alcanzan más de cinco me gusta); así que nuestros retuits nada pueden añadir a sus soberanos atributos. Pero ELLOS se complacen con nuestros retuits, nuestros me gusta y nuestros elocuentes comentarios y los reciben como un homenaje debido a la majestad de su intelecto, y como reafirmación de que las netas que tiran son realmente iluminadoras, agudas, precisas, retadoras e irrepetibles; nada puede, por tanto, excusarnos de retuiteralos, laikearlos, comentarlos y publicitarlos en cuantas conversaciones de café nos sea posible.
V. – Tampoco nuestros retuits pueden hacer que sus comentarios sean más incisivos y profundos, porque toda su intelectualidad es infinita, ni, por otra parte, les son necesarios para conocer las necesidades y los deseos de la sociedad que, con tanta expectación, está al pendiente todos los domingos a las diez pe eme de sus publicaciones ocurrentes, porque ELLOS saben cuáles son los temas en boga que más pegan, que son de interés periodístico y sobre los cuales debemos opinar; pero esos retuits son una expresión sincera del reconocimiento de su inteligencia suprema y del convencimiento de que ELLOS son la fuente de toda opinión válida, de todo juicio sustentado y, en resumen, de toda verdad, y con ellos los alentamos a que sigan tirando netas todo el día e impulsamos a las editoriales a que produzcan más libros con sus ocurrencias, evitando así tener que enfrentarnos con obras literarias, filosóficas o ensayísticas rigurosas que, si no leíamos ni cuando nos las dejaban de tarea, menos vamos a aguantar a estas alturas.
VI. – ¡Cuan propio y natural no es que los usuarios de Twitter nos dirijamos a los tuitstars, a los poetuiteros, políticos, presidentes, expresidentes, exmercenarios con forma de presidentes y demás opinadores, les hablemos de nuestras trascendentes opiniones con la confianza de quien nunca ha tenido que formular un argumento serio, les pidamos validación y el perdón de nuestra ignorancia, y con una mirada insulsa y llena de fanatismo, les mostremos nuestra vacuidad y carencia total de juicio propio como demostración de que la especie no ha evolucionado ni un poquito durante miles de años!
VII. – Así al acto de abrir Twitter como al de cerrarlo, elevaremos nuestra risa y aprobación a los opinadores, les dirigiremos nuestras trascendentes reflexiones de escusado y les daremos gracias por habernos proporcionado temas de conversación para parecer interesantes en las fiestas antes de que llegue el sonidero. Les pediremos por el PEF del próximo año, por el dinero de las guarderías, por el salario de los magistrados, por la cuarta transformación, y haremos votos por la felicidad del género humano (sin importar si son fifís o chairos), y especialmente por el consuelo de los afligidos (porque votaron por la 4T para sacar al Ejército de las calles) y desgraciados (porque ya no recibirán dinero oficial para hacer publirreportajes disfrazados de opiniones).
Manchamanteles
Leonardo López Luján, el arqueólogo de nuestra generación por excelencia, ingresó la semana pasada, con todo merecimiento a El Colegio Nacional, en su discurso de ingreso esbozo que: “las ciudades arqueológicas inspiran en sus visitantes ese apocalíptico presentimiento de que las civilizaciones sólo se encumbran para luego colapsarse” Un abrazo a su maestro Eduardo Matos Moctezuma. Todo mi cariño Al doctor Alfredo López Austin y a la querida Martha Luján. Felicidades a la familia del INAH y a su director Diego Prieto.
Narciso el Obsceno
Le encanta la polémica, su necesidad de reconocimiento es infinita… como el hambre ancestral de quien se alimenta del otro. La violencia es otra forma de antropofagia. Todos estamos a la carta.