Por. Adriana Luna
Es increíble que miles de personas desaparezcan en distintas entidades del país y que no pase nada, que impere la impunidad, mientras las familias se consumen de dolor, desesperación, tristeza, decepción y rabia. Las madres y esposas somatizan el dolor de tantos meses y años sin respuestas, hasta enfermar de distintos cánceres.
Es tanta la desdicha que sienten los hijos de los desaparecidos, revictimizados, olvidados y ninguneados, que pierden el sentido a vivir; algunos niños y adolescentes han intentado suicidarse. Para ellos respirar es tan doloroso, ver pasar los días sin tener información de dónde, ni cómo está su ser querido desaparecido, que imaginan lo peor.
Esto se vuelve una tragedia tras otra, frecuentemente el padre de familia o el hijo mayor es el desaparecido, las madres se vuelven buscadoras, investigadoras. Todo se desmorona. Se esfuma una vida normal. Las necesidades económicas se multiplican. Los vecinos suelen cuidar a los niños pequeños, mientras las madres peregrinan de una dependencia a otra, de un municipio a otro, de una entidad a otra, a veces con palas para buscar fosas.
Los familiares de desaparecidos sostienen que son torturados todas las semanas cuando en la morgue se les somete a la crueldad de observar decenas de cuerpos mutilados: torsos, brazos, piernas, cachetes, cráneos en búsqueda de su ser querido. Sin tener ninguna atención psicológica o tanatológica especializada en desapariciones. La crueldad repercute en insomnio, pesadillas y enfermedades.
Recientemente, en el Foro Seguridad y Construcción de Paz, organizado en el Congreso de Jalisco, incluso los policías externaron que ellos también son víctimas. En México han desaparecido o muerto 1,042 elementos policíacos en los últimos dos años y medio, a manos de criminales. De esta cifra, 112 son jaliscienses. Los policías también tienen miedo por sus hijos, si a ellos los desaparece el crimen organizado, porque se niegan a corromperse.
Se aseveró que 80% de los municipios está controlado por el crimen organizado. Se sabe de policías muertos o desaparecidos mientras patrullan o cuando están francos. Hay juzgados quemados porque hasta para hacer embargos tienen que pedir permiso a la plaza. Todo ocurre en plena impunidad.
En México hay entidades controladas por narcotraficantes, morgues repletas de cuerpos mutilados, crisis forense, sobresaturación de expedientes en fiscalías, insensibilidad de autoridades, indolencia, impunidad. Una tragedia tras otra.