Por. Saraí Aguilar
La senadora Lilly Téllez y el diputado Gerardo Fernández Noroña se enfrascaron en una polémica luego de que la panista, durante una discusión parlamentaria, lo llamara varias veces con el apodo de “Changoleón”, lo cual ofendió al petista y a un gran número de sus seguidores.
Para entender el contexto, Samuel González Quiroz, mejor conocido como “Changoleón”, fue un indigente con problemas de alcoholismo y figura de un desparecido programa de televisión.
Y entre los porristas de la senadora y los seguidores del legislador se ignoró el problema de fondo: la profunda estigmatización de la pobreza en el máximo circuito político del país por parte de dos bandos opuestos.
Así lo demostró la panista al utilizar el mote como un insulto. Y también el petista porque fue evidente que se sintió ofendido, por más que en sus palabras hubiera querido distanciarse de ese uso llamando “clasista” y “racista” a la exintegrante de Morena.
Y más allá de una anécdota que sólo alimenta el circo político-mediático, la pobreza queda no solo como una realidad palpable, sino en aumento.
De acuerdo con el doctor Carlos Urzúa, notable académico y exsecretario de Hacienda, se dice que una persona vive en una situación de pobreza extrema por ingreso, que vive en la indigencia, si no logra comprar la canasta alimentaria básica. Y si revisamos el último estimado del Coneval, el porcentaje de mexicanos que sufren pobreza extrema creció de 14% en 2018 a 17.2% en 2020. Esto es, el número de indigentes creció en dos años de 17.3 a 21.9 millones. En el caso de la línea más amplia de pobreza por ingreso, que incluye también una canasta no alimentaria, el porcentaje de pobres creció en los dos años de 49.9% a 52.8% de la población.
Precisamente las mujeres, quienes deberían ser representadas por la senadora, y los adultos mayores, el grupo al cual el mismo diputado se adscribió, son dos de los sectores más vulnerables por la pobreza y propensos a terminar en situación de calle.
Esta situación nos lleva a plantearnos no quién es buen gallo en el debate sino el estigma que prevalece en torno a la pobreza, el cual “se conforma por experiencias, las percepciones y las imágenes de lugar donde se relaciona la pobreza y por concepciones que tienden a culpar a los pobres de su situación”. Esto, sin contar que a la pobreza, al ser multifactorial, se le asocia con la violencia, la deserción escolar y otros flagelos. No se niega la correlación de estos factores, pero solo sirve para perpetuar el estigma social.
Ambos legisladores tienen seguidores opuestos. Los de la primera se identifican con el PAN o con la llamada agenda neoliberal, por lo que no es sorpresa que recurriera a un sobrenombre clasista. Pero los del segundo, provienen en teoría de un sector que se identifica con la agenda de la reivindicación social.
Esto nos hace pensar: entonces, ¿quién realmente ve por los pobres? Quizá sólo confirmamos que sólo sirven de bandera electoral, que el abrazo de la viejita en la calle, del niño en los cruceros, solo sirven para generar tráfico en las redes sociales durante el periodo electoral. Y del slogan presidencial de “por el bien de todos, primeros los pobres” … será por el bien de todos los que les sacan jugo.