Por. Fernando Coca
Es recurrente recordar el debate Nixon-Kennedy para ejemplificar quién gana un debate. Nos concentramos en lo que vieron los televidentes en septiembre de 1960 y no en los que escucharon ese mismo debate.
Para los que se sentaron a escuchar, ganó Nixon, los que los vieron en la tele, arrasó Kennedy.
El domingo pasado hubo tres ganadores, así se proclamaron Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y hasta Jorge Álvarez.
El que proclama la victoria de la candidata Gálvez seguramente está harto del gobierno de López Obrador.
Quien canta el triunfo de Sheinbaum, es claro que no quiere de regreso a los del PRI y del PAN.
Quienes dicen que Álvarez ganó son optimistas irredentos.
A pesar de que el segundo debate fue el más visto en la historia política de este país, pues tuvo 16.1 millones de espectadores, las encuestas flash o las que después se publicaron junto con el postdebate no marcan un cambio significativo en las tendencias de intención de voto, no, al menos, en las que son públicas.
Los debates presidenciales en televisión son un espectáculo en el que los candidatos intentan convencer de que sus programas, proyectos y propuestas. Aunque prometer no empobrece, esos espacios no han sido los adecuados para conocer a fondo a las candidatas. Creo que sí conocemos mejor al candidato Álvarez que juega de contención, pero no para su causa.
Muchos de los participantes en los postdebates se han quejado de las palabras duras que expresaron ambas candidatas. Una le dijo a la otra corrupta y la respuesta fue la de mentirosa.
Recordé que en otros países los debates son duros, sin tregua y sin trinchera. Cuerpo a cuerpo.
Por ejemplo, Marie Le Pen, la dirigente de la ultraderecha francesa le espetaba, de frente a Emmanuel Macron un “usted representa la precariedad, la brutalidad social, la guerra de todos contra todos y el saqueo económico, sobre todo, de nuestras grandes empresas”. Macron respondió sin pestañear “su estrategia es simplemente decir muchas mentiras y decir que todo lo que no funciona en el país, pero usted no propone nada” y hasta le dijo que sólo decía pendejadas. Así. Los franceses que vieron de debate dijeron que Macron lo ganó.
O cuando Joe Biden le dijo a Trump que no respondería una pregunta y ante la insistencia del republicano el demócrata le grito “¿quieres callarte?”, por lo que el moderador declaró que el segmento había terminado.
Biden dijo “este segmento fue realmente productivo, sigue ladrando, hombre”. Trump le respondió que en 47 años de carrera política Biden no había hecho nada.
Y que tal el debate entre Pedro Sánchez, del PSOE y Alberto Núñez Feijóo del PP. Por cierto, ahí no había moderador en la mesa con ellos era un cara a cara.
El diálogo fue más o menos así:
Feijóo: Señor Sánchez, usted siendo diputado en el congreso votó a favor de congelar las…
Sánchez: No es cierto Zapatero no las congeló…
Feijóo: …pensiones, usted y el señor Zapatero congelaron las pensiones…
Sánchez: No, no es verdad…
Feijóo: …ah, bueno, vale, tampoco han congelado las pensiones…
Sánchez: …usted dice una falacia a partir de una media verdad…
Feijóo. Sin duda, congeló usted las pensiones…
En Canadá también se dicen sus cosas en los debates por el poder. El líder de los conservadores de allá,
Andrew Scheer, le espetaba al primer ministro Trudeau “eres un farsante, eres un fraude y no mereces gobernar este país”.
Todo porque en la víspera del encuentro se revelaron imágenes de Trudeau con la cara pintada de negro. La respuesta fue que el conservador tenía prejuicios contra los inmigrantes.
Entonces, ¿quién ganó el debate? Todo depende por quién se simpatiza.
El tercer debate, que está programado para el 19 de mayo a las 8 de la noche se realizará en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco y los temas serán:
Política social,
Inseguridad y crimen organizado,
Migración y política exterior, y
Democracia, pluralismo y división de poderes.
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