La participación activa de las zapatistas en los diferentes ámbitos de la organización del EZLN y en la Ley Revolucionaria de Mujeres, publicada en diciembre de 1993, han sido fundamentales para el zapatismo.
Y es que, a decir de la doctora en Antropología y profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Márgara Millán Moncayo, “el zapatismo relanzó una crítica mucho más integral que la hasta entonces elaborada al proponer una descolonización del modelo de modernidad y al poner al centro —desde un inicio— la participación, palabra y creación femeninas”.
Por su parte, la maestra en lingüística Yásnaya Elena Aguilar Gil, escritora y activista mixe, publicada por Libros UNAM, menciona que “antes de las grandes movilizaciones que colocaron de nuevo al feminismo en la agenda pública, el EZLN y las zapatistas habían planteado situaciones y tomado medidas para combatir la violencia y opresión que reciben las mujeres indígenas por parte del patriarcado”.
Las mujeres zapatistas
Las zapatistas son una presencia constante en los diferentes capítulos y ámbitos del zapatismo. “A nivel de ejército tenemos a las mayoras y comandantas; en el político está lo que se llamó Coordinadora Política del Movimiento, y en el civil (o zapatismo comunitario) están en los cordones que protegen las pláticas de la paz en San Cristóbal”.
Tras aclarar que en realidad son las zapatistas quienes deberían hablar del tema, Millán Moncayo refiere que lo que ella y otras compañeras han observado desde fuera es que, desde el surgimiento del EZLN a la fecha, se ha dado una transformación y superación de lo que el racismo mexicano le impone a la población indígena.
“Las mujeres que han crecido dentro del movimiento zapatista nos regresan una visión crítica de lo que son y han llegado a ser tanto el Estado mexicano como el feminismo. Se trata de generaciones que se autoafirman y que han decidido construir, junto con sus pueblos y comunidades, una forma de vida que no se somete”.
Ley Revolucionaria de Mujeres
El primero de enero de 1994 circuló el órgano informativo del EZLN El Despertador Mexicano (fechado el 1 de diciembre de 1993), donde junto a otras leyes se publicó la Ley Revolucionaria de Mujeres, que el 31 de diciembre apareció en Enlace Zapatista.
Esta ley consta de 10 puntos en los que las zapatistas enuncian derechos de igualdad y justicia entre los que están: trabajo con salario digno, elegir a su pareja, no ser obligadas a contraer matrimonio, decidir cuántos hijos tener, educación, no ser golpeadas o maltratadas físicamente, castigo severo en caso de violación y opción a ocupar cargos de dirección y militares.
Márgara Millán plantea que esta ley se dirige a cuatro interlocutores: el Estado mexicano; la clase social dominante (los patrones); la comunidad, y el movimiento y la organización zapatista”. En dichos niveles, sin decirlo explícitamente, las mujeres reconocen sistemas de opresión patriarcales, capitalistas y coloniales frente a los que tienen derechos.
“Las indígenas compartimos esta lucha y opresión, por un lado, de la historia colonial y, por el otro, la ejercida por los Estados-nación junto con el patriarcado y el capitalismo”, puntualiza Yásnaya Aguilar, quien añade que aunque la Ley Revolucionaria de Mujeres ha sido importante, no debe perderse de vista que cada lucha es diferente ni que, en el caso de las indígenas, varía, por lo que no se les debe homogeneizar.
“La historia y antropología mexicanas han culturizado y creen que sólo se trata de diversidad cultural y no. Es más probable que yo, como mixe, tenga más en común con una oaxaqueña no indígena por vivir en el mismo contexto que con otra indígena de una comunidad distante a la mía, aunque ambas estemos oprimidas por el patriarcado y el colonialismo”.
Zapatistas: Como mujeres que somos
Millán Moncayo reconoce que las zapatistas le hablan a las mujeres del mundo, pues son un referente sobre cómo organizarse y un recordatorio de que no se puede despatriarcalizar sin descolonizar.
Las zapatistas —añade la antropóloga— usan una frase de gran significado. “Ellas dicen ‘como mujeres que somos’, pues aunque somos distintas tenemos un lugar común. Esto se aprecia en la forma organizativa del Congreso Nacional Indígena, que desde 2017 comenzó a albergar asambleas sólo de mujeres donde teorizan sobre su lugar en el proceso de reproducción y repiensan lo que debe ser una política centrada en la vida”.
En ese mismo año, 2017, también ocurrió un hecho de relevancia tanto para las comunidades y pueblos indígenas como para el país entero. El Congreso Nacional Indígena (CNI) y el EZLN nombraron a María de Jesús Patricio Martínez, Marichuy, como vocera del Consejo Indígena de Gobierno (CIG) para las elecciones presidenciales.
Al respecto, la lingüista Yásnaya aclara: “Marichuy era vocera de un movimiento y no una candidata con estructura partidaria y todo lo que ello representa. Elegir a una mujer nos muestra que la participación femenina es anterior al levantamiento del EZLN, por lo que hay que leer directamente a las zapatistas para saber más sobre las implicaciones de esto”.
En marzo de 2018 las zapatistas organizaron el Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, en el Caracol de Morelia, el cual reunió a miles de participantes de diversas partes del mundo.
“En ese momento nos proponen que nos organicemos como mujeres que luchan, pues la categoría de feministas (o no) queda en segundo lugar cuando sabemos contra quién o qué luchamos”, comenta Márgara Millán.
Ese primer encuentro les permitió no sólo escuchar a otras mujeres, sino fortalecer vínculos. “La alianza que se venía dando —por ejemplo, con las kurdas, pero también con el feminismo en México— tuvo un gran momento en ese diálogo”, agrega Yásnaya Aguilar.
Esos lazos han ido planteando una transformación social centrada en la liberación femenina. Dicha propuesta, más que ceñirse a la forma liberal, democrática, burguesa e individual que propone el mercado y el capitalismo, enarbola la liberación de esa estructura que controla los cuerpos de las mujeres de la misma forma que controla los cuerpos de quienes no entran en el modelo hegemónico (como los indígenas y los negros).
“Cuando la revolución se centra en la liberación de las mujeres en realidad hablamos de la liberación de esa estructura social que reproduce el dominio del capital asociado al poder del patriarcado, la racialización de los cuerpos y una impronta colonialista”, explica Millán.
Aprender de las zapatistas
En la edición diciembre 2023/enero 2024 de la Revista de la Universidad de México aparece el texto de Yásnaya Aguilar, titulado: ¿A quiénes les habla el zapatismo ahora?, que tiene que ver con su propia historia con el movimiento, pero también con leer por qué, en algún momento, fue algo que puso el tema de los pueblos indígenas en la discusión pública, pese a que con la llegada de la izquierda al poder se empieza a ver al zapatismo como algo que ya pasó.
“Las mujeres zapatistas nos han hablado de cómo combatir los sistemas de opresiones, de cómo emprender una lucha sí antipatriarcal, pero también antirracista y anticapitalista, porque no se puede hacer una sin las otras. Es una gran lección que, yo al menos, he aprendido de ellas”.
Por su parte, Márgara Millán también elaboró otro texto para dicha edición titulado Superar el Estado, ¿un límite de nuestra imaginación política?, en el que retoma acontecimientos del levantamiento del EZLN y del movimiento zapatista para reflexionar sobre el Estado-nación y su actual inoperancia. De las zapatistas señala: “De ellas podemos aprender dignidad, pues nos han enseñado un horizonte de emancipación más integral, humano, centrado en la reproducción de la vida y nos dan elementos para pensar que, efectivamente, otros mundos son posibles”.