Puto, maricón, joto, torcido. Adicto, jonki, drogadicto, moto. Acepciones usuales en este México medieval del Siglo XXI, con una misma intencionalidad: ofender al diferente, aplastar a lo disruptivo. Lo mismo se aplica para toda minoría, ya sean indígenas o discapacitados. Las redes sociales mexicanas son consideradas entre las más violentas del mundo, por lo mismo.
Una facción de México, la que es misógina, racista, elitista, homofóbica, hipócrita, está envalentonada por oportunistas como Mikel Arreola, que abanderan causas retrógradas nomás para subir unos puntitos en las encuestas, sin darse cuenta de las puertas que entreabren con ello, para retroceder en los ámbitos que ya hemos ganado de libertad, derechos civiles, pluralidad e igualdad.
Los jóvenes millenials y centenials jamás tuvieron contacto con esas historias al estilo María Félix, de familias destrozadas por un embarazo no deseado de la hija adolescente; el escarnio por tener un hijo mariguano, o aquéllos que fueron linchados, humillados socialmente o expulsados de sus familias y pueblos por ser homosexuales.
Suenan a viejas historias superadas. No lo son. Ahí viene una ola conservadora, restauradora de la moral que aplasta voluntades. Esa ola viene entre algodones: envalentonada, fortalecida por el cambio de régimen que vislumbran las encuestas y que da pie a cuestionarlo todo, incluso las libertades ya conquistadas. Por eso el escándalo de personajes como Elena Poniatowska por la alianza de Morena y el PES, por ejemplo.
Quieren desinfectar a México de jotos y motos. Prohibir matrimonios del mismo sexo y el uso lúdico de la marihuana. Como si eso extinguiera ambas realidades que, por lo demás, merecen respeto.
Debo aclarar que a mi juicio, este país necesita urgentemente el fomento de valores cívicos y morales. Tengo muchos amigos fervorosos de sus creencias religiosas y les admiro su vigorosa vida espiritual, su bonhomía producto de su fe. En lo que no concuerdo es en que ni ellos ni nadie trate de imponer desde el poder público sus teologías; de modificar leyes o derechos derivado de sus íntimas convicciones morales.
Pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. En otras palabras, México ya sufrió una severa convulsión cuando los terrenos espiritual y material se confundieron en la arena pública. ¿O ya nadie recuerda la cruenta Guerra de Reforma del Siglo XIX, entre el Estado y la Iglesia, que acabó propiciando la llegada de Maximiliano?
Confío en que de ganar, AMLO -admirador de Juárez- impedirá que se diluya el Estado laico. Pero dada la complejidad de los temas e intereses, no es suficiente. Lamentablemente son pocos los actores con peso específico que pudieran defender en ambas cámaras de la próxima legislatura, la agenda de los derechos civiles, en el más amplio sentido de la expresión.
Pongo un ejemplo: Patricia Mercado, candidata plurinominal al Senado por Movimiento Ciudadano. Su peso específico como excandidata presidencial en 2006 y exsecretaria de gobierno de la CDMX, serían suficientes para dar contrapeso liberal a las posturas conservadoras. Pero su llegada al Senado dependerá de qué tanto voto diferenciado MC logre captar a nivel nacional para sus senadores y por ende, para colocar a sus pluris como Mercado. Faltan dos domingos para conocer la respuesta.
Raúl Rodríguez Rodríguez.Escritor y analista político. @rodriguezrraul