“El activo más importante de una sociedad es el ánimo de los Maestros, que deben querer más a los alumnos que a su asignatura”: Carles Capdevila
México enseña a sus niños a odiar la escuela, en lugar de amarla. Muchos de los planteles de educación pública están en condición deplorable, algunos son pequeños hornos que impiden la concentración o están pintados de colores grises que no motivan la creatividad, cuando debieran ser refugios del conocimiento. Y ¿qué decir de la calidad y vocación de los profesores?
Este gobierno pensó que repartiendo “tablets” a cada niño en educación básica, se les abría un mundo a la tecnología y al saber. Sin embargo, al concluir la administración se sabe que a muchos de ellos se las robaron tan sólo unos días después de haberla recibido. Y el niño afortunado, que aún la tiene, no alcanza a ver con claridad la imagen por la pantalla estrellada.
Quizás alguien sugiera que el alumno con “tablet” o sin ella, es más afortunado que el oaxaqueño que ha pasado todo el ciclo escolar sin tener realmente un maestro en el aula, la imagen que tiene de su docente, es por televisión, durante la nota informativa sobre las protestas magisteriales contra la Reforma Educativa. Ojalá esos profesores pelearan con la misma rabia capturar con clases atractivas y eficaces, la atención de sus alumnos con inteligencias múltiples, motivándolos a desarrollar la capacidad de resolver problemas y tomar decisiones.
La educación eficaz es un triunvirato: familia, niño, escuela. Sin embargo, los años pasan y millones de mexicanos cojean en conocimientos básicos. No es de extrañar que en edad adulta no puedan resolver disyuntivas elementales, como: ¿por quién voy a votar en las elecciones? O resolver el siguiente problema: ¿por qué es tan pobre México, siendo tan rico?
Pobre México, durante siglos saqueado por conquistadores y por sus gobernantes. Pobres niños que son obligados a pasar décadas en una odiada escuela con un sistema de enseñanza obsoleto. Pobres jóvenes que lograron graduarse de la universidad, pero hoy ni estudian, ni trabajan. Pobres trabajadores que pasan medio día en un empleo que no les gusta para recibir un sueldo que no les alcanza. Pobres ancianos que no reciben pensión y con sus piernas temblorosas deben trabajar jornadas completas, embolsando productos en el supermercado para comer.
Pobres mexicanos que por más que repasan los nombres de los candidatos en la boleta electoral no logran decidirse por el menos peorcito. Pobres mexicanos que piensan en un posible voto de hartazgo, sin razonar que sus queridos hijos pagarán las consecuencias de un sufragio masivo tomado con la entraña.
¿Todavía cree que el principal problema de México es la corrupción? ¡México…tenemos un problema!
Piense sólo un momento, ¿no será que el principal problema del país azteca es que no aprende? Y por ende está condenado a repetir sus tragedias históricas. O ya que el cerebro del mundo trabaja en pensamiento futbolero: el balón está en tu cancha ¿sabes qué jugada harás para celebrar cómo campeón junto con tus hijos? Si queremos dejar atrás el “ya merito” y el síndrome del “jamaicón” es indispensable identificar y corregir, que el problema es que no aprendemos.
Adriana Luna. Periodista multimedia con 25 años de ejercicio profesional. Secretaria de Acción Femenil en el Sindicato Industrial de Trabajadores y Artistas de Televisión y Radio, Similares y Conexos de la República Mexicana, (SITATYR) sección Guadalajara. Secretaria General del Club de Periodistas de Jalisco. Curiosa en todo, experta en nada. Mujer antagónica en sí misma, con el corazón parecido a la Madre Teresa y con un genio como el de Margaret Thatcher. @adrianalunacruz
