Por. Raúl Rodríguez Rodríguez
Un rumor recorre las clases medias: ‘esto ya valió madres, huyamos’. ¿Irse a dónde, al territorio que está por recuperar Trump con su antimexicanismo, lleno de ciudades fantasma y con una grave crisis social? ¿Fugarse a la Europa en crisis económica total por la guerra de Ucrania y dónde los xenófobos quieren expulsar a los inmigrantes? ¿Radicarse en la Sudamérica empobrecida o en la China sin derechos? Mejor hagan patria desde la patria, empezando por entender lo que está pasando.
Para comprender el tsunami morenista de este domingo debemos saber que esto se ha estado dando también en otras partes del planeta. Esos electores “pobres” que aquí optaron por la 4T son lo que se conoce como “los excluidos de la Globalización” a nivel mundial. Esos mismos que en Estados Unidos apoyan a Trump, a Erdogan en Turquía o a Milei en Argentina. Los mismos que en Europa se han volcado hacia la Xenofobia queriendo expulsar a los extranjeros, ante la escasez de oportunidades laborales que sufren. Es decir, ya sea voto de derecha o de izquierda, las mayorías en el mundo están expresando su hartazgo.
Veamos el triunfo de Sheinbaum desde el contexto mundial y del Siglo XXI en su conjunto: El cambio climático nos impone a todos los seres humanos una angustia existencial, donde difícilmente nos interesamos en el futuro lejano, pues todo parece indicar que la especie humana pronto llegará a su fin. Lo que importa es gozar ahora, disfrutar hoy sin pensar en el mañana. Por eso la oferta obradorista es tan efectiva: te regala dinero hoy. Del futuro que se encarguen otros. Las innovaciones tecnológicas, las redes sociales, la inteligencia artificial, todo influye también en el cortoplacismo que vivimos todos.
No estoy diciendo que esa política social obradorista sea mala o buena. Ese no es el punto de este texto.
Lo que quiero enfatizar es que no acaba de entenderse que México es un país con un electorado mayoritariamente de pobres, y el único que les habló fue Morena. Esto no necesariamente significa que ese partido sea la mejor opción para el país, pero por lo pronto desde el punto de vista propagandístico, por supuesto que si lo fue. Su oferta y mensaje fueron consistentes con lo que el votante mayoritario pedía y esperaba.
En ese sentido, a quienes se rasgan las vestiduras pronosticando el Apocalipsis nacional, tras el triunfo de Sheinbaum, les recuerdo que esta nación ya sobrevivió las improvisaciones, ocurrencias y corruptelas de Salinas, Echeverría, Jolopo o Fox. ¿Acaso ya nadie recuerda el hartazgo nacional contra Peña y el desastre que arrastraba consigo? Su popularidad llegó a caer hasta sólo 15 por ciento, si mal no recuerdo.
La República sobrevive ahora tras seis años de AMLO. Así que un nuevo sexenio no hará la diferencia. Parece un juego de palabras pero es cierto: México es más grande que sus problemas.
Desde nuestra soberbia clasemediera y urbana, ignoramos que en el México profundo hay millones de compatriotas que cada noche se van a la cama sin haber probado alimento alguno. De ese tamaño es la desigualdad en nuestro país.
Para nosotros, que jamás hemos carecido de lo esencial, no nos hace sentido que los apoyos sociales definan la vida de millones de personas y por ende, constituyan el andamiaje de esa marea gigantesca de votos que obtuvo -otra vez- Morena.
Por eso haberse atrincherado en el nicho denominado “fifí” resultó criptonita pura para Xóchitl y la oposición en general. No era a ese segmento de la clase media al que debía enfocar sus esfuerzos la opositora, mismo que por cierto -cabe enfatizar- acabó traicionándola, pues la también llamada “burguesía” no salió a votar masivamente, como su candidatura requería.
¿Para qué dedicar sus principales mensajes a un segmento que ya tenía ideológicamente de su lado, y dejar a merced de Morena al resto de los electores? Esto explicaría parte del tsunami que barrió con la alianza opositora.
Hay grandes acertijos por delante. ¿Cómo mantendrá el nuevo gobierno el fondeo a los programas sociales, sin endeudarse? ¿Seguirá debilitándose el estado de Derecho? ¿Seguirá o no la política de abrazos y no balazos? ¿Se reconocerá finalmente el desastre en el Sector Salud? ¿Se seguirá la estrategia obradorista de polarización o habrá distensión política? ¿Habrá intentona de maximato o Sheinbaum tendrá pleno control del aparato? Antes de la próxima Navidad lo sabremos.
Si bien el legado de este sexenio tiene grandes claroscuros -la crisis aeroportuaria, la devastación ecológica del Tren Maya, el endeudamiento de fin de sexenio, la tolerancia a la delincuencia, el desmantelamiento del Sector Salud- también está ahí en contraparte la dignificación histórica que se logró del salario mínimo, la re orientación del presupuesto federal hacia el gasto social, la mejora en recaudación fiscal, la duplicación histórica del período vacacional laboral y la estabilidad macroeconómica. Cimientos de una justicia social largamente anunciada pero jamás cumplida.
Tenemos a favor el nearshoring, las remesas multimillonarias provenientes de Estados Unidos que fortalecen a la economía, y también contamos con nuestros grandes recursos naturales, que son clave en este siglo. Ahí está la promesa de Sheinbaum en su discurso de triunfo, de recurrir a las energías renovables, donde México tiene gran potencial. Es un primer anuncio de que pondrá distancia de AMLO en ciertos temas, pues el tabasqueño privilegió sólo los combustibles fósiles, con todo lo que ello implica a nivel macro.
Pero sobre todo, estos dos sexenios morenistas –AMLO, Sheinbaum– le dan a México una ventana de oportunidad para evitar un estallido social. De haber seguido la política macroeconómica que en términos generales conocíamos como “neoliberal”, muy probablemente tarde o temprano se habría registrado un estallido social, mismo que habría costado más puntos del PIB que la cancelación del aeropuerto de Texcoco.
Así que cuando no estamos de acuerdo con determinada tendencia ideológica o cierto triunfo electoral, deberíamos dar la batalla dentro de la patria y no haciendo fugas geográficas. Lo que propongo es modificar la legislación electoral actual, para facilitar la creación de nuevos partidos políticos, con lo que se facilite liquidar el oligopolio partidista actual, que ahoga a nuestra democracia. Ese debería ser el objetivo principal de la sociedad civil.
Como apunte final, a quienes se alarman de que el Poder Judicial sea desmantelado, les recuerdo que hoy no sirve para un carajo pues la impunidad es del 95% y los jueces y ministros son una casta divina que se hereda los puestos. Hay corrupción generalizada en ese Poder de La Unión. Así que una eventual reforma de fondo no nos vendría mal, aunque implique nuevos desafíos.
A quienes se alarman de que el Ejecutivo domine al Legislativo, les recuerdo que en 1982 el Congreso le dijo a López Portillo: “Si, señor Presidente” cuando quiso expropiar la Banca. Y siete años después ese mismo Congreso le dijo a Salinas “Si, señor Presidente” cuando quiso privatizar a los bancos. Así que en el peor de los casos, estaríamos regresando a lo conocido más que entrando en una zona inédita. No digo que sea bueno pero tampoco es el fin del mundo. El país ya vivió eso y aquí sigue.
Al PRI, al PAN, al PRD y a toda esa gente que ve hacia abajo a los jodidos, que se siente whitexican, debería alguien decirles: “no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”. Campaña desastrosa, ausencia de un plan alterno al obradorista, arrebatándose las plurinominales, cebándose en el chapulineo entre ellos mismos. Todo mal. Ahí están las consecuencias. El carisma de Xóchitl no podía compensar tantas pendejadas.
Sigamos siendo observantes y críticos del poder público, sigamos participando electoralmente pero sobre todo, documentémonos, informémonos. No te nutras sólo de memes. ¡Viva México!