Por. Saraí Aguilar
Si los partidos de la oposición tuvieran que definir sus acciones de la semana pasada con una palabra, ésta sería testosterona.
Al parecer tanto azules, tricolores y naranjas como sus dirigencias se solazaron en mostrar los más rancios comportamiento de machos alfas en momentos claves de sus partidos.
En días pasados, mientras vencía el plazo para registrar coaliciones para los comicios locales en Coahuila, Marko Cortés, presidente de Acción Nacional, decidió –en lo que algunos consideraron un arranque– mostrar el acuerdo firmado el año pasado por los “hombres fuertes” tanto del PAN como del PRI: el propio Cortés y el diputado Armando Tejeda del blanquiazul, y por el lado del Partido Revolucionario Institucional su líder Alejandro “Alito” Moreno, el también diputado Rubén Moreira, y el actual gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez. Entre paréntesis llama la atención la ausencia de Jesús Zambrano o cualquier figura del PRD, quienes también participan al menos de nombre en dicha alianza, pero al parecer no para sus pares, quienes los excluyen en el reparto de prebendas electorales.
El escándalo no era por la inminente fractura entre los aliados –ante la negativa del PRI a soltar Torreón, exigido por la dirigencia nacional panista– ni el reclamo sobre el incumplimiento del acuerdo, sino por lo que contenía éste: el reparto de notarías, direcciones de instituciones educativas, oficinas de recaudación, el Instituto de Transparencia y un acuerdo para ratificar a un magistrado. No obstante que el papel con las firmas documentaba como nunca antes una práctica deleznable, Marko Cortés lo mostró sin ningún empacho ni pudor.
Por otra parte, el mismo día los naranjas de Movimiento Ciudadano hicieron lo suyo. Llevaron a cabo el “destape” del tapado presidencial como la tradición de la “vieja política”, con formas totalmente nuevas pero inapropiadas. Entre “chelas” y en un ambiente de machos, donde la titular de Amar de Nuevo León y actual precandidata a la alcaldía de Monterrey, Mariana Rodríguez, aparecía en calidad de esposa al lado de su marido. Se destaca que, a pesar de la reconocida popularidad y de la labor de Rodríguez al frente de Capullos o en su actual rol de precandidata, fue relegada a sonreír y dar unas dos tres palabras para decir el slogan. Un ambiente de machos donde las mujeres solo cumplen un rol de acompañar o sólo decorativo.
Si estas conductas, tanto la de panistas y de emecistas, pueden ser minimizadas o normalizadas, es debido al sistema patriarcal que predomina en los partidos y en la arena política en el país. Sistema que ha sido replicado por hombres y mujeres que lo han interiorizado y forman parte activa del mismo. Sistemas donde hombres en el poder no tienen por qué temer que se conozcan acuerdos antiéticos, porque pesa más el orgullo herido de no cumplir “pactos de caballeros”. Sistemas donde los hombres toman chelas y el “macho alfa” es quien se encarga de dictar la línea.
Pero mientras tanto, los partidos callan. Callan ante las fuerzas hegemónicas que se han cernido en ellos, que han disuelto cualquier contrapeso en el interior por lo cual las críticas están ausentes. Unas cuantas voces, que han sido marginales, han levantado la voz, pero no han hallado eco.
Y mientras, la sociedad civil ve pasar su futuro sin grandes expectativas en 2024.