Por. Bárbara Lejtik
Superviviente, sí, ¡maldita sea!
Nunca me cansaré de celebrarlo,
antes de que destruya la marea
las huellas de mis lágrimas de mármol.
Si me tocó bailar con la más fea,
viví para cantarlo.
Canta Joaquín Sabina y repito yo en esta primera semana del año.
Cada inicio de año es un renacer, un perdón y una nueva oportunidad, una semana, un día que comienza, un calendario nuevo y un montón de propósitos que casi seguro no cumpliremos, pero nos confirman que estamos vivos.
En estas importantes cabañuelas que tenían tan presentes nuestras abuelas, tuve la suerte de toparme con una película que me dejó colapsada, una historia conocida en todo el mundo, al menos de este lado y de los que venimos del siglo pasado, La sociedad de la nieve. Una historia brutal y absolutamente real sobre 16 hombres que lograron sobrevivir a las situaciones más adversas y que a 50 años aún recuerdan la historia como si hubiese ocurrido ayer, los famosos supervivientes de Los Andes, de quienes tanto se ha hablado, bien y mal. Hay quien los admira por haber logrado mantenerse vivos después de un mortal accidente aéreo. El avión que los transportaba quedó destruido en la zona más inaccesible de Los Andes, sin comida, sin ningún tipo de herramientas ni energía, solos en el estruendo del silencio más helado del mundo por más de dos meses en medio de las montañas, en el llamado “Valle de las lágrimas”, un sitio inhóspito cubierto de nieve, con temperaturas de más de treinta grados bajo cero, heridos, dados por muertos y enfrentándose cada día a las inclemencias del tiempo más extremas. Hay también quien los juzga porque para lograr esta hazaña tuvieron que practicar la antropofagia, comer carne humana para ser más precisos de sus propios amigos muertos.
La producción es impresionante, desde el punto de vista estético impecable, representar a estos personajes me parece el reto más grande que pueda enfrentar un actor. La película de José Antonio Bayona narra la historia de la que todos conocemos el final, pero desde un punto de vista tan íntimo que el espectador llega a sentirse involucrado con los personajes, desde dentro, desde sus miedos, sus reacciones, sus valientes y comprometidas esperanzas.
¿Qué tiene esta historia además de la hazaña humana que la vuelve tan entrañable? Lo mismo que le da el nombre a la película. Los protagonistas conformaron una microsociedad llamada por ellos mismos “la sociedad de la nieve” en la que todos participaron tomando decisiones personales y colectivas, en la que la solidaridad y la preocupación por el otro fue el secreto del éxito de esta hazaña extraordinaria, protagonizada por gente común.
No hay más amor de aquel que da la vida por sus amigos, se dicen entre ellos y es así como hacen un pacto de que el que muera servirá como alimento para los demás.
No fue un acto de canibalismo sino un acto de amor y de supervivencia en cadena, un ejemplo único de un grupo de personas que fue más allá de sí mismos por su sentido de comunidad. Un ejemplo de vida en estos tiempos de individualismo en el que cada quien ve por sí mismo y hace caso omiso de las necesidades de los demás.
Ejemplo de esto deberíamos de tomar todos y entender que la única salida es la unión y la solidaridad, entender que para salir adelante es necesario que dejemos de competir y pisarnos entre nosotros por obtener un poco más o por destacar dentro de nuestra comunidad. Solo caminando en conjunto, esperando a los más débiles, prestando nuestras manos para el trabajo colectivo y el cuidado de la comunidad es como podemos lograr el bienestar que todos anhelamos y merecemos.
Muy recomendable película para chicos y grandes, disponible ya en plataformas digitales.