jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO» ¿Zona “libre de niños”?

Por. Gilda Melgar

Hace años que dejé atrás los días de cuidar infantes, así que ahora, al observar a las madres jóvenes con sus niños de la mano caminando presurosas para llegar a tiempo a la escuela o cuidándolos en el área de juegos de un restaurante sin poder comer tranquilas, me sorprendo de cómo logré resistir el estrés y la presión que esta doble jornada conlleva.

En otras ocasiones, al ver a madres o parejas con bebés en brazos o en una carriola, siento ternura y recuerdo el olor de mis hijos cuando estaban de meses.

No obstante, en cualquiera de los dos casos, me alegro de no ser más una madre con hijos pequeños y continúo mi camino, airosa y feliz. Y pienso: ¿quién en su sano juicio querría hoy traer un hijo a este mundo?

No voy a disertar acerca de las dificultades y obstáculos que enfrentan los jóvenes para comenzar una vida independiente, pues son ampliamente conocidas.

Lo que quiero destacar es el “boom” europeo y asiático de la “zonas sin niños”.

Resulta que, en Corea del Sur, hay un revuelo en la opinión pública en relación con una iniciativa legislativa que intenta proscribir la ley de “zonas prohibidas para niños” que se aplica en cientos de restaurantes, museos, cafeterías y otros establecimientos públicos, como la Biblioteca Nacional.

Corea del Sur tiene la tasa de natalidad más baja del mundo, y a pesar de que desde hace dos décadas los gobiernos han buscado aumentar el número de nacimientos con subsidios para el cuidado infantil y la reducción de impuestos para las familias, esos incentivos no han tenido éxito debido a la situación económica a la que se enfrentan los padres.

A principios de este mes, la legisladora y activista Yong Hye-In, representante del Partido Renta Básica, llevó a su hijo de dos años a la Asamblea Nacional y, con él en brazos, exhortó al gobierno a eliminar la política de “zona sin niños”, con el argumento de que al hacerlo fomentaría su aceptación en la sociedad y abonaría al aumento en la tasa de natalidad.

Sabemos que la tendencia de la baja natalidad ya no es un asunto exclusivo de Europa y Asia Oriental. Incluso de este lado del mundo, las parejas deciden no tener hijos debido al alto costo de la vida y a las dificultades que enfrentan para adquirir una vivienda propia. En su lugar, sobre todo las de clase media, adoptan y cuidan mascotas que no requerirán el pago de colegiaturas por años ni el estrés que conlleva la crianza hasta la edad adulta.

La legisladora Yong también planea presentar una ley que permita a las familias con niños evitar las filas en museos y parques de diversiones.

Sin embargo, de acuerdo con una encuesta realizada entre mil coreanos por Hankook Research en 2021, el 71 por ciento de los encuestados cree que la política de “zona sin niños” es correcta, mientras que sólo el 17 restante la califica de “inaceptable” o “discriminatoria”.

Ante la controversia, incluso algunas madres jóvenes entrevistadas estos días han respondido que, aunque tienen hijos pequeños, ellas no están en contra de esa política.

Si bien apoyo y comprendo a las jóvenes que dicen no querer tener hijos -entre ellas mi propia hija-, yo no imagino una ciudad como la nuestra con espacios prohibidos para niños.

Supongo que, aunque México es uno de los países en desarrollo que le siguen los pasos a Corea respecto del índice de fertilidad, pues aquí es inferior a 2.1 por mujer (INEGI 2021), aún estamos lejos de probar una política como la suya, de restricción de espacios infantiles.

Primero tenemos que lograr que las mujeres cuenten con apoyo del Estado para la crianza y cuidado de los hijos, así como para obligar a los hombres a que se hagan cargo de su paternidad.

Por ahora, las “Zonas libres de niños” o etiquetas como “Sólo adultos” son comunes en la industria mexicana del turismo, especialmente en hoteles que están pensados para parejas que buscan una experiencia de relajación y goce mutuo. Los clientes habituales no sólo son parejas jóvenes sin hijos, sino también aquellas cercanas a los 50 que ya no están a cargo de los suyos.

Yong dijo en la tribuna:

“Para aumentar la natalidad de nuestra nación, la más baja en el mundo, deberíamos primero cambiar nuestra sociedad que rechaza a los niños. Ellos son nuestros compañeros, ciudadanos que están aprendiendo acerca del mundo por primera vez, y por ello pueden ser lentos, torpes o inexpertos en todo.”

Y no puedo estar más de acuerdo con ella en que, sin son excluidos, no hay condiciones para su verdadera integración y socialización en todos los ámbitos.

Claro, qué más puedo decir yo si me inauguré como madre en pleno boom de los “Gymboree” y los salones granja para fiestas infantiles como “El club de Gaby”. Los restaurantes, finos o no, tenían por primera vez asientos altos para bebés. Las cadenas tipo Vips, inauguraron entonces las zonas de juegos para que los papás comieran más tranquilos al observar a sus hijos, lo cual, para el caso de las mamás, era casi una mentira.

El caso es que cuando fui madre primeriza, en la clase media mexicana ya estaba instalada la “infantocracia” y los sábados había que preguntar a los niños: “¿Dónde se les antoja comer hoy?”.

Ahorrábamos para que, llegado el cumpleaños, recibieran su Nintendo DS y los cartuchos correspondientes. Además de la fiesta, el show, los dulces, la vestimenta, etcétera. Todo giraba en torno a los hijos.

De acuerdo con las teorías de sociología urbana, todo ciudadano debería contar con tres derechos urbanos: la vivienda, la escuela o el trabajo y los lugares de reunión separados de los dos primeros, como parques, alamedas, bibliotecas, clubes, iglesias, gimnasios, escalinatas, etcétera. Según Ray Oldenburg, estos “terceros lugares” son importantes para la sociedad civil, la democracia, el compromiso cívico y el establecimiento de sentimientos de un sentido de lugar.

Desafortunadamente, desde los 90 han sido reemplazados por los centros comerciales y las plazas privadas.

Así que, además de la disminución de los espacios públicos para niños, ahora también los privados restringen la entrada de los infantes en Corea.

Me declaro fan de la legisladora Yong y su causa pro niños. Basta ver su imagen en el estrado de la Asamblea Nacional con su hijo al lado y en cuclillas para exclamar: ¿zona libre de niños?

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