Por. Saraí Aguilar
Pasó la Semana Santa y el viacrucis de los ciudadanos no termina. Ese viacrucis de tragedias y violencias que inundan el país donde cada día un horror sobrepasa al otro quedó plasmado en Taxco y la muerte de Camila.
Y tras el linchamiento, quedan las batallas campales entre los que vitorean la barbarie y los que buscan sesgos de género, pero el acuerdo generalizado es ver al Estado de derecho como el gran ausente.
La muerte de Camila, una niña de ocho años asesinada durante la visita a la casa de su amiga, a donde acudió a jugar, es el reflejo de la descomposición de una sociedad enferma entre la violencia, la delincuencia organizada y la incapacidad y pocas ganas de actuar del Estado.
Una vez que se comprobara la participación de Ana Rosa –dueña de la casa– en el secuestro y posterior asesinato, la comunidad se enardeció. Conocedores de cómo la Fiscalía hace caso omiso de las denuncias, los vecinos decidieron resguardar la casa de los criminales para evitar su fuga. No se equivocaron. Tras horas de esperar la orden de aprehensión, la turba decidió actuar por cuenta propia. Lo sucedido ya es historia. Se terminó con la presunta autora intelectual muerta y sus dos hijos –también implicados– en el hospital. Y con una madre que, además de perder a su hija, terminó señalada como responsable por el secretario de Seguridad Pública de Taxco, quien la acusó de no cuidarla bien.
Para organismos internacionales esto no es nuevo en México.
Amnistía Internacional, según El Financiero, señaló que de acuerdo con la información que se pudo conocer tanto de las autoridades como de la familia de Camila, si bien se realizaron acciones inmediatas para localizarla, “de parte de la Fiscalía General del Estado de Guerrero no hubo celeridad en la emisión de la orden de aprehensión en contra de las personas que fueron señaladas como probables responsables de la desaparición de la niña”.
Tampoco, dijo, hubo una actuación eficaz por parte de policías municipales, estatales, agentes del Ejército y Guardia Nacional para salvaguardar la integridad y la vida de las personas que estaban siendo señaladas como presuntas responsables.
No se trata de justificar el linchamiento amparados en lo vil que es el feminicidio de una niña: ese coraje y agallas debe ser usado para exigir seguridad a quienes tienen el deber de garantizarla.
En el artículo Acerca de los linchamientos (y el vigilantismo): reflexiones sobre la violencia en México, publicado en el número 237 de la revista El Cotidiano de la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Unidad Azcapotzalco, se menciona cómo los linchamientos son el resultado de la impunidad.
“Desde nuestro particular punto de vista, estos ajusticiamientos constituyen un tipo de acción colectiva (tumultuaria) de carácter violento (fatal), en la que los participantes manifiestan un alto grado de indignación moral (irritación compartida) en respuesta punitiva no legal (sin debido proceso judicial) a conductas de individuos (ofensores-víctimas) que atentan contra la vida, integridad, dignidad o patrimonio de miembros del grupo, y que expresan la crisis de autoridad o pérdida de confianza en los aparatos de procuración y administración”, sostienen.
¿Cuándo empezará a gobernar Evelyn Salgado? ¿Cuándo asumirá su compromiso con el pueblo de Guerrero? ¿Hasta cuándo dará la cara y terminará el vacío de autoridad? ¿O estará también esperando que le lleven propuestas los gobernados? La inseguridad es su gran toro a vencer. ¿A este toro sí lo enfrentará y le pondrá cerca? Pregunta para iniciados.