Por. Marissa Rivera
Casi terminó la farsa.
Ni dejaron de simular ni hubo un desastre.
Cuatro de los seis competidores, que solo fueron relleno, callaron, se agacharon y le aplaudieron a Claudia.
Menos uno, el que a sabiendas de que no era el elegido quiso arrebatar una decisión que estaba tomada hace años.
Las elecciones de quienes serán los precandidatos presidenciales tanto del Frente Amplio como de la Cuarta Transformación estuvieron desaseadas y dejaron claro qué es lo que no se debe hacer. O para estos tiempos cómo mejorar lo mal hecho.
Los del Frente Amplio evitaron ser exhibidos en una votación en la que no alcanzarían los mismos votos que las firmas de apoyo que recibieron los aspirantes.
Pero no hubo ni desencuentros ni heridas que sanar. El oficio salvó un poco el final de la elección que se les atragantó.
Sin embargo, fue más clara que la farsa de Morena donde se gastaron millones de pesos, miles de bardas pintadas, cientos de espectaculares, “acarreos monumentales” y una apabullante simulación.
Marcelo Ebrard abandonó la faramalla cuando se vio derrotado y se retiró pateando las vitrinas.
Político habilidoso, avezado, pero, actuó con esa cabeza caliente con la que debió actuar desde el primer señalamiento que hizo contra Claudia.
Quiera o no Marcelo, fue uno de los integrantes del tristísimo show morenista, donde la mayoría sabía que iban al patíbulo.
¿Por qué se salió cuando sabía que no ganaba ni en la encuesta de la empresa que el sugirió?
¿Por qué después de ver que todo el aparato estaba a favor de Claudia no hizo las denuncias correspondientes?
¿Por qué aguantó tanto? Nadie, salvo sus incondicionales, tenían la esperanza de ver cómo la decisión del presidente se iba al suelo. Eso jamás iba a pasar. Una orden es una orden. Y un dedazo es intocable.
Las lecciones de esa farsa son infinitas.
El ganador no fue la candidata elegida, eso ya lo sabíamos todos, menos Ebrard o lo sabía, pero participó en el tongo.
El ganador fue Gerardo Fernández Noroña quien rebasó en algunas encuestas al brazo derecho del presidente, Adán Augusto y al político que siempre ha tenido una relación de amor/odio con el presidente, Ricardo Monreal.
Manuel Velasco ganó una anécdota con el yerro de Alfonso Durazo que al leer los resultados de una de las encuestas dijo que el representante del Verde Ecologista obtuvo el 73 por ciento de las preferencias, en lugar de 7.3 por ciento.
Adán Augusto resultó ser el gran simulador.
El gran perdedor, Marcelo Ebrard, quien dejó alargar su furia, aún no termina su historia.
Su enojó lo hizo despotricar contra la dirigencia de su partido, que queriéndolos ofender, les dijo que se parecían a los priistas, partido de donde vienen muchos morenistas, incluido él y el presidente.
La farsa concluyó con la elección de Claudia Sheinbaum, pero tan manoseado y contaminado estuvo el proceso que la figura ha sido Marcelo Ebrard.
El proceso no ha terminado, Marcelo Ebrard anunció que la decisión que tomará después del desastre será hasta el lunes.
Solo, hasta entonces, la farsa habrá terminado.