sábado 08 marzo, 2025
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RIZANDO EL RIZO: Cultura en tránsito. La migración que reconfigura el mundo

Por. Boris Berenzon Gorn

La migración ha sido una constante a lo largo de la historia humana, un fenómeno que, lejos de desvanecerse, continúa siendo nodal para las dinámicas globales contemporáneas. En el contexto del capitalismo, este fenómeno adquiere nuevas dimensiones, transformando no solo las estructuras económicas, sino también la cultura. Desde el siglo XX hasta la actualidad, la relación entre migración y cultura ha sido profundamente compleja y dinámica, especialmente en regiones como Europa, América Latina, Estados Unidos y México. Aquí, buscamos explorar cómo el capitalismo ha resignificado las formas de migración y, a su vez, cómo este fenómeno ha resignificado las culturas, tanto en los países receptores como en los de origen, en un flujo continuo de interacción entre naciones, pueblos originarios, afroamericanos y migrantes.

La migración ha sido históricamente impulsada por diversas fuerzas económicas, sociales y políticas. El siglo XX marcó el inicio de migraciones masivas que adquirieron una nueva dimensión, influenciadas por el auge del capitalismo industrial y las tensiones geopolíticas de las guerras mundiales. Durante este periodo, la demanda de mano de obra barata y las nuevas formas de organización de los sistemas productivos llevaron a millones de personas a desplazarse, tanto dentro de sus países como hacia otros continentes. En Europa, la migración fue en gran parte el resultado de la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando países como Alemania y Francia trajeron trabajadores migrantes desde Italia, España y otras naciones del sur de Europa, así como desde sus antiguas colonias.

Este proceso estuvo directamente vinculado al sistema capitalista, que necesitaba mano de obra para sostener la expansión industrial. Sin embargo, los pueblos originarios y las comunidades afrodescendientes en Europa también contribuyeron con su resistencia cultural a los nuevos procesos de mestizaje y asimilación, manteniendo vivas sus identidades en un contexto europeo que frecuentemente tendía a invisibilizarlas. En América Latina, por otro lado, se experimentaron migraciones tanto internas como internacionales, impulsadas por el desajuste entre la urbanización acelerada y las políticas neoliberales impuestas desde finales del siglo XIX y a lo largo del XX.

Este fenómeno generó movimientos masivos de personas desde áreas rurales hacia las ciudades, además de un creciente éxodo hacia Estados Unidos, especialmente desde México y Centroamérica, impulsado por la búsqueda de mejores condiciones de vida y trabajo. No obstante, no debemos olvidar que las culturas indígenas y afrodescendientes en América Latina, muchas veces marginadas por los procesos de globalización, han jugado un rol esencial en la resistencia contra las fuerzas homogeneizadoras del capitalismo global, defendiendo sus tradiciones, lenguas y formas de vida comunitarias.

En el siglo XXI, la globalización ha intensificado estos movimientos migratorios. El capitalismo global ha abierto nuevas rutas migratorias, favoreciendo el desplazamiento de miles de personas a través de fronteras cada vez más porosas. La crisis económica de 2008, las guerras en el Medio Oriente, las dictaduras y la violencia en América Latina han exacerbado las migraciones, mientras que los mercados laborales han dependido más que nunca de la mano de obra migrante, particularmente en países como Estados Unidos y los miembros de la Unión Europea. Este flujo no ha sido un proceso sencillo, pues las culturas migrantes se han visto desafiadas por la imposición de estructuras capitalistas que, en ocasiones, intentan homogeneizar las identidades y borrar la rica diversidad cultural de los pueblos originarios y afrodescendientes que acompañan estos movimientos.

El capitalismo no solo cambia los flujos migratorios, sino también las culturas de los países de origen y destino. En un sistema globalizado, la cultura se ha transformado en un bien de consumo. La migración también provoca una compleja interacción entre culturas, dando lugar a procesos de mestizaje, resistencia cultural y transformación de identidades. En este proceso, la figura del migrante se convierte en un agente dinámico en la creación de nuevas formas de pertenencia y cultura, buscando, a menudo, equilibrar la preservación de sus tradiciones con la necesidad de adaptación al entorno receptor.

Las comunidades migrantes crean así una “cultura de la migración”, marcada por un sentido de pertenencia a dos lugares simultáneamente. Este mestizaje cultural, aunque implique la asimilación de algunas características de la cultura receptora, preserva vivos los elementos culturales del país de origen. Los países receptores, por su parte, también experimentan un cambio cultural, un proceso que se nutre tanto de oportunidades como de tensiones.

El capitalismo, al fomentar el individualismo y la competencia, tiende a promover una visión homogénea de la sociedad, que a menudo entra en conflicto con las realidades multiculturales derivadas de la migración. En Europa, los flujos migratorios de las últimas décadas, especialmente los provenientes de África, el Medio Oriente y Asia, han evidenciado la tensión entre el multiculturalismo y el nacionalismo. En países como Francia, Alemania y el Reino Unido, el debate sobre la integración de los migrantes se ha intensificado, no solo por temas económicos, sino también por el impacto que la presencia de culturas diversas tiene sobre las tradicionales culturas nacionales europeas.

En Estados Unidos, la migración de latinoamericanos y asiáticos ha dejado una marca profunda en la cultura estadounidense, dando lugar a lo que muchos consideran una “cultura híbrida”. A través de la música, la gastronomía, el cine las tradiciones y las costumbres, los migrantes han dejado una huella indeleble en la identidad nacional. Sin embargo, también ha surgido una reacción en contra, con el fortalecimiento de posturas nativistas y antinmigración, especialmente bajo gobiernos que buscan restringir la entrada de migrantes.

La relación entre migración, capitalismo y cultura en América Latina es igualmente compleja. La migración interna ha sido un fenómeno clave en la región, con millones de personas desplazándose desde las zonas rurales hacia las urbanas en busca de mejores oportunidades. Este fenómeno ha transformado las culturas locales, creando nuevos estilos de vida urbanos y alterando la percepción de las tradiciones rurales. No obstante, las comunidades afrodescendientes e indígenas han jugado un rol crucial en la resistencia a las presiones del capitalismo global, a través de movimientos sociales que defienden la preservación de lenguas originarias, formas de vida comunitarias y la resistencia al neoliberalismo que ha llevado a la privatización de recursos y al despojo de tierras.

El capitalismo estadounidense ha jugado un papel fundamental en la creación de un sistema dependiente de la migración. El “Sueño Americano”, aspiración para muchos migrantes de diversas partes del mundo, está estrechamente relacionado con la promesa de movilidad social y económica. No obstante, esta promesa está plagada de contradicciones, ya que las políticas migratorias restrictivas y un capitalismo que explota la mano de obra migrante han generado tensiones y resistencias culturales, especialmente entre los pueblos originarios y afroamericanos. Los migrantes latinoamericanos, africanos, asiáticos y europeos han contribuido enormemente a la cultura estadounidense, creando una identidad multicultural que es tanto un reflejo de la diversidad como un producto del capitalismo.

Las industrias culturales, desde Hollywood hasta la música popular, han aprovechado esta diversidad, pero también han sido responsables de una homogeneización cultural que a menudo pretende borrar las identidades específicas de los grupos migrantes. Por ello, la resistencia cultural de los pueblos originarios y afrodescendientes sigue siendo esencial para mantener vivas sus historias y legados en el tejido cultural de las naciones receptoras.

México, como país de origen y destino de migrantes, presenta una realidad cultural compleja. La migración hacia Estados Unidos ha sido uno de los fenómenos más significativos del país, con millones de mexicanos desplazándose hacia el norte en busca de mejores oportunidades. Esta migración ha tenido un impacto profundo tanto en las comunidades mexicanas que migran como en las que permanecen en el país, creando una cultura fronteriza caracterizada por un mestizaje de influencias culturales. No obstante, la resistencia de los pueblos indígenas y afrodescendientes en México ha sido clave para preservar su patrimonio y su autonomía frente a las presiones del capitalismo global.

El capitalismo y la migración seguirán moldeando la cultura global en las próximas décadas. Los flujos migratorios continuarán siendo una fuente de transformación cultural, tanto para los migrantes como para los países receptores. También existe una creciente resistencia a las fuerzas que buscan homogeneizar las culturas bajo el capitalismo global. En este sentido, las culturas híbridas, el mestizaje y las identidades transnacionales seguirán siendo fundamentales en la creación de nuevas formas de vida en un mundo cada vez más interconectado, pero también más desigual.

La migración, por tanto, no solo responde a las necesidades económicas, sino que representa una oportunidad para la creación de nuevas formas de identidad cultural, que desafían las estructuras impuestas por el capitalismo y abren un camino hacia una cultura sistémica más inclusiva, diversa y respetuosa de las tradiciones de los pueblos originarios y afrodescendientes sin concesiones y lejos de las actuaciones hegemónicas.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

La música yiddish, profundamente vinculada a la tradición judía, representa un símbolo significativo de la cultura, la migración y la identidad de los pueblos judíos. Originaria de Europa Central y del Este, esta música refleja las vivencias de comunidades desplazadas por la persecución y las migraciones forzadas. A través de sus melodías y letras, que a menudo combinan elementos de la música folk europea con influencias judías, la música yiddish preserva las historias, las luchas y las alegrías de aquellos que se vieron obligados a abandonar su tierra natal. En el contexto de la diáspora, esta música no solo se convirtió en una herramienta para mantener la identidad cultural, sino también en un medio para expresar la resistencia, la esperanza y la adaptación en un mundo en constante cambio. Así, la música yiddish es un testimonio sonoro de la fuerza y resistencia de un pueblo y de cómo la música puede servir como ancla cultural frente a la adversidad de la migración.

Narciso el Obsceno

Breve oda al narcisismo  

Oh, narcisismo, dulce reflejo, en el espejo hallas tu consuelo, con cada mirada, un mundo entero, y el amor propio como una bandera al viento. Te admiras, te apruebas, te veneras, sin prisa, sin dudas, sin fronteras, en tu reino de vanidad risueña, eres rey, eres sol, eres estrella. Qué placer tan divino y tan sincero, el encanto de ser el primero, un toque de amor por uno mismo, y el mundo sigue, admirando tu hechizo.

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