Segunda parte de los escorts y la prostitución
Ver Parte I
—¿Cuánto ganas en un día de trabajo?…
Adán: —Cobro 300 pesos por dos horas de compañía, sola, sin nada más que la plática, unos besos (cuando quiero), agarrón de mano y si me gusta, un faje. Si quieren más, cobro más. Sólo salgo con una persona por día, el trabajo lo demanda: atención al cliente y la exclusividad.
Susana: —Cobro 2 mil pesos por una hora, pero pues por lo regular es menos lo que duran, son muy contados los que pagan dos horas. Así que ya te imaginaras que a veces esto puede ser un poco decepcionante en “eso”. Una vez gané diez mil en un día, pero por lo regular me llevo entre 4 y 7 (mil)
—¿Sabe tu familia?
Adán: —No. Mi madre murió, y no vivo con mi papá. De hecho casi no tengo contacto con él. Es muy estricto. Yo me salí de la casa cuando él se enteró que soy gay. No soy completamente homosexual. Me considero bi[sexual], pero para mi padre es blanco o negro.
Susana: — Tocaste la herida. Es un tema difícil. Al principio no sabía qué decirles a mis padres, ni cómo, especialmente porque era (o son) muy cerrados. Luego están mis hermanitos y el pueblo, la gente de allá es muy metiche y chismosa. Cuando empecé a ganar dinero (con Víctor), les dije que ya no quería su dinero, nos peleamos de nuevo. Ellos se sorprendieron cuando les dije que ya no quería que me mandaran dinero.
Les expliqué que había encontrado un trabajo con un abogado, y claro ellos pensaban que ganaba un dineral, y lo hacía, pero haciendo otras cosas. No fue hasta que una amiga, que también ejerce este trabajo, me recomendó un buen psicólogo. Estaba en las drogas. Yo quería ver a mis padres, pero no podía. La psicóloga me dijo que hablara con ellos. Fui a verlos y les dije la verdad. Echaban fuego. Mi padre casi me pega. Mi madre me descomulgó. No sé qué les pasó, pero al mes se calmaron (claro tiene que ver que yo les mandaba dinero). Y si bien aún no lo asimilan del todo, por lo menos ya nos hablamos, nunca del tema, pero lo hablamos. A mis hermanos y otros parientes les decimos que trabajo en el despacho.
—¿Tienes registro ante Hacienda?
Susana:— [risas] es realmente curioso que lo digas, unas amigas no, pero yo sí. Obviamente no bajo la razón social de “sexoservidora”, pero sí como trabajadora, aunque no lo creas, sí declaro impuestos.
Adán: —No.
—¿Cuál es tu (trato, política) con tus clientes?
Adán: —Ellos (o ellas) pagan a donde salgamos. Les agarro la mano, un beso en la boca, si se puede un faje. Si hay sexo es condón.
Susana:– No besos en la boca, ellos pagan el hotel y la comida, si la hay. Yo les doy un número de trabajo y me contactan dos días antes de que quieran que nos veamos. Ellos me recogen en algún lugar y yo me regreso sola, no siempre, algunos son muy caballerosos. Siempre, siempre, siempre con condón. No hay masoquismo. Ofrezco discreción total.
-¿Qué piensas de tu futuro?
Susana: —Buena pregunta. Estoy haciendo mi ahorro. Quiero poner una tienda de comida, eso siempre se vende. Sí pienso retirarme más adelante. El cuerpo se gasta, deja de ser joven y en este trabajo se vive del cuerpo. Además de que me gustaría tener otra vida más adelante. Después de todo, las prostitutas no se jubilan. Pienso que esto no es para siempre, que me espera algo mejor. Algo más normal.
Adán:— No lo sé. Quiero estudiar algo, sólo terminé la prepa. Espero tener mi casa propia. Tal vez tener un negocio.
Las diferencias están ahí, mientras que la prostitución exige el acto del coito, el scort no necesariamente lo requiere. En ambos casos, podemos encontrar un origen común, ambas personas entraron por una necesidad, y aunque ambas ejercen por placer, ninguna insinúa tener este trabajo de por vida.
Algo que dijeron fuera de la relación entrevistado-entrevistador, es que ambos saben que su trabajo es de mucho riesgo, no tienen seguro, los han asaltado en más de una ocasión, a veces son denigrados y que muchas veces se sienten solo. Y es que si lo pensamos, a final de cuentas esto es lo que la humanidad ha querido quitarse desde su origen como especie, la soledad.
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