La mujer de tu papá: La difícil deconstrucción de los estereotipos familiares.
Disfruté asistir a fiestas infantiles hace muchos años, cuando mi hijo era pequeño. La verdad también me gustó cuando se acabaron. Hay una ambivalencia como asistente adulto, a veces gozar ver a la mayoría de niños felices y, al mismo tiempo, cansado de “tener que” estar contento con una serie de cosas horribles que pueden pasar en esos eventos.
Particularmente recuerdo episodios desagradables con los espectáculos infantiles, algunos tan caros y tan sufribles.
Hace poco fui invitada a una fiesta infantil. Fui como adulta sin niños y mis compañeras de mesa, colegas y yo, sufrimos un poco con el mago contratado. Pudo tocar casi todas las incorrecciones políticas: chistes de estereotipos de género: “vengan esas mujeres inteligentes y hacendosas”, “y que pasen los hombres valientes y fuertes”; aparición de palomas aplastadas y asustadas, y hasta salir de un baúl fumando.
Casi al final vino un acto que me remontó a una de esas nada gratas experiencias del pasado. Era parecida a una rutina en la que participó mi hijo Pablo a sus cinco años. El payaso, en aquella ocasión, jugaba repetidamente con la frase: “la mujer de tu papá”. En aquella fiesta, que era pequeña, los adultos empezamos a sudar con la escena, ya que todos sabíamos que “la mujer de su papá” no era yo. El chiste terminaba cuando el payaso le preguntaba al niño en cuestión: “¿Quién es la mujer de tu papá?” Pablo, que siempre ha sido empático, contestó lo adecuado para que le saliera su chiste al payaso y dijo: “Mi mamá”… Todos respiramos.
Han pasado unos veinte años desde aquel momento y las realidades, por ejemplo tan sólo en materia de divorcio, se han movido de forma considerable. Según el INEGI, mientras que en 1993, 4.9 de cada 100 matrimonios se divorciaban, la cifra de 2013 aumentó al 18.9 por ciento. Menciono el índice de divorcios porque es una cifra que va en aumento de forma clara y medible, pero me resulta igual de importante destacar los cambios en cuanto a políticas que visibilizan y legitiman las diversas realidades familiares, más allá del divorcio.
De ahí que resulte hoy fundamental no dar por sentado desde cosas tan obvias como que los padres de un niño o niña pueden o no estar casados o nunca haber sido pareja, para luego pasar a otras realidades, menos obvias quizá, pero posibles y legítimas, como que esos padres pueden vivir o no, pueden formar parte de la vida de los hijos o no, pueden ser heterosexuales o no.
Lo más importante sobre la diversidad familiar es que en la medida que cualquier estructura familiar es legítima y fundamental para los miembros que la componen el ser reconocida, aunque no figuren en las estadísticas nacionales, es seguir construyendo en la cultura la visibilización de esas diversidades familiares a las que debemos estar atentos en lo que “damos por hecho” en nuestra vida cotidiana, trátese de la escuela, los medios de comunicación, nuestros vecinos, compañeros de trabajo o espectáculos infantiles.
Al terminar la función del mago, me acerqué a él para comentarle sobre el chiste de “la mujer de tu papá”. Era una reivindicación que le debía a Pablo y que no pude hacer en su momento. Quizá piensen que es mucho pedirle a un mago que lleva unos 30 años haciendo los mismos chistes. Pues yo pienso que es importante. Creo que además de cualquier política pública, es en esas pequeñas interacciones cotidianas y conscientes que vamos haciendo, también, una diferencia.
Adriana Segovia Urbano. Licenciada en Sociología por la UNAM y Maestra en Terapia Familiar por el ILEF, en donde es docente. Secretaria Técnica del Programa Universitario de Bioética-UNAM.