Por. Marissa Rivera
El problema no es cuánto le cuesta al país el funcionamiento del INE. No, ese no es el problema.
Si eso fuera, fácilmente se cubriría con parte del derroche en la aletargada refinería de Dos Bocas o con un pellizco a la corrupción protegida en SEGALMEX.
El tema central es armar un órgano electoral a modo.
Romper las condiciones de equidad en la competencia electoral mexicana y destruir la democracia con un propósito político.
Retroceder 35 años, para regresar el control de los comicios al gobierno.
Ese opositor que luchó por la democracia, hoy ya no la quiere.
La institución que organizó las elecciones y lo declaró ganador de la elección presidencial, ahora le estorba, no le sirve.
Lo que se le olvida es que la construcción de una democracia no es obra de una sola persona.
Es el trabajo de todos, de la lucha de muchas generaciones, de las coincidencias entre grupos con diferente ideología.
Incluso, revivió su rencor hacia el presidente del INE, para atizar su deseo de desaparecer a la institución.
Por eso los ciudadanos no podemos ser espectadores frente a los constantes ataques a una de las pocas instituciones autónomas que no han cedido al chantaje presidencial.
La pasividad y la indolencia ciudadana es cómplice de la muerte de una democracia.
Por eso, miles en el país salimos, de manera ordenada, sin presiones, por convicción en defensa de una institución.
No hubo desorden. Familias enteras se congregaron en una plaza que no tiene dueño. Ni aunque la llene 60 veces, como él dice. Porque para alguien que ha estado 18 años en campaña, parecen pocas.
No importó que ese domingo ciudadano no hayan izado la bandera, como lo establece el artículo 16 de Ley Sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales.
La foto hubiera sido más hermosa aún, con un zócalo pintado de rosa.
Como sea el daño estaba hecho.
No importa la cantidad, importa la motivación, la intención, el grito de inconformidad a un acto reprobable.
Pero tampoco eso le importa al presidente. Ya desacreditó a los asistentes, ya descalificó a los oradores y ya aprovechó una fecha, para demostrar que a él, nadie le gana. Vive en constante competencia.
Ahora viene su oportunidad, el 18 de marzo. Sin duda otro lleno rotundo.
Pero con enormes diferencias.
El 26F, los ciudadanos fuimos a defender a una democracia que está en peligro. El 18M será un circo, un acto de alabanza y la simpatía por el presidente.
El 26F nadie fue amenazado con quitarle los apoyos que el gobierno federal está obligado a entregar. No hubo acarreos. No hubo provocaciones. No hubo vándalos.
El 18MF habrá acarreos, habrá amenazas de retirar el apoyo constitucional. Y cada delegado tendrá su cuota de asistentes. ¡Ay de aquel que no cumpla la cuota!
El 26F hubo dos oradores ciudadanos que argumentaron porqué era necesario defender la democracia en el país y se ajustaron a 15 minutos cada uno.
El 18M habrá uno solo orador, sin límite de tiempo, para repetir lo que ha dicho durante cuatro años y defender lo indefendible, la inseguridad, la opacidad, la impunidad, la corrupción, la economía y las obras faraónicas, entre otros aspectos, que afectan al país.
Ahora, el último eslabón para detener la pretensión de desmantelar al INE, es la Suprema Corte, una vez publicada la reforma y por consiguiente, presentadas las acciones de inconstitucionalidad, de la reforma electoral más impugnada en la historia.
El presidente tiene hasta 30 días para realizar observaciones. Pero al haberse aprobado por la mayoría de morena y sus aliados, se supondría que no las habrá. Entonces ¿por qué no se ha publicado?
Si no se trata de una burda dilación, mucho lo parece.
El templete del domingo se colocó lo más cerca posible a la Suprema Corte. Ojalá esa cercanía sea recíproca con la demanda ciudadana.