Por. Saraí Aguilar
La reciente Feria Internacional del Libro de Monterrey se ha ido abriendo camino como uno de los principales encuentros literarios del país. Es considerada además como la feria con el mayor promedio de venta de libros por persona de México, de acuerdo con un reportaje publicado por el diario español El País.
Esto concuerda con datos estadísticos. De acuerdo con el INEGI, el promedio de lectura en el estado es mayor al nacional. El Módulo de Lectura del INEGI señala que los libros leídos por persona en México son 3.4 al año, mientras que en Nuevo León, de acuerdo con la Encuesta de Hábitos y Consumo Cultural 2023 el promedio alcanza los 4. Sin embargo, casi el 60% de la población no lee libros.
Y mientras algunos puedan comentar que la compra en la feria no necesariamente implica que los libros se lean, sino que se juegue a ser parte de la población “culta” y “letrada” de la comunidad, la parte que es innegable es que para formar parte de este selecto grupo de snobs hay que tener capital económico.
A veces decimos que no leen porque no quieren. Pero nunca se considera el que no se lea porque no se puede. Y el no poder implica el acceso a las librerías y clubes de lectura que en ocasiones se muestran como lugares para unos cuantos y no para todos. Y en echarse flores los políticos son expertos.
En un país con precios muy por encima del nivel adquisitivo de la población, las bibliotecas se convierten en una de las principales formas de acercamiento a la lectura. La red pública mexicana cuenta con casi 7 mil 500 instalaciones que acogen a 20 millones de usuarios al año, de acuerdo con datos oficiales de la administración saliente.
Para el director del Fondo de Cultura Económica, Paco Ignacio Taibo III, las campañas de fomento que ha habido hasta ahora eran absurdas, se basaban en: ‘Eres un burro si no lees’, y caían en el vacío. “Yo creo en el libro de abajo hacia arriba”, sintetiza el escritor.
Pero el problema va más allá. Pues Taibo hablaba en 2023 de esas fallidas políticas, pero en este nuevo sexenio el repetirá su encomienda. Si bien esas políticas fueron fallidas, en 2018 al 2024 no ha habido políticas lo suficientemente eficaces para cambiar la consciencia de clase en torno a la lectura.
No sólo se trata de cantar cifras. El problema es que no es lo mismo tener disponibilidad que tener acceso, apunta en una entrevista Socorro Venegas, directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Hay una gran cantidad de material disponible en bibliotecas, librerías o ferias, pero el reto es conseguir que la gente “traspase el umbral para llegar ahí y disfrutar de lo que hay”. La falta de tiempo, considera, a veces significa en realidad “falta de disposición emocional o psicológica”.
Urge romper el cerco esnobista en torno a la lectura. Quitar el símbolo de estatus alrededor de la lectura y políticas de clase. La lectura nos pertenece a todos. Sin distinción de géneros y categorías.
