“El concepto género es hoy, simultáneamente, un campo de conocimiento académico (los estudios de género), una herramienta para las políticas públicas (la perspectiva de género) y un dispositivo político (la ideología de género)”, señaló Marta Lamas, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) y coordinadora del Seminario Universitario Modernidad: Versiones y Dimensiones.
Al dictar la conferencia de clausura del XXXII Coloquio Internacional de Estudios de Género. Género es Ciencia, la especialista indicó que en ocasiones el concepto de género se relaciona sólo con las mujeres. Sin embargo, “no está de más recordar que esa noción responde a una forma cultural de clasificación y de interpretar la diferencia sexual que distingue la condición biológica, los sexos hoy en día y nombra la identidad social: mujer, hombre, no binario, disidente, etcétera”.
Es necesario, por ello, subrayar la distinción entre el género y la denominada ideología de género; entre un concepto clasificatorio que habla de clase, tipo y especie, y un dispositivo retórico. “Estamos insertos en una disputa, en una guerra cultural acerca de qué somos los seres humanos y lo que nos permite el género”.
En el Auditorio Mario de la Cueva de la Torre II de Humanidades, dijo que en la UNAM “muchas investigadoras tomamos al género como un sistema cultural de significaciones cuyas creencias acerca de lo propio de las mujeres y de los hombres se vuelven mandatos culturales”.
Este paradigma binario hegemónico se ha ido erosionando y quebrando, tanto por el avance de la ciencia, como por el impulso de los movimientos feministas y de las diversidades sexuales e identitarias. Los mandatos de género que marcan y condicionan nuestras actitudes ante la vida y las demás personas, han implicado prohibiciones supuestamente determinadas por la condición sexuada, prosiguió la especialista.
Dijo que históricamente las mujeres “hemos luchado contra esas prohibiciones, basta recordar que nos tardamos más de dos siglos para conseguir el voto porque se pensaba que no existían condiciones para ser ciudadanas”.
La igualdad ciudadana se ha vuelto un objetivo de las sociedades democráticas, pero es eso lo que el movimiento mundial ultraconservador trata de erosionar, aferrándose a la arcaica idea de que la diferencia sexual anatómica determina las conductas y los deseos de los seres humanos.
De esa manera, prosiguió, al margen del sólido conocimiento que ya hay en torno a la condición sexual humana, varias iniciativas políticas han desplegado potentes y, sobre todo, bien financiadas campañas para prohibir la homosexualidad, las técnicas de procreación asistida, la legalidad del servicio de aborto, el reconocimiento de las nuevas formas de familia y las identidades disidentes de la norma, en particular de las personas trans y de aquellas que se asumen como no binarias y queers.
Apuntó que esas campañas que se formulan en contra de la ideología de género, o a veces sólo antigénero, no sólo desprecian el saber acumulado, sino que tratan de cancelar derechos arduamente conseguidos.
Creer que una perspectiva de interpretación de la condición humana va a destruir a la familia, o considerar que atenta contra la civilización cristiana, ha llevado en muchos espacios a que la sola mención de la palabra género provoque una extraordinaria alarma; estos son los famosos pánicos sociales.
Lo que sí hace la visión de género e indudablemente provoca mucha inquietud, es que pone en cuestión el esencialismo y el determinismo biológico, con los que se valoran las identidades y las conductas humanas, expuso la profesora-investigadora de la UNAM.
Lamas señaló que campañas como la de “con mis hijos no te metas”, diseñada en España por el grupo ultraconservador Vox y traída a América Latina, bloquean los intentos gubernamentales de impartir una educación sexual que enfrente la ignorancia y los prejuicios religiosos.
Asimismo, apuntó, “el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos es un momento más de esta batalla cultural que viene de lejos, iniciada por la Iglesia católica, pero que hoy se ha transformado en una intervención política bien concertada en contra de decisivos cambios culturales, políticos y legales relativos a la sexualidad y a la procreación, que en las últimas décadas impulsaron los movimientos feministas y LGBTIQ+”.
Y aunque la derecha cristiana lleva la batuta en este despliegue ultraconservador, no debe olvidarse que también participan otras denominaciones religiosas extremistas como los judíos ultraortodoxos y los musulmanes radicales. Son los fundamentalismos religioso y político los que están en el fondo de esta batalla, planteó Marta Lamas.
En México, no sólo ahora los panistas se visualizan como la oposición al nuevo régimen, sino que se proponen ganar la narrativa cultural, enmarcando la disputa democrática como una pugna entre los malignos –López Obrador y Claudia Sheinbaum– y los buenos que defienden a la familia, la tradición y la propiedad.
