Por. Marisol Zúñiga
La revolución se está escribiendo, estamos a punto de ser parte de un momento histórico fundamental para la libertad y los derechos políticos de las mujeres mexicanas. Como sabemos, las mujeres han sido discriminadas por razón de su género a lo largo de la historia de este país y otras latitudes, ha sido gracias al movimiento feminista, la organización colectiva y la protesta pública que se ha logrado el reconocimiento de sus derechos políticos.
Recordemos que las mujeres en México consiguieron su derecho a votar y a postularse como candidatas en una elección municipal hasta 1947, y el sufragio universal hasta 1953, pudiéndolo hacer efectivo hasta el 3 de julio de 1955.
Este logro histórico fue resultado de una lucha que inició desde que las mujeres formaban parte activa de los proyectos políticos posrevolucionarios. En esa coyuntura el feminismo fue clave para la organización de dicha actividad política, que implicó acciones desde distintos frentes como la academia, la cultura, la misma política pública del país y la sociedad en general; a través de medidas como tomar las calles para hacer demandas en el espacio público, realizar huelgas de hambre, además del enfrentamiento permanente a la cultura política patriarcal que hasta nuestros días todavía prevalece.
En este sentido, fue hasta el 2014 que se reformó el artículo 41 de la Constitución, donde se elevó a rango constitucional la paridad de género, es decir, la distribución equitativa de los puestos de representación política. La aplicación de este nuevo principio de igualdad sigue siendo disputa dentro de los partidos políticos. En la decisión siguen los jaloneos desde la resistencia de la hegemonía del poder masculino, hay quienes continúan asumiendo que esos lugares no les “corresponden” a las mujeres. Lo anterior se traduce lastimosamente, en múltiples casos de violencia política por razón de género en detrimento de las mujeres que buscan formar parte de la vida pública y política de México.
A pesar de ello, las mujeres siguen luchando desde distintos frentes por conseguir ser parte de las filas que dirigen al país desde sus localidades, municipios y estados, hasta llegar a la contienda actual por encabezar el poder Ejecutivo. Ante este escenario es fundamental la recuperación de la genealogía de mujeres que han abierto brecha en la política mexicana para dimensionar la importancia de lo que estamos viviendo.
En 1955 María del Socorro Blanc Ruiz, académica y promotora cultural, se convirtió en la primera mujer presidenta municipal de México, en San Luis Potosí, aunque su cargo fue interino, es ícono y pionera de la participación política de las mujeres en este país, sobre todo en un momento donde la igualdad de género todavía no figuraba en la agenda política. Además, fue una destacada diplomática, que representó a México en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En 1979 Griselda Álvarez Ponce de León se convirtió en la primera mujer mexicana en gobernar un estado de la república. Estudió en la Escuela Normal de Maestros y fue licenciada en Letras Españolas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Durante su toma de posesión para la gobernatura de Colima, Griselda Álvarez expresó: “Vivamos un tiempo nuevo de plena igualdad con los hombres; sin privilegios que no requerimos, pero sin desventajas que no merecemos”.
A ella le sucedieron grandes mujeres referentes en la política mexicana como son Beatriz Paredes Rangel que gobernó Tlaxcala en el periodo de 1987 a 1992; Dulce María Sauri Riancho en Yucatán de 1991 a 1993; Amalia García Medina quien gobernó Zacatecas del año 2004 al 2010, convirtiéndose en inspiración para quienes vinieron después de ellas y continúan.
En tanto la Jefatura de gobierno de la Ciudad de México (antes Distrito Federal), fue en 1999 Rosario Robles Berlanga la primera mujer en ocupar el cargo de forma provisional. Años después, le sucedió la hoy candidata a la Presidencia de México, Claudia Sheinbaum quien además se convirtió en la primera mujer en ser elegida de forma directa.
Tras un recorrido escabroso, en el que se ha buscado la configuración de una postura política en favor de la igualdad entre mujeres y hombres, hoy estamos muy cerca de que una mujer ocupe el liderazgo desde la Presidencia. Lo cual es de suma importancia desde el punto de vista simbólico, político, cultural y social, por resultar un punto de partida, pero también una gran oportunidad para el desarrollo de México. El logro es digno de reconocerse, sin embargo, la lucha sigue viva y se reconfigura para buscar la representatividad efectiva de los intereses de las mujeres, el ejercicio pleno de sus derechos políticos y la constitución de liderazgos distintos a los que hemos conocido en la historia política de México.