Se esperaba más del tercero y último debate presidencial. No creo que haya ayudado a los indecisos a decantarse por alguno de los candidatos.
Andrés Manuel López Obrador aplicó la estrategia pasada: nadar de a muerto, sin arriesgar nada.
José Antonio Meade articulado y preciso, pero sin dar un golpe certero.
Ricardo Anaya también estructurado, pero no aprovechó, o tal vez no lo permitió el formato, colocar sobre el ring a López Obrador sobre el asunto de los contratos adjudicados al contratista Rioboó.
Meade y Anaya debieron aprovechar mejor este ejercicio.
Viene el Mundial de Rusia y el veredicto final -pese a todas las encuestas- lo veremos el primero de julio.