martes 03 diciembre, 2024
Mujer es Más –

Por. Boris Berenzon Gorn

 

“Hermoso fue abrazarte en la mañana;
aquella ingravidez de altas espigas.”
Verónica Aranda

 

A lo largo de la historia, los cambios tecnológicos han impactado la manera en que las personas se comunican entre sí y, por lo tanto, han tenido la posibilidad de modificar el tipo de relaciones humanas que se establecen. La escritura en sí misma es una de las grandes revoluciones culturales. Por un lado, permitió preservar la memoria de la humanidad y los detalles que escapaban a la transmisión oral de las ideas, permitiendo fidelidad en el mensaje original y vencer el paso del tiempo; por otro lado, la comunicación dejó de necesitar a dos o más personas reunidas en el mismo lugar al mismo tiempo, pues el mensaje escrito abrió la posibilidad de la asincronía.

Las revoluciones culturales en materia de comunicación han generado transformaciones irreversibles. A la larga temporalidad que se requiere para transmitir un mensaje de forma escrita por medio de una carta, como se hizo durante siglos, el telégrafo significó una verdadera innovación, por no mencionar al teléfono, la televisión o la radio. A todas estas modificaciones tecnológicas también correspondieron transformaciones sociales. No sólo en la manera de transmitir mensajes y en nuevas formas de codificarlos, sino también en la formación de grupos, niveles de intimidad, en la adquisición de nuevas herramientas o en la intervención de tonalidades de voz o imágenes que transforman la lógica comunicativa.

El mundo digital no ha sido la excepción. Desde el auge de la web y después de la web 2.0, la tecnología ha venido transformando nuestras conexiones personales, generando vínculos diferentes y creando lenguajes nuevos. Estos han impactado las relaciones humanas y modificado el tipo de vínculos que establecemos con las personas más cercanas a nuestro entorno físico. Si por un lado, se ha abierto la posibilidad de intimar con personas que se encuentran lejos y que pertenecen a culturas y situaciones ajenas a las propias, por el otro los vínculos que establecemos con familiares y amigos cercanos no siempre tienen el mismo nivel de profundidad que se acostumbraba en generaciones anteriores.

La era digital ha hecho que la sociedad esté cada vez más interconectada virtualmente. Aquí se juega no solamente el factor geográfico, sino también el temporal. Es común que la comunicación se ejerza las 24 horas del día, sobre todo entre los más jóvenes. La web 2.0 fortalece el espacio dedicado a las microcomunidades, por lo que asociarse con personas que comparten intereses es algo relativamente sencillo. Se requiere muy poco esfuerzo para unirse a grupos, participar de chats colectivos o dinámicas en vivo. La comunicación virtual ha venido reemplazando los encuentros físicos, demostrando que no son necesarios para ejercer una comunicación efectiva.

A esto ha contribuido la democratización de los espacios de la web 2.0, donde destacan las redes sociales, por supuesto, así como la facilidad de acceder a conexiones de banda ancha y dispositivos a precios asequibles. Si bien, la brecha digital aún plantea desafíos importantes para la humanidad, lo cierto es que día con día crece el número de personas conectadas a la red y, aún más, de quienes pueden adquirir un dispositivo que les permita emplear las herramientas básicas de usuario y los servicios de videollamada que se han vuelto tan populares y que han mejorado significativamente a raíz de la pandemia de COVID-19. A partir de ella, los usos de la videollamada en educación y el mundo laboral se incrementaron, demostrando que no es únicamente una herramienta de entretenimiento o para fortalecer las relaciones interpersonales.

Pero en el mundo digital no todo es comunicación por videollamada. Hasta el día de hoy, la comunicación escrita sigue siendo muy popular, ya sea de manera directa por servicios de mensajería como WhatsApp o Telegram, o de forma grupal como sucede en las redes sociales, que están abiertas a todo el público o poblaciones colectivas segmentadas. Facebook y Twitter siguen siendo plataformas donde la comunicación es fundamentalmente escrita, y en Instagram sigue jugando un papel importante a pesar de no ser el canal más significativo. A pesar de que TikTok, una plataforma inundada de centennials, está basada en compartir contenido multimedia, la comunicación escrita no ha desaparecido del todo. No sólo se encuentra en las descripciones de los videos, sino que juega un papel primordial en los comentarios y la interacción entre los usuarios y las cuentas que siguen.

Desde esta perspectiva, la comunicación basada en la escritura sigue siendo básica en la web 2.0. La mayoría de las páginas tienen como fuerte la comunicación escrita y los comentarios e interacciones dependen de ella. Por esa razón, a pesar de que las conexiones vía tecnológica parecen más cercanas, también plantean una paradoja, pues descuidar las relaciones cara a cara puede tener un efecto directo en la salud emocional y los vínculos que se establecen con otras personas. La falta de cercanía física, expresiones faciales, entonaciones, lenguaje corporal y contacto físico pueden impactar el nivel de profundidad en las relaciones y vínculos que se establecen. La mirada y la voz son claves, pero también se suele dar la mano o abrazar a los seres queridos para fortalecer las relaciones.

A esto se añade que las conexiones en el mundo digital suelen ser superfluas y breves, por lo que difícilmente evolucionan hacia relaciones significativas y duraderas. A pesar de las interacciones masivas en torno a temas comunes, está demostrado que los vínculos importantes que surgen en la red llegan a serlo porque las personas deciden encontrarse y conocerse físicamente. Si bien, muchos de los encuentros amorosos y amistades de nuestro tiempo se originan en interacciones virtuales, la mayoría de los que son significativos vuelven al terreno común de la corporeidad, demostrando lo importante que es para los seres humanos y la vida en sociedad. Al mismo tiempo, superar el anonimato permite establecer vínculos verdaderos, pues en el mundo digital siempre existe la duda de si la persona con la que se cree estar tratando es verdaderamente quien dice ser, si corresponde con su identidad y si sus intenciones son reales.

Y es que la corporeidad tiene un efecto inmediato en nuestras emociones y en el surgimiento de la empatía. La manera como reaccionamos a los estímulos se ha venido desarrollando a lo largo de milenios de evolución, además de que el tacto, el olor y otros factores relacionados con nuestros sentidos responden a la cercanía física con otras personas. Por eso, aquellos que se aprovechan del anonimato en línea para acosar o actuar como haters difícilmente lo harán cara a cara, pues el poder de la presencia y de las normas sociales que nos han sido inculcadas adquieren un valor diferente en presencia del otro. 

Esto no significa emprender un neoludismo en contra de la virtualidad, ni mucho menos disminuir la importancia que la tecnología tiene para el establecimiento de relaciones sociales en la actualidad, para el desarrollo de la economía y la educación, para el acceso al arte, la cultura y la tecnología, o la enorme lista de ventajas que ya conocemos. Gracias a la tecnología se ha podido mejorar el nivel de vida de muchas personas y el papel que tuvo en la pandemia para mantenernos conectados emocionalmente es innegable. Lo que tenemos que analizar, en cambio, es que la tecnología no desplaza otras formas de comunicación y de relacionarse, no sustituye los vínculos y tampoco elimina las formas y prácticas sociales que han demostrado tener éxito a lo largo de la historia.

Este es un llamado para un uso crítico y racional de la tecnología, para no afectar nuestras relaciones interpersonales, ni reemplazar la charla nocturna con la familia o con amigos por aquella que se mantiene en el móvil. El tiempo de calidad con las personas que queremos es fundamental para fortalecer las conexiones profundas e ir más allá de los vínculos superficiales que se suelen tener en la conectividad. Hay espacios y lugares para todo. Ignorar a la persona que tenemos en frente para priorizar el móvil en la mano es una verdadera contradicción de nuestro tiempo, pues parece dejarse de lado la importancia de la finitud y la muerte que marcan nuestra existencia.

Nuestro tiempo es finito y, por lo tanto, disfrutar de la presencialidad es parte transcendental de la vida. Debemos impulsar prácticas de uso racional y equilibrado de la virtualidad, atrevernos a llevar las conexiones del mundo virtual al mundo presencial, fortalecer los vínculos con las personas de nuestro entorno enfocándonos en las experiencias compartidas y, sobre todo, asegurarnos de que las relaciones humanas no pierdan la empatía y la conexión con el otro a consecuencia de la virtualidad. Se trata de utilizar los avances tecnológicos para mejorar nuestras relaciones, para acercarnos a quienes están lejos debido a situaciones físicas o temporales y con quienes de otra forma sería complicado convivir. Sin embargo, es fundamental no desatender nuestro entorno inmediato y no olvidar que lo breve y lo superficial no vencen a lo profundo y lo permanente.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

La cercanía está en el encuentro con el otro, pero también con uno mismo, escribe Borges

Cercanías

Los patios y su antigua certidumbre,

los patios cimentados

en la tierra y el cielo.

Las ventanas con reja

desde la cual la calle

se vuelve familiar como una lámpara.

Las alcobas profundas

donde arde en quieta llama la caoba

y el espejo de tenues resplandores

es como un remanso en la sombra.

Las encrucijadas oscuras

que lancean cuatro infinitas distancias

en arrabales de silencio.

He nombrado los sitios

donde se desparrama la ternura

y estoy solo y conmigo.

Narciso el obsceno

No me interrumpas Verónica, estoy compartiendo nuestras fotos en Instagram.

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