Por. Ivonne Melgar
Se ventilaron esta semana dos quejas sobre tratos déspotas en la 4T, mostrando que ahí volvieron con enjundia vicios añejos: clientelismo sectario, sometimiento al Congreso y soberbia partidista.
Son relatos del desdén que, por separado, contaron padecer los diputados del oficialismo de parte de la Secretaría del Bienestar, y el coordinador del PT, Reginaldo Sandoval, de la dirigencia de Morena.
El primer caso se presentó el martes, en la asamblea de la bancada mayoritaria, en la que algunos de sus integrantes contaron haber recibido portazo de la secretaria Ariadna Montiel.
Los audios que se filtraron de esa encerrona narran que la funcionaria no los invita a la entrega de programas sociales ni les apoya cuando reparten juguetes y volantes o pintan bardas.
El diputado Juan Carlos Varela Domínguez describió el malestar: “parecemos perros de rancho, cuando hay pleito nos sueltan y, cuando hay fiesta, nos amarran”.
Irma Juan Carlos, aspirante a gobernadora de Oaxaca, planteó: “A lo mejor pido mucho, pero ya es sano que haya un cambio ahí. La corrupción está muy fuerte, hasta el último rincón de las comunidades rurales e indígenas”.
Esa sugerencia encontró eco en el grito de “¡Fuera!” que algunos corearon, luego de que la oaxaqueña contó que la secretaria instruía a sus representantes estatales a no recibirlos.
La diputada Jessica Ramírez Cisneros relató que, ante su reclamo, la titular del Bienestar le había respondido que era más fácil obtener una cita con la presidenta de la República que con ella. “Es humillante”, lamentó.
Dirigiéndose al coordinador Ricardo Monreal, la veracruzana continuó: “No se puede estar alabando y diciendo que estamos haciendo las cosas bien, teniendo una tipa tan nefasta como ella, dígaselo a la presidenta”.
Y concluyó Ramírez Cisneros: “Si ella está de acuerdo, nosotros nos callamos y ya no decimos nada; queremos que nos traten bien, nos estamos chingando”.
Monreal pidió parar las críticas y ofreció interceder, elogiando a la secretaria como gran colaboradora de López Obrador y una de las mejores de la presidenta Sheinbaum.
Cuestionada sobre el tema, la mandataria dijo al día siguiente que “Ariadna hace un excelente trabajo, es una mujer extraordinaria”; ejemplo “de lo que es gobernar con humildad”.
Y, sí, la presidenta estaba de acuerdo con el trato que les da Bienestar porque, según explicó, para eso están los 55 mil servidores de la nación que la secretaria coordina. “Lo que sí, no va a haber, porque no está bien, es que un diputado de algún partido, o en particular del partido del que provenimos, quiera usufructuar un programa social. Eso no”.
Argumentó Sheinbaum que la gestión de los legisladores para promoverse personalmente se terminó desde el sexenio anterior porque los programas son derechos y por tanto universales.
El segundo caso se dio el jueves, en un encuentro del diputado Reginaldo Sandoval con la prensa, en el que, sin mencionar nombres, criticó a la dirigencia de Morena de darle un trato con soberbia al PT.
“Nosotros no tenemos problemas en caminar solos, ponemos siempre en prioridad el proyecto (…) para que eso suceda se requiere de un pueblo organizado (…) Necesitamos fortalecer la democracia y no vernos hacia abajo”, planteó el petista.
Exaltó a López Obrador y a la presidenta Sheinbaum, pero dejó claro que el enfriamiento entre el PT y Morena sólo podrá superarse cuando de la dirigencia provenga la señal de un trato diferente.
“Hay un acto de soberbia y de sentirse prácticamente invencibles (…) Digo soberbia en Morena y es de todos, hasta del liderazgo más pequeño. (…) Los gobernadores se sienten dueños de los estados”, reseñó el coordinador de los 49 petistas.
Se trata de episodios que ilustran cómo en el gobierno y su partido prevalece un fenómeno iniciado con el sexenio anterior: la política fue enviada a la banca.
No se trata de que Bienestar se moche con las campañas de quienes buscan emular a la senadora Andrea Chávez. Pero sí de establecer un diálogo entre poderes que las administraciones de la 4T desprecian.
Eso explica que la mayoría del gabinete se niegue a comparecer en el Congreso, donde la interlocución con secretarios de Estado fue constante desde el sexenio de Zedillo y hasta Peña.
El hecho de que la Constitución otorgue a los diputados la tarea de evaluar el desempeño del Poder Ejecutivo es motivo suficiente para que el gabinete abra las puertas a todas las fracciones.
La defensa de que sólo los siervos repartan los programas suena correcta. El problema es que ya sabemos -porque Marcelo Ebrard lo denunció- que ese ejército del clientelismo fue parcial incluso en la interna de Morena.
Y el uso faccioso y electoral de esa estructura continúa, a juzgar por la denuncia que hizo, el 10 de abril, el diputado César Domínguez (PRI): “Este delincuente electoral, Jonathan Jardines, delegado del Bienestar de Durango, es el que le está metiendo la mano al cajón para beneficiar los proyectos de Morena”.
El coordinador de los diputados del PAN, José Elías Lixa, resumió el problema cuando se le requirió opinar sobre la molestia con la secretaria Montiel:
“Si ellos se quejan de haber recibido el 10% de lo que los diputados de otros partidos diferentes a la mayoría hemos recibido durante los últimos siete años, seguramente tienen razón; es el trato generalizado que desde un Ejecutivo empoderado y déspota se ha dado a los legisladores de todos los partidos”.
El clientelismo ahora faccioso, la soberbia partidista y el desprecio a los legisladores, incluyendo a los afines al gobierno convertidos en levanta dedos, son evidencia de lo que hemos perdido.
Porque en medio de abusos y resistencias, alguna vez arañamos los parámetros de la democracia plural, deliberativa, donde el diálogo, el acuerdos y los consensos fueron propósito de un país que exige respeto construyéndolo internamente.