Por. Saraí Aguilar
El valor del ser humano está en mantenerse de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos. Y sí, para una mujer los cielos parecen caerse cuando decide romper con la abyección a un hombre poderoso.
De esto puede dar fe la diputada federal morenista Adela Ramos Juárez, quien compartió en su cuenta de Twitter la reflexión que aparece en la primera línea, tras decidir votar en contra de la iniciativa constitucional de reforma electoral enviada a San Lázaro por el presidente Andrés Manuel López Obrador, con la clara instrucción de aprobarse.
Pero Adela decidió que ella tenía capacidad de analizar, que tenía un voto y su trinchera en la curul para representar a la ciudadanía y no para solo obedecer. Esto provocó un linchamiento mediático y la petición de sus correligionarios de ser expulsada del partido oficialista ¡por ser autónoma!
No obstante, no es la primera vez que es acorralada y señalada en su bancada. Previamente, también por votar en contra , señaló ser hostigada por el coordinador de la bancada oficialista, Ignacio Mier Velasco.
Pero lo que más indigna y debería ser así para todos, sin distinción de partidos, es que la diputada ha denunciado que se le silencia por no ser considerada apta para la tribuna por ser indígena. Una mujer de 56 años, quien es licenciada en educación con terminal en ciencias sociales y con estudios de posgrado en pedagogía. Pero eso no la reivindica a ojos de sus detractores.
¿Pedir expulsiones por disentir? A las mujeres nos ha costado dar la batalla por posicionarnos en la arena pública. Si bien ahora hay paridad numérica en la Cámara, ésta se logró a golpes de ley y no por convicción de los partidos. Pero, al parecer, en el seno de éstos, específicamente Morena, esto solo es por cumplir con la cuota.
Debemos dejar atrás la sombra de las “juanitas”. De mujeres ocupando posiciones para hombres o para representar sus intereses.
Al margen de la grilla, indigna que en la bancada de un partido que se ostenta de izquierda, donde la discusión de ideas debería ser una constante y a la vez de que históricamente las izquierdas han representado las causas de la agenda feminista, hoy la línea, la abyección y el silenciar mujeres en disenso sean la norma.
Deberían los nombrados representantes ciudadanos reflexionar a partir de la negativa de Adela a votar como le ordenaban. En lugar de pedir expulsiones, somos nosotros la ciudadanía quienes debemos exigir explicaciones. Pues los diputados son representantes de la ciudadanía electos en las urnas con nuestros votos y no burocracia al servicio del poder ejecutivo, sino un poder en sí.
Y esta exigencia cabe también para los mismos legisladores que, apenas unas horas después de que fue rechazada la reforma constitucional aprobaron un “plan B” de reformas a leyes secundarias que apenas ese mismo día les remitió el secretario de Gobernación sin que nadie supiera de qué se trataba, salvo quizá él y el presidente.
Votar una iniciativa sin siquiera leerla, y no tener reparo en linchar a quien se le ocurre cumplir con su función es denigrar la labor legislativa. No se les condena por respaldar las iniciativas presidenciales sino por solo levantar dedos sin chistar ni reflexionar sobre estas.
¿Expulsar a Adela? Ojalá hubiese muchas como ellas dispuestas a hacer escuchar su voz por encima de los hombres de su partido.