jueves 21 noviembre, 2024
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«RIZADO EL RIZO» Representación, discriminación y pigmentocracia: la lucha contra la irracionalidad

A la memoria de Fenia Katzman de Gorn, mi abuela

Boris Berenzon Gorn

La identidad de una persona no es el nombre que tiene, el
lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La
identidad de una persona consiste, simplemente, en ser, y
el ser no puede ser negado.
José Saramago

 

Hace unos días nos enteramos de que Tenoch Huerta y Mabel Cadena aparecerán en la próxima película del Universo Cinematográfico de Marvel, Black Panther 2 Wakanda Forever, interpretando a Namor y Namora, respectivamente. Al igual que ocurrió con la nominación al Oscar de Yalitza Aparicio, una innumerable cantidad de opiniones a favor y en contra aparecieron en las redes sociales, muchas de ellas descalificando al actor por su activismo y opiniones políticas, otras por sus rasgos físicos, y llegaron al grado de compararlo con los actores de Marvel que responden a los conocidos rasgos hegemónicos occidentales.

Esta tendencia refleja, desgraciadamente, el malestar histórico de México por el color de piel, también llamado pigmentocracia. La escala del color de piel, que supone superiores las pieles más blancas e inferiores las más oscuras es un obsoleto legado colonial que recuerda a las castas que servían para definir el abolengo con respecto a las mezclas de sangre, y que por supuesto se relacionaban con la clase social. En nuestro país, las personas con pieles más blancas tienen todavía hoy día mayores oportunidades, mientras que la mayoría de las personas con pieles más oscuras y rasgos indígenas reporta haber sufrido algún tipo de discriminación.

La oposición de los sectores populares, asociados a la piel oscura, con los sectores de clase alta, definidos por las pieles más blancas, son parte de un problema que debe ser erradicado para garantizar la igualdad. Dicha polarización se ha presentado en campañas electorales, divisiones urbanísticas, diseño de algoritmos en redes sociales, medios de comunicación, selección de recursos humanos y la lista sigue y sigue. En el siglo XX, se pensaba que tal oposición terminaría por superarse con el tiempo, admitiendo, como lo suponían José Vasconcelos, Antonio Caso o Samuel Ramos, que el mestizaje cultural era el único rasgo distintivo de México, lo que aplicaba también para el resto de América Latina. Incluso se llegó a plantear la “filosofía de lo mexicano” a la que Luis Villoro respondió de inmediato, haciendo notar el carácter universal de la filosofía y la imposibilidad de particularizarla. 

Sin embargo, la famosa “raza de bronce” de Vasconcelos, concepto con el que definió a los habitantes de nuestra nación, no le ganó a la pigmentocracia. Para Vasconcelos, la homogeneización de la raza no era un asunto físico, sino la manifestación de una conciencia, alcanzar la igualdad independientemente del tono de piel y, por supuesto, eliminar los factores de discriminación basados en el origen étnico. La desigualdad se amplía y la situación es todavía más aguda para los pueblos originarios, quienes independientemente de la enorme riqueza cultural que representan simbólicamente, siguen sumidos en la marginación, la pobreza y el servilismo. 

A todo ello sumamos el uso neoliberal que se ha hecho de los símbolos de las culturas, es decir, la apropiación cultural. El cine de superhéroes ha asumido un compromiso de representatividad que no tenía, por ejemplo, hace una década. Si bien, la imagen del superhéroe correspondía con el canon occidental, añadiendo una escasa participación femenina –siempre sexualizada—tuvo que replantear sus modelos ante la cantidad de críticas que recibió por parte de numerosos sectores que no se sentían representados o que inclusive se profesaban personalmente ofendidos por los clichés y roles que adquirían en las narrativas los géneros y la multiculturalidad.

En los últimos años, la representación femenina se incrementó en este tipo de cine, mientras empezaron a incluirse representantes de diversas culturas en el catálogo de los héroes modélicos. Al menos en el UCM, se cuenta ya con personajes de origen chino, egipcio, indio, africano e incluso de medio Oriente. Para muchos mexicanos, la presencia de Tenoch Huerta y Mabel Cadena es positiva porque involucra la representatividad de las culturas mesoamericanas en el cine comercial que, inevitablemente, tiene un alto nivel de consumo, por lo que sirve para reivindicar con orgullo a la herencia indígena. Para otros, el riesgo de la apropiación cultural y el triunfo de la hegemonía de ese tipo de cine es peligroso para las minorías y los discursos alternativos, por lo que se le ve con recelo y desconfianza. Ambas posturas tienen argumentos válidos y parece sensato pensar críticamente con tal de no emitir opiniones dogmáticas al respecto.

Pero esos argumentos son completamente distintos a aquellos que dudan de la capacidad actoral de Tenoch Huerta y Mabel Cadena por su formación, por sus rasgos físicos, su origen, sus ideas políticas, su forma de expresión o cualquier otro rasgo distintivo de su identidad. Aquí no hay justificación que valga, se trata de discriminación en su sentido más severo, una discriminación irracional, histórica y muy arraigada en la conciencia colectiva que sigue afectando día con día la dignidad de las personas. Muchos mexicanos manifiestan un odio generalizado al color de piel moreno, al origen indígena. 

Lo peor del caso es que las personas con piel morena también han aprendido a odiarse a sí mismas. La discriminación se estratifica: tan solo un tono de piel más claro es justificación para el maltrato, esto ocurre incluso dentro del propio nicho familiar. Al mismo tiempo, se busca a toda costa pertenecer a los privilegiados, los tratamientos de blanqueamiento de piel, cambio de color de cabello, el uso de lentillas de color, la adopción de rasgos y formas de vestir, la negación de la propia identidad, entre otros factores, demuestran que muchas personas no se sienten felices portando su color de piel moreno, mientras que otros niegan sus raíces indígenas u ocultan su origen después de haber alcanzado algún tipo de movilidad social, en especial después del estudio de una carrera universitaria.

En este panorama, México tiene un largo camino por recorrer en el cuestionamiento de sus prejuicios y cómo estos influyen en la vida cotidiana, la distribución de la riqueza, la impartición de justicia, la violencia, el intercambio de bienes y servicios, la educación, la salud, entre muchos otros factores. Ese odio racial traducido en pigmentocracia afecta muy al propio individuo y su familia cercana, a las comunidades y a la nación, y mediante la promoción de ideales inalcanzables se niega al sujeto obligándolo a cambiar su pertenencia y legitimando el abuso y la discriminación. 

Tenemos que analizar el origen histórico de estos conceptos, entender cómo asociamos valores positivos y negativos a un color de piel, un origen, una clase social o un grupo político. Necesitamos entender las implicaciones que tienen en la persistencia de la desigualdad y transformar los mensajes y las practicas a nivel individual y colectivo, en una palabra, reeducarnos. Festejemos pues la representatividad de los cuerpos y las pieles con un pasado común y orgulloso, de manera crítica y responsable.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

En la obra de Miguel León-Portilla, Quince poetas del mundo náhuatl, aparece el poema “Vinimos a soñar” de Tochihuitzin Coyolchiuhqui, poeta hijo de Itzcóatl y señor de Teatlalzinco:

Así lo deja dicho Tochihuitzin,

Así lo deja dicho Coyolchiuhqui:

De pronto salimos del sueño

solo vinimos a soñar,

no es cierto, no es cierto,

que vinimos a vivir sobre la tierra.

Como yerba en primavera

es nuestro ser.

Nuestro corazón hace nacer, germinan

flores de nuestra carne.

Algunas abren sus corolas,

luego se secan.

Así lo deja dicho Tochihuitzin.

Narciso el obsceno

Hoy le llaman gaslighting y Narciso no para de reír. Lleva milenios haciéndote dudar de lo real, ¿acaso enloqueciste?

 

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