- Le siguen Isabel Allende, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa y Miguel de Cervantes Saavedra
Por: Cut Domínguez
Según los resultados del informe “Mapa de la Traducción Mundial” que el Instituto Cervantes presentó, el pasado 27 de marzo, en el XI Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en la ciudad andaluza de Cádiz, el Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez es el escritor en castellano más traducido del siglo XXI; luego están Isabel Allende (Chile), Jorge Luis Borges (Argentina), Mario Vargas Llosa (Perú) y Miguel de Cervantes Saavedra (España).
El congreso recibió a 300 participantes procedentes de todo el mundo hispánico para debatir sobre la realidad de este idioma, su pasado, presente y porvenir; a través de ponencias y debates. Entre los invitados a esta reunión, que se celebra con periodicidad| trienal y de manera itinerante, destacó la presencia de un centenar de académicos de la RAE y de la ASALE, organizadores del congreso, junto al Instituto Cervantes, el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación y el Ayuntamiento gaditano.
Estuvieron presentes destacados escritores como Sergio Ramírez y Gioconda Belli (Nicaragüa), Martín Caparrós (Argentina), Héctor Abad Faciolince (Colombia) y Alonso Cueto (Perú); de igual modo, Juan Villoro y Gonzalo Celorio (México), entre otros. Este último titular de la Academia Mexicana de la Lengua, que dirigió el Fondo de Cultura Económica y la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM (donde tuve el gusto de apoyarlo, de 1989 a 1998, como Jefe de Prensa) y que acaba de publicar Mentideros de la memoria, su último libro. Una especie de autobiografía a partir de historias, recuerdos y anécdotas con los grandes autores hispanoamericanos referentes en su vida, como Julio Cortázar, Juan Rulfo y Gabriel García Márquez.
El autor de Cien años de soledad soltó freno y dijo tajante, aunque cordial: “No doy entrevistas”. Animal literario, amo y señor de lo fantástico y lo real, Gabo o Gabito, como se le conoció popularmente, reiteró su negativa. Fue una fresca mañana a fines de 2004, frente a las oficinas de la Revista de la Universidad de México donde coincidimos. Con los nervios saliéndome del cuerpo, supliqué una y otra vez tan sólo para recordar una de sus famosas frases “Deja que el tiempo pase, y ya veremos lo que trae”, se despidió con buena crianza; aún sin lograr la entrevista me retiré feliz porque conocí a mi modelo a seguir en periodismo y literatura.
La importancia del terruño y la prole
Un 6 de marzo de 1927, vio la luz en Aracataca, Colombia, uno de los grandes nombres de la literatura de todos los tiempos. Un lugar rodeado de platanares y dominado por un calor sofocante propio del Caribe donde las leyendas y la fantasía formaban parte del día a día de sus habitantes; en éstas se inspiró el Premio Nobel de Literatura para crear Macondo, una población ficticia que sirvió para su libro, traducido a 37 idiomas y vender hasta la fecha 50 millones de ejemplares. Asimismo, creó a su alrededor un universo seductor que le permitió adentrarse en la realidad latinoamericana, conformando así lo que se conoce como realismo mágico.
El escritor reconoció en su momento la influencia que tuvo de Papalelo, así le llamaba a su abuelo. Quien contribuyó en su futura visión del mundo en términos de simbología, misma que se ve plasmada en sus obras. Por su parte, su abuela Tranquilina le inculcó la pasión por las historias y le enseñó a hacer de lo extraordinario algo natural. Ya en pleno ascenso hacia el éxito diría: “Mi signo es Piscis y mi mujer, mi esposa, es Mercedes. Estas son las dos cosas más importantes que han sucedido en mi vida…”.
Durante algunos años se entregó a su otra gran pasión: el periodismo y trabajó en dos diarios en Cartagena de Indias. Más tarde, se instaló junto con Mercedes en Nueva York y allí fue corresponsal de Prensa Latina, agencia fundada por Fidel Castro, esta relación laboral y de amistad con el líder cubano le valió recibir amenazas de la CIA y de la disidencia cubana, por lo que dispuso trasladarse con su familia a la Ciudad de México. De esta época son sus obras El coronel no tiene quien le escriba (1961) y la Mala hora (1962).
La mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor / Gabo
En 1967, publicó su creación más emblemática, Cien años de soledad; libro que representó un punto ascendente en la carrera de Gabriel José de la Concordia García Márquez. A partir de ese año, empezó a desarrollarse su talento en textos como Relato de un náufrago (reportaje novelado / 1970) y El otoño del patriarca (1975). También presentó numerosos ensayos donde expresa sus ideas políticas de izquierda, lo que le valió críticas de una pujante clase media latinoamericana a un liberalismo hostil.
Crónica de una muerte anunciada (1981) fue una obra fundamental en su carrera; de hecho, fue el trampolín que lo lanzó hasta conseguir el Nobel en 1982. Años más tarde, Escribiría El olor de la guayaba (1982) y El amor en los tiempos del cólera (1985), siendo Memorias de mis putas tristes (2004) -que causó polémica por la mirada del autor sobre la prostitución-, una de sus últimas creaciones. En 2010, poco antes de su muerte, se publicó Yo no vengo a decir un discurso, una antología completa de sus conferencias.
La vida de Gabo empezó a extinguirse lentamente en 1999 cuando le diagnosticaron un cáncer linfático. En una breve recuperación, escribió Vivir para contarla (2003). Su salud empeoró con el tiempo, sufría demencia, infección pulmonar y deshidratación. A pesar de que parecía responder bien a la medicación, estaba cada vez más débil y su vida se apagó el 17 de abril de 2014, a los 87 años. La influencia de su obra en la literatura universal es innegable, tanto que su conocimiento se considera necesario las futuras generaciones de autores y lectores. Mis referentes preferidos son: Relato de un náufrago (periodismo) y Doce cuentos peregrinos (literatura).