Por. Gerardo Galarza
Por y para Sonia Elizabet Morales,
reportera y maestra de reporteros,
a un año de su ausencia.
La intervención de la reportera Nayeli Roldán, del sitio web Animal Político, el viernes pasado en la conferencia diaria del presidente de la República ha causado gran revuelto y sorpresa en la redes sociales. Merecido lo tiene quien hace, y de manera excelente, su trabajo.
Con simples preguntas, que no significan preguntas simples, sobre el espionaje que hace la Secretaría de la Defensa Nacional en contra de, en este caso específico y también muchos más, de luchadores por los derechos humanos y otros opositores al gobierno, la reportera Roldán mostró y demostró una de las farsas del gobierno que encabeza el presidente de la República.
Armada de datos, de información, no de opiniones, en sus preguntas, Roldán exhibió palmariamente las contradicciones y mentiras del gobierno federal a través de las presuntas respuestas de Andrés Manuel López Obrador.
El señor presidente de la República desbarró, por decirlo de manera amable, ante preguntas de una auténtica reportera, de alguien que conoce y ejerce su oficio. Él, como siempre, recurrió al expediente de ser la víctima y, peor aún, mostró su talente antidemocrático, autoritario, dictatorial, cuando advirtió al medio de representa la reportera y a todos los demás, que le no impondrán la agenda nacional, que para eso ésta él.
Todos lo deben recordar: antes de llegar al poder el actual presidente aprovechaba las investigaciones de los reporteros, de diversos medios de información, que exhibían a los gobiernos que él criticaba. Hay infinidad de ejemplos de ello. Construyó varias de sus campañas políticas con los datos e informaciones obtenidas por periodistas de medios a los que hoy califica de conservadores y propensos al neoliberalismo.
De ninguna manera y sin la más mínima intención de demeritar el trabajo reporteril de Nayeli Roldán, sino al contrario, es necesario recordar que ese mismo trabajo lo hicieron durante unas nueve o más décadas cientos o quizás miles de reporteros, algunos de ellos anónimos, que buscaron informar a los ciudadanos.
El gran mérito de Roldán no es sólo haberse plantado frente a un aspirante a dictador y hacer las preguntas que debía hacer, sino también haber rescatado el trabajo reporteril, que tanto asombró a la ignorancia de la redes sociales.
La reportera de Animal Político no necesitó de ninguna promoción o, peor, de la autopromoción de los presuntos periodistas de redes sociales para sobresalir. Simple y sencillamente hizo su trabajo, el que le marcó su oficio. El reconocimiento público le vino por añadidura, en un momento en que supuestos periodistas, como nunca, compiten por ser el más arrastrado frente al poder. Por cierto, si hoy hay “chayoteros” es por el gobierno reparte “chayotes”: esta es la esencia de esa práctica corrupta, la de un gobierno que compra a presuntos periodistas.
El ejemplar caso de Nayeli Roldán no es único. En México, en su capital y en todo el país, existen reales reporteros que cada día hacen su trabajo sin ningún reconocimiento público, que -por cierto- para ellos no es necesario.
Más: también debe ser motivo de orgullo para los periodistas mexicanos Martha Ramos, directora general editorial de la de la Organización Editorial Mexicana (OEM), electa presidenta del prestigiado y prestigioso Foro Mundial de Editores (World Associaton of News Plubishers). Por algo será.
Aquí hoy se han citado a tres periodistas que, como muchas y muchos, han exhibido las mentiras del poder público. Ellas son apenas una muestra de que en periodismo mexicano hay honradez y honestidad.