Por. Marissa Rivera
Después del conato arancelario, Donald Trump cambió la imposición de aranceles por la imposición de condiciones.
El oficialismo y sus huestes mantienen el confeti en la cabeza, por lo que ellos califican como “logro”, “triunfo”, “ganamos”, “hazaña”, “la mejor presidenta del mundo” y ese tipo de arrebatos, para sobredimensionar un hecho: solo se ganó tiempo. Treinta días, que pasan rápido y ya van cuatro.
En el 2019, en un escenario parecido, Trump pidió 6 mil elementos al gobierno anterior y les dio 90 días para contener el flujo de migrantes y desactivar el tráfico de personas en la frontera sur, con la amenaza de imponer un arancel del 5 por ciento.
Ahora pidió 10 mil elementos de la guardia nacional para cubrir la frontera norte, para tres temas cruciales: migración, desmantelar organizaciones criminales y detener el tráfico de fentanilo, para lo cual dio un plazo de 30 días para que haya resultados o impondrá aranceles de 25 por ciento.
Ante esos datos y con la retórica de ganar o perder, el actual gobierno perdió y el anterior ganó.
Pero enfrascarse en eso es perder el tiempo.
Si deveras se ganó algo, es que el gobierno federal aleje sus filias para enfrentar al crimen organizado que invade al país y tiene a los mexicanos hundidos en la zozobra.
Duele reconocer que haya sido la presión de un gobierno ajeno el que obligara al nuestro a ponerse las pilas y brindarnos lo más preciado que tenemos y que la lucha entre los cárteles nos ha quitado: la seguridad.
Por ningún lado se veía ese panorama y menos cuando afines a la 4T apoyan al gobernador más repudiado del momento, Rubén Rocha Moya de Sinaloa, por sus ligas y permisibilidad con el narcotráfico.
Los señalamientos del presidente Trump y de Marco Rubio, secretario de Estado, en torno al control que tiene el crimen organizado auspiciado por el gobierno mexicano, son frases que los lacera, pero que evaden de inmediato.
El tema y lo importante es que hay mucho que hacer para las autoridades mexicanas, porque si no satisfacen al presidente de los Estados Unidos, México sería el gran perdedor.
Según un análisis del Instituto de Investigación Estadounidense Brookings el PIB con la imposición de aranceles y represalias entre los tres países, México caería 3.14 por ciento, frente al 3.2 por ciento de Canadá y 0.32 por ciento de Estados Unidos.
México perdería de 2.2 millones de empleos, el equivalente 10 veces el número de empleos generados en el país, en el 2024.
Canadá perdería 510 mil plazas y Estados Unidos 400 mil.
El salario en México caería 7 por ciento, en Canadá 4.9 por ciento y Estados Unidos 0.5 por ciento.
Las primeras pláticas ya han ocurrido. Ayer conversaron Marco Rubio y Juan Ramón de la Fuente, y se confirmaron las peticiones del país del norte.
Hablaron de “acciones concretas para asegurar la frontera”, “desmantelar las organizaciones criminales”, “detener la migración ilegal” y “detener el flujo de fentanilo y precursores químicos”.
Del tráfico de armas que presuntamente México puso en la mesa de negociación no se dice una sola palabra.
Parece que ese compromiso de Estados Unidos para evitar el tráfico de armas de alto poder a México solo es un deseo mexicano.
No hay de otra, nos impusieron tiempo y condiciones y aún no hay nada que celebrar. Ya no se necesita cabeza fría, se necesitan acciones.