Por. Saraí Aguilar
X @saraiarriozola
El cordón siempre se rompe por lo más delgado y las desgracias siempre recaen en los más vulnerables.
Parece la ley de la vida y en esta ocasión no fue diferente. Un niño de seis años perdió la vida tras ser abandonado en el interior de un departamento en la alcaldía Benito Juárez de la Ciudad de México.
Los hechos ocurrieron el pasado 30 de diciembre. Policías asistieron al domicilio donde habitaba el menor tras recibir un llamado de auxilio de un departamento ubicado en avenida Insurgentes. En el sitio, los agentes lo hallaron postrado sobre una cama y en un visible estado de desnutrición e incluso dialogaron con su madre.
Al ser trasladado al hospital falleció, presuntamente por el grado avanzado de desnutrición y ni su madre ni ningún otro familiar se acercó a preguntar por él ni hubo a quién comunicar la noticia pues fue dejado en abandono. El mismo abandono que sufrió en vida.
Presuntamente la madre es una mujer rusa de quien inmediatamente se dijo que se dedicaba a algún tipo de trabajo sexual, porque en este mundo de hombres siempre es necesario marcar los rasgos que puedan manchar más a las mujeres. Se tardó más tiempo, por ejemplo, que se cuestionara quién es el padre y por qué él tampoco estaba presente.
Y al final se ventilaron detalles. En apariencia, la madre del niño fallecido llevaba meses señalando el abandono por parte del padre del infante, tanto emocional como económicamente.
Nada exime de responsabilidad a la madre, a quien si bien se ha apelado a la perspectiva de género para poder entender su situación desesperada, ésta no justifica ni hace comprensible que una infancia sea abandonada hasta la muerte por inanición y el dejar su cuerpo sin reclamo.
No obstante, es hora de que las responsabilidades y la mirada juzgadora de la sociedad también se posen sobre el padre, quien fue un deudor alimentario de su hijo. Al parecer para muchos esto es un asunto menor.
“Él no mató a su hijo, ella sí, pues lo dejó morir”. ¿No? Ni siquiera ha dado la cara para poner una denuncia por la muerte de su hijo. Ha mantenido el mismo patrón omiso, ausente.
“Los deudores alimentarios no matan, solo son irresponsables”. “¿Por qué no lo denunció?”.
Pregúntenle a Astrid Yáñez. El 28 de diciembre, su pareja Jesús Fernando entró en la casa donde vivía la joven de 26 años junto con su hijo Dante, de seis, a quienes apuñaló y después incendió junto con su vivienda. Astrid lo había demandado por ser deudor alimentario y había presionado para que no le dieran un cargo (El País).
Nada justifica a quienes arrebatan las vidas a las infancias. Pero tampoco minimicen el papel de los deudores alimentarios, quienes no solo deben pensiones, sino deben presencia en las vidas de muchas infancias.