- El narrador, dramaturgo, periodista y gestor cultural, falleció el pasado 24 de agosto.
Por: Cut Domínguez
Unas veces exigente, riguroso y otras desenfadado o incluso cálido. Era un individuo de facciones moderadas, cuyo rostro recubría una grisácea barba que definen a los hombres de la más genuina intelectualidad. Ignacio Solares no vaciló a principios del año 2000, en su oficina de Difusión Cultural de la Máxima Casa de Estudios, para decirme tajante aunque con una sonrisa que me pareció cordial: “Quiero que te encargues de la jefatura de información de Radio UNAM”.
¿Asombro? De hecho no. Invadidos por el gusto de la visita a Chiapas (1998) del Premio Nobel de Literatura, José Saramago, y aún con la resaca de la huelga más larga que ha vivido la Universidad (1999), la petición no fue del todo sorpresiva. Mi jefe superior inmediato, Federico Urtaza, algo me había adelantado. De igual modo, mi relación con “Nacho”, así le llamaban colaboradores y amigos más cercanos, siempre fue espléndida, desde los años que me impartió la cátedra “Periodismo y Literatura” en la Facultad de Ciencias Políticas.
En aquel antiguo edificio, no solo conocí al maestro variopinto, sino también descubrí, gracias a él, que la literatura y el periodismo van de la mano. Descubrí, por añadidura, que ansiaba conversar con la gente, mujeres y hombres. Que una hoja en blanco ya no era mera sombra espesa y que en ella podían anidar letras, muchas letras. En pocas palabras, entendí que hacer buen periodismo es hacer, de igual manera, literatura.
Grandes escritores, sobre todo anglosajones, convirtieron el periodismo en género literario. Tom Wolfe, Truman Capote, Graham Greene o Hemingway dieron poca oportunidad entre uno y otra, y la fuerza de su estilo estaba presente en ambos. Del lado de nuestro idioma están Vargas Llosa, Juan Goytisolo, Carlos Fuentes, el gran antecesor Leopoldo Alas, Clarín y García Márquez. En materia de periodismo cultural, Ignacio Solares destacó en sus inicios de reportero colaborando para Revista de Revistas, que dirigía Vicente Leñero; Plural, de Octavio Paz, y en Excelsior, con Julio Scherer. Reconocido dramaturgo, entre sus numerosas obras destacan El jefe máximo, El gran elector y La moneda de oro: Jung y Freud.
Siempre vio las paradojas de la condición humana y se anticipó en el paso a la trascendencia: “Que fresco es ahora el aire. Fresco y puro, cargado de vida. Abandona este pobre y viejo cuerpo. Ya no lo necesitas. Deja que se desprenda de ti. Suéltate ahora, suéltate del todo. Deja aquí ese cuerpo gastado y sigue adelante. Sigue, avanza hacia la luz, hacia la paz de la clara luz”.
Como gesto de gratitud y con motivo de su cumpleaños le envié la siguiente carta.
Estimado Maestro:
Tan pronto llegué al que creí territorio ajeno -pero que en poco tiempo sentí como mío- di rienda suelta a toda suerte de fantasmagorías como causa de su petición de hacerme cargo de la Jefatura de Información de Radio UNAM. Admito que por algunos días me abrazó (y me abrasó) aquel refrán citado en su libro “Cartas a una joven psicóloga”, que dice “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Sin embargo, el tiempo y la espléndida disposición para trabajar de mi equipo humano impidieron que me convirtiera en estatua de sal, haciendo de mi ceguera una alteración temporal. Bien a bien no sé explicar porque entonces la decisión de colaborar con usted desde la radiodifusora me causó desaliento y, hasta cierto punto, enfado. No fue la mía una respuesta “higiénica”, por decir lo menos; sí sé, en cambio, que sus palabras de aquel día de abril en su oficina fueron ciertas. El cambio me sirvió ¡qué duda cabe! Me siento Más “joven”. Todo un periodista de 49 años, con disciplina, método, orden, con un horizonte profesional harto interesante. Convencido que periodismo y literatura intercambian su sangre y no pueden separarse. Una noche del último septiembre, ya muy noche, en mi ventana de cuarto piso, rodeado de muebles de segunda y reflexiones y recuerdos de primera, hice una gratificante evocación de la lista académico-laboral que he mantenido con usted desde hace muchos años. La clase de Periodismo y Literatura en el viejo edificio de la FCPyS, las colaboraciones en el suplemento cultural de la revista Siempre!, mi paso por la oficina de prensa en Difusión Cultural y ahora la estancia en el edificio de la Colonia Del Valle. De mi abuelo aprendí que para las personas que uno admira y respeta (le agrego el reconocimiento) nuestro trato debe expresarse con el “usted” anticipadamente. Mi sincera gratitud para usted señor Ignacio Solares. Gracias por la confianza, por la tolerancia y la exigencia; por la autoridad y el ejemplo; gracias por el saludo en el pasillo y la cuota de vida que nos dedica; gracias por la prudencia y por amar a Maty; pero, más que nada, gracias ser amigo y la sonrisa familiar que nos anima a todos.
(¡Feliz Cumpleaños! /Cut Domínguez/ Enero 15, 2001)