Parecería que ningún candidato quiere ganar.
Uno se confía y los otros se pasman, no arriesgan, no dan el paso gigante para alcanzar a quien “las encuestas” ponen en primer lugar.
Arriesgar tiene sus ventajas y sus contratiempos, pero no hemos visto nada de eso en el arranque de campaña.
No hubo sorpresas, no hubo propuestas novedosas, nada que llamara la atención a los electores, solo evidenciaron lo que vendrá en los próximos 87 días.
Y la verdad, por lo que hemos visto, no debemos esperar mucho de ellos. Ahí estaba finalmente el beneficio de la duda: un cambio en la forma de hacer campaña. Y no. Pura demagogia, ataques y promesas. Promesas, que sabemos, algunas son imposibles de cumplir. El tema y es imposible que no se hayan dado cuenta los candidatos, es que ya no pueden engañar tan fácil a la gente.
1.- Meade: “Ningún niño nacerá en pobreza extrema”. ¿Cómo le van a hacer?
2.- AMLO: “Mil 200 pesos mensuales a adultos mayores y discapacitados, y 2 mil 400 pesos al mes a madres en Universidad”. ¿De dónde saldrán 279 mil millones de pesos para esa dádiva?
3.- Anaya: “Todos los ciudadanos por el simple hecho de ser mexicanos recibirán una cantidad que les garantice vivir con un mínimo de dignidad”. ¿De cuánto estamos hablando y de dónde saldrá?
Sus temas y sus ofrecimientos son reiterativos: Quitar el fuero, bajar el IVA en la frontera norte, combatir la inseguridad y la corrupción y trabajar en la igualdad de género.
Nada que no hayamos escuchado en las últimas décadas. ¿Y qué ha pasado? Absolutamente nada, políticos y funcionarios se siguen protegiendo con el fuero; la corrupción y la impunidad siguen haciendo millonarios a pocos y, la inseguridad ya rompió cifras históricas del año más violento.
Meade, López Obrador y Anaya, comenzaron con plazas llenas, rodeados de los suyos, bien cobijados, pero en tiempos de hartazgo social, a nadie le impacta el acarreo, ni las matracas.
Lo único que tienen seguro los candidatos es que ninguno ha atraído el voto de los indecisos. No sorprenden ni sus eventos ni sus compromisos.
Y para ello tendrán que buscar otras alternativas de campaña.
Las encuestas no votan. Ese debe ser un foco de atención de los candidatos.
A penas hace unos días en Costa Rica, uno de los candidatos, en las encuestas era el virtual ganador y en la votación perdió. O sea, encuestas que una vez más fallaron.
Acá en México, cada candidato tiene su voto duro asegurado, pero hay un grupo numeroso de indecisos, alrededor del 30 por ciento, -depende la encuesta-. Y ese voto será el que defina al ganador. La diferencia entre el puntero y los siguientes lugares es muy amplia, que parecería cómoda, pero nada está escrito y todo podría ocurrir.
Meade intentó llamar la atención mediáticamente a través de un reto vía Twitter y lo logró, pero ninguno de los destinatarios le hizo caso.
Incitó a López Obrador y a Anaya a un debate público sobre su situación patrimonial. Por supuesto ninguno le entró, como no le entrarán a ningún debate que no sea los tres que ya están programados por el INE.
Lo que no supieron capitalizar ni López ni Anaya, es que Meade los retó a un debate de situación patrimonial, cuando él ni siquiera ha presentado su 3 de 3.
¡Aguas! Porque el mínimo error se paga, por lo pronto en las encuestas.
Los debates deberían de ser la parte medular de esta elección. Donde los cuatro candidatos confronten ideas y debatan con argumentos sus aspiraciones. Porque ni los spots, ni los eventos de campaña ofrecen nada de lo mínimo que podríamos rescatar de los candidatos en un debate.
O será que acaso veremos a Anaya decir la verdad de su situación patrimonial. O a Meade deslindándose de los corruptos del PRI. O a AMLO reconociendo que sus propuestas populistas son imposibles.
No lo sé, pero siendo una histórica contienda electoral, les falta punch, mucho punch.