Boris Berenzon Gorn
En el tejido histórico y político de México, la lucha por la igualdad de género ha estado marcada por barreras sutiles pero profundas, conocidas como el “techo de cristal”¹. Este concepto describe las limitaciones invisibles que impiden a las mujeres avanzar en sus carreras y alcanzar posiciones de liderazgo, a pesar de sus capacidades y logros. Ifigenia Martínez Rodríguez emerge como una figura emblemática en la lucha contra este techo, y su legado se entrelaza con los recientes avances representados por Claudia Sheinbaum, quien se convirtió en la primera presidenta del país. En estas líneas hacemos un incipiente conteo de la importancia de Ifigenia Martínez, a través de su trayectoria y sus propuestas políticas de izquierda, que han desafiado estas barreras, la evolución de la política mexicana respecto al empoderamiento femenino, y el impacto cultural y simbólico de estos eventos en la historia de México.
Ifigenia Martínez Rodríguez nació en 1928, en un México donde las mujeres enfrentaban serias limitaciones para acceder a la educación superior y a roles de liderazgo. A pesar de estas restricciones, Martínez emergió como una figura clave en la política y la economía mexicana, desafiando las normas establecidas y pavimentando el camino para futuras generaciones de mujeres.
Su formación académica en economía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) fue el primer paso de una carrera que se destacó por su compromiso con la justicia social y la equidad. En un entorno político dominado por hombres, Martínez se unió al Partido Comunista Mexicano (PCM) y, posteriormente, al Partido de la Revolución Democrática (PRD), donde su enfoque en la redistribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades la convirtió en una defensora notable de políticas progresistas. Y ahora en Morena desde su fundación.
Martínez fue una de las primeras mujeres en ocupar cargos de relevancia en la política mexicana, y su trabajo en el campo de la economía y las políticas sociales reflejó su convicción de que la equidad de género y la justicia social son fundamentales para el progreso del país. Su papel como pionera en un contexto adverso la estableció como un símbolo de resistencia y cambio.
El “techo de cristal” en México ha sido una barrera significativa para la participación femenina en la política y en posiciones de poder. Aunque el país ha visto avances en la inclusión de mujeres en diversos ámbitos, el acceso a los cargos más altos de poder ha sido históricamente limitado. La representación femenina en el Congreso, el gobierno y otras instituciones clave ha sido desigual, reflejando las profundas desigualdades culturales y sociales que persisten.
La historia reciente de México muestra un avance gradual en la participación de las mujeres en la política. Desde la reforma constitucional de 2014, que estableció cuotas de género en las candidaturas, hasta la implementación de políticas que fomentan la paridad en los cargos públicos, el país ha realizado progresos significativos. Sin embargo, a pesar de estos avances, el ascenso a posiciones de liderazgo ha seguido siendo un desafío para muchas mujeres.
La figura de Ifigenia Martínez se erige como un hito en este contexto. Su carrera ejemplifica cómo las mujeres pueden superar barreras significativas a través de la perseverancia y el compromiso. Martínez no solo rompió con el techo de cristal en su propia carrera, sino que también sentó un precedente para futuras generaciones, demostrando que el liderazgo femenino es no solo posible, sino esencial para una democracia vibrante y equitativa.
La entrega de la banda presidencial: Un acto de significado y significantes
El episodio de Ifigenia Martínez al entregar la banda presidencial a Claudia Sheinbaum en 2024 es un momento de gran simbolismo y trascendencia en la historia política de México. Este evento no solo marca la culminación de décadas de lucha por la igualdad de género y la justicia social, sino que también representa una ruptura significativa con las tradiciones históricas.
Para Martínez, este acto es un cierre simbólico de una era de resistencia y esfuerzo por la inclusión. Ella, como pionera en el ámbito político, entrega el poder a una sucesora que encarna los ideales de equidad y reforma que ella misma defendió durante su carrera. La elección de Claudia Sheinbaum como presidenta refleja una evolución en la percepción y la aceptación del liderazgo femenino en México. Este momento también tiene un significado profundo en términos de representación. La llegada al poder de una primera mujer representa una consolidación de los avances en la política mexicana, destacando la importancia de la paridad y la inclusión. El gesto de Martínez simboliza el reconocimiento de estos logros y la afirmación de que las mujeres tienen un papel central en la configuración del futuro del país.
La “larga duración” en la historia de México es esencial para comprender el significado de estos eventos. Este concepto se refiere a la acumulación gradual de esfuerzos, cambios y logros que han permitido a las mujeres avanzar en la política y en otros ámbitos de la vida pública. La lucha por la igualdad de género ha sido un proceso continuo, con avances parciales y desafíos persistentes. Desde la obtención del derecho al voto en 1953 hasta las reformas recientes que han promovido la paridad de género en las candidaturas y en el Poder Legislativo, cada paso ha sido crucial en la construcción de una mayor representación femenina. Estos avances han sido el resultado de décadas de activismo, reformas legales y cambios culturales que han abierto nuevas oportunidades para las mujeres.
La trayectoria de Ifigenia Martínez refleja los frutos de estos esfuerzos acumulativos. La visibilidad y el éxito de estas líderes son testimonio de la transformación que ha ocurrido en la política mexicana, en la cual las mujeres están comenzando a ocupar posiciones de liderazgo de manera más equitativa.
El “tiempo de mujeres” en México representa un período de transformación cultural profunda. Esta era está marcada por un creciente reconocimiento y valoración de las contribuciones femeninas en todos los aspectos de la vida pública. La presencia de mujeres en roles de liderazgo no solo desafía los estereotipos tradicionales, sino que también impulsa un cambio en los valores culturales hacia una mayor inclusión y equidad.
La visibilidad de figuras como Ifigenia Martínez actúan como un catalizador para el cambio cultural. Estos eventos subrayan la importancia de continuar trabajando hacia una sociedad donde la igualdad de oportunidades sea la norma. La política, en este contexto, se revela como una herramienta poderosa para la transformación social, permitiendo que las mujeres jueguen un papel central en la construcción de un futuro más justo y equitativo.
La trayectoria de Martínez, con su compromiso con la justicia social y la equidad de género, ha sido fundamental para abrir camino para futuras generaciones de mujeres líderes. La entrega de la banda presidencial a Sheinbaum simboliza el reconocimiento de este legado y la afirmación del valor de la política como motor de cambio social.
La entrega de la Medalla de Honor Belisario Domínguez en el 2021 desató una polvareda de politiquería de la que hace falta desprenderse.
El Senado de la República decidió condecorar a una de las mujeres más importantes en el desarrollo de la democracia del país y eso es mucho más importante que la agenda que paralelamente busque impulsar uno u otro grupo político. La presea fue entregada a la economista, diplomática y política Ifigenia Martínez, una mujer que ha luchado contra la desigualdad, la pobreza y el autoritarismo, contribuyendo a la construcción de los valores e ideales que hoy cimientan a nuestra nación.
La figura de Ifigenia Martínez destaca en la historia moderna de México por su notable participación en los ámbitos político, diplomático y académico. Aunque el relato ha sido contado sin ella —o mencionando su participación apenas por encima—, lo cierto es que la hoy diputada ha marcado una huella profunda en el desarrollo del país. Además de una férrea lucha contra la desigualdad y la pobreza, Martínez ha sido una economista destacada, hecho que se hizo manifiesto al convertirse en la primera mujer mexicana en obtener una Maestría en Economía en la Universidad de Harvard, un hito que marcaría una carrera destacada por sus batallas en favor de la gente.
La política y economista es mucho más conocida por ser parte de los grandes hitos que forjaron la democracia nacional. Formando en un principio parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Martínez se inconformó con los mecanismos de esta institución, que permanecían atados en un pasado rancio y autoritario que urgía cambiar. La nostalgia hacia el sistema anquilosado impedía a este cuerpo político seguir los nuevos rumbos que el país necesitaba; no así algunos destacados integrantes, quienes formaron en su interior la Corriente Democrática.
Esa Corriente sería la semilla que generaría un cambio radical para el sistema político mexicano, aunque en su tiempo no pareciera más que un grupo de revoltosos enojados por no haber sido tocados por las generosas manos de los líderes. Lo cierto es que esta rebeldía generaría una ruptura irreparable, dando paso a una escisión de la que nacería el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Este partido, fundado, entre otros, por Ifigenia Martínez, impulsó distintos cambios democráticos e incluso en favor de los derechos humanos que fueron de suma trascendencia para México, aunque hoy han bifurcado sus caminos.
Para Julio Labastida, fueron tres grietas por las que se coló lo que pudo haber sido la gran crisis democrática de 1997. La primera fue que el PRD se ganó su papel de “interlocutor válido”. Su fuerza y las condiciones fueron tales que el entonces presidente Ernesto Zedillo se vio orillado a dialogar con él, en vez de seguir las tradicionales y sofocantes prácticas represivas. En este diálogo, el político buscaba una legitimación para sus reformas y el régimen completo. Las otras dos grietas fueron la aprobación, por primera vez unánime, de reformas constitucionales, y el hecho de que el PRI se convirtiera en una primera minoría dentro del Poder Legislativo, haciendo necesarios nuevos mecanismos de negociación y legitimación.
Desde una perspectiva congruente y sensata, Ifigenia también ha impulsado la igualdad de género y el combate a la pobreza a través de la política fiscal. En términos electorales, destacó por ocupar cargos relevantes, en victorias históricas, como el escaño en el Senado que consiguió convirtiéndose en la primera legisladora electa para esta Cámara por el Distrito Federal desde un partido de oposición. Sin embargo, su lucha ha sido mucho más sigilosa, mucho menos ansiosa de los reflectores, pero no por eso menos asertiva y contundente.
Se condecoró a una grande de la historia moderna en México, una mujer que sin lugar a dudas ha dejado ya su marca en el curso de la nación al mismo tiempo que un sentido de la república.
En la larga duración de la historia mexicana, estos eventos destacan cómo los esfuerzos acumulativos por la igualdad han dado lugar a una nueva era de liderazgo femenino. La política, como herramienta de transformación, permite que las mujeres desempeñen un papel crucial en la construcción de una sociedad más equitativa y democrática. La historia de México continúa siendo escrita por aquellas que, como Ifigenia Martínez y Claudia Sheinbaum, han desafiado las barreras y han demostrado que el liderazgo femenino es esencial para el futuro del país.