Por. Saraí Aguilar
X @saraiarriozola
Cada pueblo tiene el gobierno que se merece y al parecer también los jueces, magistrados y demás impartidores de justicia.
Eso parece haberse consumado el domingo y parece más una sentencia de muerte que un motivo de gozo.
En México, un país donde la impunidad es alta, la justicia parece estar al alcance de pocos. Existen reclamos constantes de no seguimiento a actos delincuenciales y por el uso de “chivos expiatorios”. No hay duda de que una reforma al sistema judicial era indispensable. Tanto como decir que la paz es necesaria en la Franja de Gaza.
El problema no es lo que necesitaba el país sino el cómo. Amparado tras esa premisa, el expresidente López Obrador encubrió sus conocidas rencillas con la Suprema Corte de Justicia y con todos aquellos magistrados que no apoyaron su transformación, que no implicaba otra cosa que subyugación, aun a costa de los propios principios. Tal fue el caso de Arturo Zaldívar, el cual ha sido ampliamente documentado en diversos medios.
Pero aquellos que mantuvieron sus principios fueron atacados y el Poder Judicial pagó los platos rotos de una venganza.
El Poder Judicial fue desmantelado a lo largo de los últimos meses. Vimos protestas en las calles de los trabajadores para luchar por sus derechos laborales, pareciendo irónico que tuvieran que luchar por ello ¡contra un gobierno de izquierda! Pero al final del día, ante la aplanadora legislativa al servicio del poder y no de aquellos a quienes juraron defender, la reforma se consumó.
Y al margen de los resultados de la jornada electoral de este fin de semana, el resultado es el mismo.
En un acto de responsabilidad, hubo quienes decidimos no votar. Responsabilidad de no dar un voto desde la infinita ignorancia de los perfiles que se tendría que elegir. Desde el respeto por el Poder Judicial y por aquellos que perdieron su empleo en medio de una disputa de las élites políticas. En convicción de no legitimar el uso faccioso y caprichoso del poder. Y en ejercicio aun de nuestro derecho a una protesta al no votar. Aunque hoy todavía los oficialistas lo señalen como sabotaje.
Hubo quienes por diversos motivos decidieron votar. Por acarreo, por temor a represalias a perder su empleo, o peor aun, por la enorme inercia que nos lleva a ir en las urnas sin dimensionar el peso de la responsabilidad que ello embarga.
Al final del día tendremos el Poder Judicial que nos merecemos. No por lo que se decida en las urnas, sino por no haber levantado la voz lo suficiente para no permitir farsas electoreras.
