Desde principios de 2024 se alertaba sobre brotes de sarampión en algunos países americanos. En un documento del Comité Nacional de Vigilancia Epidemiológica (CONAVE) del 8 de febrero de 2024 se informó que, hasta el 27 de enero, se habían reportado 12 casos en todo el continente: nueve en Estados Unidos, de los cuales siete eran importados; uno en Argentina, uno en Perú y uno en Brasil.
Pero este año se encendieron las alarmas debido a un brote de la enfermedad en México y en los estados de Texas y Nuevo México, en Estados Unidos.
En un aviso epidemiológico de la Secretaría de Salud del 18 de marzo de 2025, sobre la situación epidemiológica en México, se informó que, en relación con el brote de sarampión en el país, el CONAVE había confirmado 43 casos: 39 en Chihuahua y cuatro en Oaxaca. De estos, dos fueron importados y el resto estuvieron asociados a los casos importados.
En Estados Unidos, de acuerdo con información de los departamentos de Salud de Nuevo México y Texas, hasta el 11 de marzo de 2025 se habían notificado 256 casos confirmados, de los cuales 223 se concentraban en Texas y 33 en Nuevo México. También se reportaron dos defunciones.
Un virus altamente contagioso
“Los casos reportados en Estados Unidos parecen pocos, pero el problema es que en ese país hay movimientos antivacunas muy fuertes que evitan que los niños se vacunen, y este brote es una consecuencia de ello”, explicó Susana López Charretón, investigadora del Instituto de Biotecnología de la UNAM.
La mayor parte de los enfermos en México están en Chihuahua y Oaxaca, estados con gran afluencia de turistas. “Chihuahua tiene una frontera muy importante con Estados Unidos y basta con que un niño enfermo esté cerca de personas no vacunadas para que se encienda el fuego”, agregó la investigadora.
“Pero a diferencia de la COVID-19, en el que un enfermo podía contagiar a dos personas como máximo, el sarampión es muchísimo más contagioso, ya que un solo enfermo puede llegar a contagiar hasta a 15 personas. Es como encender una llamita en pasto seco: si la gente a su alrededor no está vacunada, se infecta”, explicó la doctora López Charretón.
La infección se transmite como cualquier enfermedad respiratoria: a través de gotículas de tos, y los síntomas son similares a los de la gripe: fiebre, tos intensa y secreción nasal.
Con la vacuna adquirimos inmunidad permanente
Desde hace cuarenta años contamos con una vacuna muy efectiva contra el sarampión, que se aplica en dos dosis y brinda inmunidad permanente.
“En nuestro país tenemos un buen sistema de vacunación. Son pocos los grupos de madres que no quieren vacunar a sus hijos. Y si ya no se ven largas filas de mamás llevando a sus hijos a vacunarse, es porque ahora contamos con una cartilla de vacunación que indica cuándo deben acudir”, explicó López Charretón.
Sin embargo, a partir de la pandemia hubo un desajuste total: los hospitales estuvieron cerrados, lo que redujo significativamente la cobertura de vacunación, y muchos niños dejaron de recibir sus dosis.
“Ahora tenemos una parte de la población susceptible a la enfermedad, pero desde el año pasado se está tratando de ubicar a quienes no se vacunaron para aplicarles las dosis faltantes”, detalló la investigadora.
“El problema es que, en Estados Unidos, desafortunadamente hay un movimiento antivacunas muy fuerte y el virus es extremadamente contagioso. De cada mil niños que se infectan, uno puede fallecer, lo que representa una tasa de mortalidad muy alta”, advirtió.
Secuelas graves a largo plazo
El sarampión no es exclusivo de la infancia; cualquier persona no vacunada puede contagiarse. La enfermedad dura aproximadamente 15 días, pero puede dejar secuelas graves, como problemas auditivos o encefalitis en niños.
Otra de sus consecuencias es que debilita el sistema inmunológico durante años. Estudios recientes han demostrado que las personas que padecen sarampión sufren una disminución significativa en su sistema inmune.
“Normalmente, durante nuestra vida acumulamos una memoria inmunológica que nos protege de enfermedades previas y también de las prevenidas por vacunas. Sin embargo, se ha visto que quienes padecen sarampión sufren un grave daño en su memoria inmunológica, lo que los vuelve susceptibles a muchas enfermedades”, explicó la académica.
“Cuando alguien se contagiaba de sarampión, después enfermaba de paperas o de otras enfermedades. Ahora entendemos por qué: porque pierden la memoria inmunológica y su sistema de defensa se debilita considerablemente”.
Este hallazgo es reciente, por lo que aún no se han determinado las mejores medidas clínicas para ayudar a quienes han padecido la enfermedad. Sin embargo, se sabe que las secuelas neurológicas pueden ser muy peligrosas.
En México, cuando se detecta un caso, la Secretaría de Salud implementa un cerco inmunológico: vacuna y aísla a toda la familia y a los contactos cercanos, como en una cuarentena, para evitar que la enfermedad se propague.
Sin embargo, en algunas zonas de difícil acceso o donde la detección es tardía, la efectividad de estas medidas se ve limitada.
Promover la vacunación
De acuerdo con la investigadora, la mejor estrategia es seguir promoviendo la vacuna y recordar que el sarampión no es una enfermedad menor, sino una enfermedad grave.
“Creo que en este momento se están tomando las medidas necesarias. Es importante que los programas que alertan sobre estos brotes sean accesibles a toda la población. Además, es fundamental consultar fuentes confiables, porque es muy fácil encontrar información errónea en internet”, enfatizó.
El gobierno ha implementado una campaña de anuncios para recordar a la población que, si un niño no ha recibido la vacuna, debe acudir a su centro de salud para aplicársela.
“La intención es buena, pero vivimos en un país con 130 millones de habitantes y algunas personas están en situaciones muy complicadas. Aun así, creo que se está haciendo lo más posible para brindar información y acceso a la vacunación”, señaló López Charretón.