Por. Bárbara Lejtik
Pareciera una amenaza innecesaria pero no lo es, cada minuto en México 10 niños son agredidos sexualmente, 5.4 millones de niños al año, esto es verdaderamente inadmisible pero son datos de la OCDE. En 2019 México ocupaba el primer lugar en abuso sexual a menores.
El 60 por ciento de las agresiones sucedieron en casa por parte de algún familiar o persona de confianza. De cada 1,000 agresiones 100 se denuncian, 10 llegan a un juez y una recibe una sentencia condenatoria.
¿Datos más graves?
En el confinamiento aumentó 117 por ciento el consumo y la producción de pornografia infantil, por lo que 21 mil menores de edad fueron secuestrados para este propósito, la pregunta es:
¿De qué estamos hechos los seres humanos, que somos capaces de lastimar así a nuestros niños?
Esto suena a ficción y desgraciadamente no lo es, hoy nuestras infancias no están cien por ciento seguras en ningún lado.
Para no ir más lejos, la semana pasada se acusó al conserje del kínder Antonio de Padua Chávez y Ramirez de haber abusado sexualmente de cinco niñas, estamos hablando de niñas menores de 6 años, sus padres presentaron pruebas de la fiscalía que confirmó que las niñas sufrieron violaciones y hoy el acusado está prófugo, nadie sabe de dónde venía ni a dónde se pudo haber ido, la directora del plantel guarda silencio lo que la hace responsable y cómplice del crimen.
La ODI (Organización para los Derechos de la Infancia) publicó hace dos días un edicto en el que afirma que es en las escuelas en donde se perpetran buen número de estos delitos, abuso sexual y pornografía infantil, siendo los mismos directivos los encargados de seleccionar y llevar a las infancias a los espacios dentro o fuera del colegio para ser víctimas de este ruin acto, con engaños, amenazas e incluso sedación.
Un menor violentado difícilmente recuperará su paz y su alegría después de un abuso, simplemente hay que echar un vistazo a las historias de la mayoría de las personas privadas de su libertad en los penales de todo el mundo, escarbando solo un poco en las vidas de cada delincuente muy probablemente encontraremos un episodio de violencia sexual durante su infancia o adolescencia, lo que evidentemente se vuelve un círculo vicioso en el ámbito delincuencial.
Alzar la voz y exclamar:
¡Los niños y las niñas no se tocan!
No es suficiente, hay que implementar y hacer valer las leyes que castiguen este delito, proteger a nuestras infancias siempre y en todo lugar, no dejarlos al cuidado de cualquiera, tener una supervisión constante y estricta en los centros de cuidado y educación, pero, sobre todo y lo más importante, siempre creerle a nuestros niños cuando nos dicen que no se sienten cómodos o seguros en algún lugar o en presencia de alguna persona.