Justo dos días antes del arranque de la temporada de Cuaresma, el Laboratorio Nacional de Protección de la Profeco lanzó la bomba noticiosa de la semana, en cuanto a alimentación se refiere.
Resulta que, tras un estudio de calidad realizado a diversas marcas de atún envasado, encontraron que al menos 14 de las 57 analizadas nos están dando “gato por liebre”, pues se les detectó un considerable porcentaje de soya, en lugar de atún al 100 por ciento. Algunas adicionan caldo de soya, otras soya texturizada.
La masa drenada del atún enlatado en marcas tan reconocidas con Dolores, Calmex, Tuny, El Dorado y Great Value, contienen entre 1 y 62 por ciento de soya en su producto. La Profeco anunció también que haría un operativo para retirar esas marcas de los autoservicios. La portada de este mes de la Revista del Consumidor muestra un generoso trozo de atún ensartado en un tenedor con el título: “¿Atún o soya?”.
De acuerdo con lo escrito este miércoles por la nutrióloga Sol Sigal en su columna de El Universal, “el problema es que muchas personas compran atún porque lo consideran un alimento bueno y una alternativa saludable al consumo de proteína animal”, sin saber que “lejos de ayudarles a comer mejor, están expuestos a sustancias que no les hacen bien: soya y mercurio”.
En este punto del artículo, me pregunté: ¿No que la soya es muy buena? Más adelante, la nutrióloga aclara que es un alimento que ella jamás recomienda porque “la soya que comemos en México no es la de Japón, esa fermentada súper saludable, esta de aquí es una modificada genéticamente que no tiene para nada los mismos beneficios”.
Por poco me deprimo, al recordar que casi siempre tengo en la nevera una salsa Kikkoman, cuadros de tofu fresco y una bolsa de edamames congelados.
Sol dice que lo malo de la soya no japonesa es que contiene compuestos bociógenos “que disminuyen la acción de la glándula tiroides, así como isoflavonas que “impiden la absorción de algunas sustancias, como calcio, magnesio, hierro y zinc”.
Me quedé enlatada como atún de Aurrerá, la marca con más porcentaje de soya (hasta 62%), de acuerdo con el reporte de la Profeco.
Entonces, ¿cómo le hacemos para transitar la Cuaresma con pocos pesos y sin la clásica y tradicional “ensalada de atún”, los socorridos “sándwiches de atún” y el apantallante “mousse de atún”?
De acuerdo con el artículo de la experta, también sería bueno que de vez en cuando comiéramos atún fresco. Y yo pienso, ¿a quién no le gustaría contar en su menú casero de viernes con un “Atún sellado en costra de ajonjolí negro”?
En honor a la verdad, gastar alrededor de 350 pesos por un kilo de atún fresco y sellarlo ineptamente para que queden como llanta vieja en corralón, no es mi mejor opción.
Por fortuna, en su artículo Sol Sigal también da luz a los mortales comunes regalándonos estas opciones accesibles: sardinas, charales y pescados blancos.
Para este primer viernes de Cuaresma ya desempolvé mi libro “Sardinas para comerte mejor”, del venezolano Enrique Hernández D’Jesús y recrear su “Brazo gitano de papas con sardinas en salsa picantona”.
Sin importar si somos católicos o no, la Cuaresma es un pretexto ideal para consumir más y mejores productos del mar. ¿No les parece? Olvidemos el atún enlatado y corramos al mercado por productos frescos. Así, nuestros guisos podrán ser, además de sabrosos, nutritivos.