Por Alondra Amaro*
En México, estamos tan acostumbrados a que cada sexenio se reinicie todo —discursos, planes, lealtades— que a veces se nos olvida lo más obvio: el gobierno que realmente manda es el presupuesto. Podemos tener mayorías legislativas, nuevos colores en Palacio Nacional o gobernadores de distintas ideologías, pero si no hay recursos bien administrados, nada de lo prometido se convierte en realidad.
Este 2025, el país atraviesa uno de sus ajustes fiscales más agresivos desde los años 90.
Según datos del Presupuesto de Egresos de la Federación (Secretaría de Hacienda y Crédito Público), el presupuesto federal aprobado para este año es de 9.3 billones de pesos, pero con una reducción del déficit público de 3.9 por ciento; mientras que en 2024 fue de 5.9 por ciento.
De acuerdo con Mexico News Dailly esto suena bien en el papel, pero implica recortes fuertes: una disminución del 44 por ciento al gasto de Defensa, 39 por ciento menos al rubro ambiental y recortes importantes a órganos autónomos que están en riesgo de desaparecer o fusionarse.
Mientras tanto, se está apostando todo a la infraestructura, con un aumento del 72 por ciento. ¿Eso es bueno o malo? Depende de cómo se ejecute. Si es inversión productiva, puede detonar empleo. Si es clientelismo disfrazado, sólo será gasto sin retorno. Lo grave es que en medio de estas decisiones técnicas, hay poca discusión pública real y mucho fanatismo partidista.
Como empresaria, y además joven, me ha tocado ver cómo en las mesas donde se toman decisiones o se discuten presupuestos, pocas veces se sientan personas como yo. Y eso no porque falten ganas o talento, sino porque muchas veces no se espera que una mujer de 23 años entienda cómo funciona el sistema fiscal o por qué un arancel del 30 por ciento en Estados Unidos puede empujar a México a una recesión técnica.
Pero la realidad no espera a que te prepares. Ya hay señales claras: en el último trimestre de 2024, el PIB cayó –0.6 por ciento y este 2025, según proyecciones del Banco de México, podríamos crecer apenas un 0.6 %. Además Moody’s ya nos cambió la perspectiva crediticia a negativa por el debilitamiento del Poder Judicial y la concentración de poder en el Ejecutivo. Y a esto hay que sumarle la tensión comercial con Estados Unidos, que amenaza con aranceles que pueden desajustar por completo nuestras cadenas de valor.
La pregunta ya no es ¿quién gobierna?, sino ¿cómo están usando el dinero?. Porque no importa si quien está en el poder se llama Morena, PAN o PRI: si no hay confianza para invertir, no hay economía que aguante.
Y en ese sentido, no se trata de ser apolítica, sino crítica. No me interesa defender partidos; me interesa entender cómo se distribuye el gasto, en qué se invierte, qué se recorta y cómo eso impacta a quienes generamos empleo, pagamos impuestos y movemos todos los días la economía local y nacional.
No quiero quedarme viendo cómo deciden todo desde arriba.
Quiero tener la información para leer el entorno y anticiparme.
Quiero exigir que los recursos públicos se asignen con visión y no con cálculo electoral.
Y quiero que más jóvenes —hombres y mujeres— dejen de pensar que esto es aburrido o ajeno. Porque si no entiendes la economía del país, alguien más la va a decidir por ti.
Muchos piensan que a los 23 años una no debería estar tan metida en estos temas. Pero yo no creo en las edades como límite. Creo en las generaciones que se informan, se involucran y alzan la voz. Y si me preguntan por qué le dedico tiempo a entender el Presupuesto de Egresos, el tipo de cambio o las tasas de interés… la respuesta es simple: porque no quiero emprender a ciegas.
*Alondra Amaro
CEO GRUPO AMARO
FUNDADORA-PRESIDENTA IMDFA
VP CAPÍTULOS UNIVERSITARIOS