Por. Saraí Aguilar
Algunas mueren calcinadas y en otras sus figuras son quemadas. El problema es que la indignación se torna selectiva cuando se cruzan los intereses partidistas.
Tales son los casos de las seis mujeres calcinadas en Celaya en días pasados, quienes fueron levantadas y asesinadas a manos de los criminales que controlan el estado de Guanajuato desde tiempo atrás, de manera similar a muchos estados del país, y sin que el hecho hubiera desatado el escándalo nacional que ameritaba.
Mientras la violencia asola el país y no existe siquiera un conteo preciso de víctimas pues las familias corren riesgos al denunciar o simplemente son ignoradas por autoridades rebasadas, a los simpatizantes del partido oficialista le pareció preciso congraciarse con el mandatario y qué mejor que quemando una piñata con la figura de la ministra Norma Piña, a quien el presidente ha dejado claro que considera como adversaria, al no concebir que los poderes son autónomos, generando un daño al país al querer abolir los necesarios contrapesos y promoviendo el encono en un país de por si ya polarizado.
Y tras la quema de la piñata, si bien el mandatario en su habitual conferencia mañanera condenó de forma tibia los eventos, no asumió la responsiva que tiene él que desde el poder se hayan instigado las acusaciones contra la presidenta de la Suprema Corte, las cuales han desembocado en el ataque de los seguidores del Ejecutivo federal.
No obstante, del lado opositor las cosas tampoco parecen estar mejor.
El panista Diego Sinhue Rodríguez llegó al poder en Guanajuato en una curva ascendente de violencia que dejó su predecesor, el gobernador Miguel Márquez Márquez, quien durante su sexenio acumuló poco más de 8 mil 700 homicidios dolosos, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo de Seguridad. Esto no ha sido mejor con él.
Eso sí, la imagen pública le ha preocupado por encima de la violencia.
Por ejemplo en las pasadas fiestas patrias, cuando la violencia azotó ese fin de semana, Rodríguez optó por presumir que su entidad tiene uno de los menores índices de desempleo, lo que ocasionó que recibiera fuertes críticas que apuntaban a los altos niveles de asesinatos en el estado.
En otro momento, cuando fue cuestionado por la ola violenta, optó por agredir a los reporteros.
“Oye, de verdad, que no… ¿Hablo otro idioma o qué?”, es la respuesta que dio ante la pregunta de una periodista por la violencia del estado, y tras negarse a responder y ella insistir, explotó.
¿Quién nos protege?
¿Un presidente sumido en la propaganda y mensajes para sus bases? ¿Gobernadores estatales más preocupados por la sucesión de poder e imagen personal? ¿Políticos sumidos en ver en qué fallan los contrarios para alzar la voz y callar cuando las fallas son del bando propio? Nuestros gobernantes en general deben de aprender que los ciudadanos no estamos para aplaudirles, sino para exigirles. Que no somos fandom sino ciudadanos.