En Jalisco hay una carnicería. Un Cártel criminal impera en el territorio, pero mantiene desde hace tiempo una lucha de poder con otros delincuentes, algunos salieron de sus mismas filas, otros de grupos contrarios. El propósito es mantener la plaza, sembrando temor y cuerpos por doquier. Esto no es novedad, se conoce desde hace años. Sin embargo, hoy cimbró a los jaliscienses y al mundo entero conocer imágenes aterradoras de montones de bolsas plásticas negras, conteniendo restos humanos que eran “paseados” en un tráiler de congelación; otras decenas de bolsas más regadas en el piso, de las que escurría líquido putrefacto y sangre, ante la sobresaturación de las cámaras frigoríficas en el Servicio Médico Forense. Literal, carne esperando ser entregada a un solicitante que no aparece.
Sí, en el México bizarro, por un lado hay cientos de cadáveres sin identificar en las morgues de Jalisco, Guerrero, Veracruz y otras entidades que padecen severamente la ola de violencia; y por otro lado, miles de madres, esposas, hijos y hermanos, lloran y buscan desesperadamente los cuerpos de sus seres queridos desaparecidos. No es de extrañar entonces, la indignación por el manejo de cuerpos humanos, como si fueran producto de carnicería, esperando su distribución.
Por lo pronto, dos cabezas han rodado con este escándalo. La pregunta es si son los verdaderos responsables de semejante negligencia o si su pecado fue no manotear en la mesa del jefe para exigir respuestas ante una emergencia sanitaria que terminó por explotar la podredumbre que hay en el fenómeno de los desaparecidos y la insensibilidad gubernamental.
Ya se supo que no eran 157 cuerpos los que vagaban en el tráiler de refrigeración, sino 273 cadáveres y que en otra unidad había otros 49 cuerpos. Otros más en espera de concluir con su proceso de recopilación de datos para facilitar su futura identificación. En total, 444 cadáveres los que permanecen en el Servicio de Medicina Forense, que tiene en su cámara de congelación capacidad para 72 cuerpos y que la mantiene al triple de saturación. Por cierto, el más antiguo de los cuerpos no identificado que permanece en la morgue tapatía, lleva cuatro años ahí.
En tanto, en este escándalo escalofriante y espantoso, tenemos a un funcionario cesado del cargo, irónicamente es el más sensibilizado por el caso de las desapariciones porque él mismo busca a su hija desde julio pasado. Además a un fiscal general de Jalisco, separado del cargo mientras se esclarece el caso. También tenemos a un nuevo titular del Servicio de Medicina Forense, que según su antecesor para dar resultados, deberá tener habilidades de mago.
En la dependencia, los que hacen verdaderas hazañas son los médicos forenses que trabajan a destajo, con sueldos míseros y falta de insumos para practicar las autopsias. Pero también deben tener habilidades para saltar obstáculos, pues trabajan en un espacio repleto de bolsas tiradas con restos humanos, mientras con una mano se tapan boca y nariz para no respirar el fétido olor.
Hasta 26 cadáveres han llegado al SEMEFO en un solo día. Pero muchos más aguardan en fosas, en tambos y en bolsas plásticas a lo largo del territorio.
Todo este escandaloso y horrorizante capítulo se añade a la novela de terror mexicana que evidencia la putrefacción que hay, no solo en las filas criminales sino también en dependencias públicas. La sociedad, no sabe qué tan engusanada está, solo se percibe el nauseabundo olor a insensibilidad, negligencia y valemadrismo.
