sábado 07 septiembre, 2024
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Uso del brasier, ¿exigencia patriarcal o convención social?

Un día a Gina se le ocurrió salir con una blusa strapless y sin brasier. De vacaciones en Morelia con un par de amigos, paseaba por la calle. De repente, desde un carro que pasaba el conductor le gritó: ¡Qué bonitas chichis tienes mamacita!

Gina se sintió muy avergonzada, no sólo con ella misma, también con sus amigos quienes la miraron sin saber cómo reaccionar. Desde ese día decidió que nunca más saldría sin brasier, no volvería a exponerse de esa forma.

María Luisa vive en la Península de Yucatán, usa talla 36 en brasier y por varias razones se siente más cómoda sin usar esta prenda. Por ejemplo, debido al calor extremo de la zona donde vive, el sudor se acumula entre los senos y le causa mucha comezón, además, las varillas la lastiman.

Sin embargo, no puede salir sin brasier porque sus pezones se marcan bajo la blusa y la mirada de los hombres la hacer sentirse incómoda. Incluso, las mismas mujeres también la han visto mal. “Siento como si los pezones fueran un tabú que todavía no se radica en la sociedad”.

En la historia, el uso de esta prenda ha permanecido durante generaciones y se ha convertido en un accesorio imprescindible en el guardarropa de las mujeres, pero en torno a su uso hay posturas contradictorias. Por ejemplo, ¿se trata de una imposición social? o ¿su uso es necesario para que los pechos no se caigan? ¿Cuál es la realidad?

Desde el feminismo

En entrevista para UNAM Global, Nelly Lucero Lara Chávez, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género, explicó que el cuerpo de las mujeres tiene una significación distinta al de los hombres por lo que ha estado sujeto a mayores restricciones.

Tradicionalmente se le han impuesto diques para ser representado de una forma muy particular y eso nos habla de violencia, represión y opresión. De hecho, el uso del brasier ha sido empleado para diseñar y moldear el cuerpo de las mujeres.

Su uso comenzó en el imperio romano para diferenciar al cuerpo femenino y así exaltar los senos. De hecho, se ligaba a una exigencia de femineidad de aquella época y con la belleza, pero solo las mujeres con mayores recursos económicos podían acceder a su uso.

Más tarde, en el siglo XVII con la Ilustración surgió la primera ola del feminismo y las mujeres se rebelaron contra el uso del corsé, que si bien no era un brasier sí se trataba de una prenda impuesta al género femenino.

Las mujeres se rebelaron contra su uso porque pensaban que se trataba de una restricción social. A partir de ese momento, el abandono del corsé se convirtió en un símbolo para derrocar de forma física y simbólica el patriarcado, y así dar cuenta del avance de las mujeres en la sociedad.

Durante el siglo XX, en la década de los años veinte, surgió la segunda ola del feminismo, cuando las mujeres sufragistas viven una transición del corsé hacia el brasier, que es un accesorio mucho más ligero y holgado.

En la década de los 60s, durante la tercera ola feminista, las mujeres relacionaron el uso del brasier con una imposición patriarcal. En 1967 en un concurso de belleza, un grupo protestó quitándoselo.

Actualmente, a este acto se le conoce como la quema de los brasieres y es un gran símbolo feminista, porque plantea prescindir de esta prenda, los diques que moldean y estructuran el cuerpo femenino.

El brasier estaba ligado a una convención social, una exigencia de belleza y una estética impuesta al cuerpo de las mujeres. “Ahí nos damos cuenta que la vestimenta es un reflejo de los cambios sociales que atraviesa el devenir del tiempo”.

En 2011, durante la cuarta ola del feminismo aparece nuevamente el discurso de erradicar el uso del sostén. En términos históricos eliminarlo ha sido una liberación; por ejemplo, las mujeres de la generación millennial no lo usan.

El uso del sostén, sobre todo para el feminismo, representa una exigencia patriarcal y en el devenir del tiempo se ha convertido en una indumentaria prescindible. En cambio, no usarlo configura un movimiento feminista hacia la libertad para decidir sobre sus propios cuerpos.

La crítica social por no usarlo

Renata tiene 14 años, Luisa 32 años, Lizbeth 39 años, Gina 45 años, todas usan tallas distintas de brasier, pero curiosamente coinciden en que no pueden salir a la calle sin usarlo porque los hombres las miran con lascivia y las mujeres las juzgan.

De acuerdo con Nelly Lucero Lara Chávez hay un estigma social sobre las mujeres que no usan brasier, y pueden ser catalogadas como descuidadas o que intentan levantar pasiones en los hombres.

Las que se atreven a no utilizarlo tienen una alternativa: usar accesorios para evadir este tipo de situaciones. Por ejemplo, las bufandas que tapan justo los pezones.

El cuerpo es una construcción cultural y discursiva, es decir, le asignan significado. En este caso, encontramos disparidad entre hombres y mujeres, porque ellos sí pueden mostrar los pezones y las mujeres no. “Al final, siguen siendo pezones y pechos”.

De hecho, algunos hombres tienen pechos más desarrollados y pueden asemejarse medianamente al de las mujeres. Sin embargo, el cuerpo femenino se plantea desde otra óptica y lejos de favorecer la libertad, se convierte en una perspectiva restrictiva y deben cubrir sus pezones.

Esto limita el actuar de las mujeres porque deben pensar en qué ropa utilizar, ya sea playera o blusa. Por ejemplo, Renata de 14 años entrena futbol en la UNAM, usa la talla más pequeña de brasier y se lo pone para que no se noten los pezones.

“A veces la gente se te queda viendo y te hacen creer que es inmoral no usarlo”, explicó la joven. Sin embargo, se siente más cómoda cuando no lo usa, que regularmente es en su casa. Se siente más libre y tiene mayor movilidad.

UNAM Global

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