jueves 21 noviembre, 2024
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«COLUMNA INVITADA»: Ir al Zócalo

 

El Zócalo de la Ciudad de México, es el corazón que late con cada paso de la ciudadanía que lo recorre, esa plancha de concreto vibra junto a la sociedad mexicana que visita, transita, aquellos más que comercian, los otros que hacen rituales y los que disfrutan la majestuosidad de la ciudad de los palacios.

Ese Zócalo que es referente y punto obligado de visita para quienes no viven en la capital del país. Ese lugar que es el centro de la fiesta de independencia, donde resuenan las campanas cada 15 de septiembre para recordarnos que somos una nación libre e independiente. Es también un lugar hermosamente decorado en la época navideña, que nos llena de esperanza y anhelos.

También es un lugar de protesta, donde se han levantado varias voces para exigir justicia por las desapariciones, por las muertes sin explicación, por encarcelamientos que violentan el debido proceso, por fraudes electorales. De igual forma es un lugar de fiesta, de cultura, libros, futbol y música.

El Zócalo también es un lugar preferido por el Presidente de México, ahí ha protestado en otros momentos y es el único que ha provocado reuniones informativas de miles de personas para el movimiento nacional que lo llevó al triunfo electoral y desde el uno de julio por la noche, su lugar de celebración.

El sábado en la toma de protesta del cargo, el Presidente de la República ha convertido este lugar, el corazón del país en un espacio de un ritual especial, la entrega de mando de los 68 pueblos indígenas de nuestro país, para algunos eso no tiene razón o fundamento, sin embargo, esta nación tiene una gran carga pluricultural. Las distintas etnias son parte integrante de la nación mexicana y concentran la parte histórica de nuestros ancestros, por tanto deben ser considerados en la forma de gobierno, con planes específicos de acuerdo a las necesidades de sus comunidades.

No menos importante resulta el mensaje corporal del nuevo mandatario, salir, estrechar manos, dar abrazos, genera una cercanía pero también un compromiso.

El sábado fue distinto ir al zócalo, por lo menos diferente a los días primero de diciembre de 2006 y 2012, fue una fiesta cívica y familiar. Por supuesto que no estuvieron todos, aún falta demostrar que la nueva forma de gobierno que se ofertó desde campaña traerá consigo esos cambios anhelados, los apoyos prometidos, la mejoría en la vida de la ciudadanía.

Será entonces, cumpliendo, gobernando obedeciendo, como quienes no coinciden con el proyecto propuesto desde hace poco más de una década, quizá puedan convencerse de que no fue y no será un peligro para México.

Acudir al Zócalo de la Ciudad de México este 1 de diciembre de forma espontánea y de muchos lugares del país, es una forma de decirle al primer mandatario: “no estas solo, estamos vigilando cómo gobiernas” y eso está bien, porque es el poder del pueblo a través de un representante popular, así lo mandata la Constitución Federal.

Gobernar obedeciendo exigieron los pueblos indígenas del país al dar el Bastón de Mando, es algo grande, es muy importante, merecemos una verdadera rendición de cuentas y un gobierno transparente, eso se ofreció la tarde del sábado en el primer cuadro de la antes Gran Tenochtitlán, así debe ser, es parte de los derechos de la ciudadanía tener un gobierno honesto.

La medida quedó alta, hubo muchas promesas, de un lado y del otro: “no les voy a fallar”, “no estas solo”, “no robar, no mentir y no traicionar”, “es un honor estar con Obrador”; parecía un toma y daca. Los ofrecimientos quedaron ahí, en la memoria de los que fueron al zócalo, en las grabaciones de miles de dispositivos electrónicos, y los medios de comunicación las replicaron, son los testigos irrefutables de que no debe fallar, que el Pueblo mexicano acompañará a su gobernante, de que no robará, no mentirá y no traicionará y que ha sido un honor acompañar la lucha social. Las palabras quedan y se cumplen.

Durante el sexenio que hoy inicia pareciera que ir al zócalo será el punto de reunión para consultar o para festejar. Y está bien, es un lugar hermoso, con una carga inmensa de misticismo.

Debemos ir al zócalo, a caminar, sentir el aire en nuestra cara y a exigir cuentas del gobierno que tendremos por casi seis años.

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