Por. Marissa Rivera
Al presidente se le acabaron sus cajas chicas.
Maestro en el arte de distraer, se le han acabado los conejos de la chistera, frente a la realidad que muestra cómo el país se inunda de violencia, de inseguridad, de corrupción y de ausencia de mando.
Ni acabó con la corrupción ni la ha enfrentado, al contrario, la ha consentido.
Durante su mandato han salido expertos en desaparecer dinero sin que él se entere.
Según él, el presidente de México estaba enterado de todo. ¿Luego entonces? O lo solapa o miente.
Aunado a la crisis que vive el país, la oposición que el consideró “menguada”, “sin prestigio” y “deshonesta”, hoy lo trae desencajado, alterado y preocupado.
Sus mal llamadas corcholatas, son unas simples tapas sin rosca, sin carisma, sin contenido, sin ningún atractivo que no sea, estar debajo de su manto sagrado.
Él sabe que necesita algo más atractivo para distraer.
Y por eso, sus mañaneras, además de ser un paredón para sus adversarios, un rosario de acusaciones al pasado y una eterna evasión de la realidad, con “sus otros datos”, ahora es el muro de lamentos.
El presidente no acepta nada, ni que lo cuestionen ni que lo critiquen. Y ese es uno de los graves problemas, entre otros, que lo cegan. Se dice el presidente más cuestionado y agredido en los últimos años, cuando él fue uno de los principales cuestionadores de los mandatarios en turno.
Actualmente, no hay un día que el presidente no se queje, se enerva si lo señalan, lo cuestionan o lo imputan.
Son más sus enfados, que los resultados; se ha dedicado a levantarse temprano para atacar y defenderse de los cuestionamientos, desde un show mediático, que conduce, produce y decide, para después realizar, los fines de semana, giras a modo a sus fallidas obras emblemáticas.
Se ha negado a ir a zonas de desastres aduciendo que no quiere la foto, pero no la necesita, todos los días tiene alrededor de dos horas en televisión.
Se ha negado a recibir a las madres de desaparecidos, entre ellos a madres de los desaparecidos en Ayotzinapa, cuando, resolverlo, fue una de las decenas de compromisos que no ha cumplido desde aquellos 100 compromisos de 2018 cuando tomó posesión.
Hay muchos escenarios por los que la oposición lo cuestiona, pero también saben que no habrá el mínimo atisbo de autocrítica.
Después del golpe mediático de la corrupción de la hermana del exsecretario de Gobernación, vendrá una respuesta iracunda o un silencio cómplice.
El dolor de cabeza que le ha provocado Xóchitl Gálvez lo trae tan desmejorado, que ya quiere denunciar al juez que le ha dado la razón a ella.
Lo que no tiene parangón, fue la frase de ayer. El presidente ostenta el principal cargo público de un país. Y ahora resulta que pretende ser víctima de violencia de género.
Y ya está el escándalo de los libros de texto gratuitos.
No terminan los dolores de cabeza.