Por. Marissa Rivera
Hace más de dos meses, aseguré en este espacio, que afuera, en la calle, hay un monstruo que aterroriza, humilla y mata a las mujeres.
Me refería a la persona que acosa, asusta, agrede, intimida, amenaza, daña, es violenta y asesina a las mujeres.
Lamentablemente no se trata de un solo monstruo. Son dos.
El otro es el funcionario, la autoridad o la institución cómplice, incompetente, omisa, coludida, descarada, sin escrúpulos que hace todo lo posible para evadir la justicia y permitir la impunidad.
Cada que recuerdo cómo ocurrió la desaparición de Debanhi Escobar, la joven nuevoleonesa de 18 años, estudiante de Derecho, me causa impotencia saber que hubo muchos momentos que pudieron evitar la desgracia.
Con las amigas, con el chófer, con la empresa de transportes y con los trabajadores del motel. Pero no fue así.
Algo que indigna y que los mexicanos merecemos saber, es por qué la Fiscalía de Nuevo León actuó con tanta vileza. ¿Por qué mintieron? ¿Qué ocultaban? ¿Estuvieron coludidos?
A tal grado fue su estupidez, ineptitud y omisión, que la calificaron como “una falla humana masiva”. Que de manera coloquial se puede decir de otra forma más clara y contundente.
La fiscalía nos mintió a todos, menos al papá de Debanhi. Mario Escobar no les creyó sus historias, él siempre supo que su hija había sido asesinada.
La impotencia de un padre, el dolor, la búsqueda incansable, le permitió sacar fuerza, para saber, incluso, que durante las pesquisas su hija aún estaba viva.
Casi dos semanas de investigar y la hallaron en el lugar donde ya la habían buscado. Increíble.
¿Cómo le vamos a creer a la autoridad? Si en parte ellos también son responsables de la muerte de Debanhi.
Dijeron que había muerto por un golpe en la cabeza, que se había ahogado. Mintieron.
Hoy, sabemos que murió asfixiada y luego fue arrojada a una cisterna.
Aún faltan estudios químicos que enviaron a Londres, para agotar todas las líneas de investigación y llegar a la verdad científica.
Ojalá con ello, se pueda hacer justicia, encontrar al o los responsables y castigar a quienes actuaron con dolo en la muerte de Debanhi.
Un castigo ejemplar nos devolvería la confianza perdida.
Estos son solo dos monstruos que hacen daño a las mujeres y con ello a la sociedad.
Tan solo de enero a mayo de este año se han registrado 385 presuntos casos de feminicidio. En 2021 hubo mil 15 casos y en 2020, 949, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
A penas hace tres días, la ONU Mujeres en México, presentó su Informe Anual de Resultados 2021 en el que reconoce que continúan las afectaciones en la vida de las mujeres y las niñas.
Las brechas de género se acrecentaron. Millones de empleos se perdieron. La inseguridad económica de las mujeres y sus hogares se profundizó. La violencia de género incrementó.
Las mujeres tenemos que batallar contra diversos flagelos, que jamás van a cambiar, aunque los funcionarios y políticos hablen y se llenen la boca de términos como igualdad y paridad.
Y si, tenemos miedo, por supuesto que tenemos miedo, pero nada nos detiene.
Ahí vamos, andando, buscando la justicia que una madre, una hermana, una hija, una amiga, no han encontrado.
México será otro, el día que las autoridades sean eficientes a la hora de hacer justicia y que a las mujeres no nos maten por el simple hecho de ser mujeres.
Quisiera creer que no estamos solas, aunque en los hechos parezca lo contrario.