Por. Adriana Luna
La sencillez en los trazos, una noticia, la crítica en ocasiones mordaz y visionaria, logra una conexión entre la imagen y la mente del lector, cuando el dibujo es inteligente mueve a la reflexión entre risas. Lograrlo, cuesta lágrimas de sangre a los caricaturistas. Ellos reciben amenazas y toneladas de comentarios ácidos de los señalados y de sus compinches. Irónicamente, los aplausos ensordecedores o los comentarios crueles y las amenazas suelen ser el radar del éxito para un monero.
Juan Alarcón comprendió que un dibujo inocente puede desencadenar acciones inesperadas del público. Una vez tuvo que huir de un vagón del metro cuando dibujaba a una persona. Pensaron que era una burla y en segundos, no solo era una persona sino un grupo enardecido, así que tuvo que escapar corriendo antes de ser linchado.
El dibujante nació en el taller de herrería de su padre. Ahí quedaron sus primeros trazos entre la suciedad y el hollín. Ese sitio era un campo de cultivo para su creatividad infantil. Después su inspiración encontró más tierra fértil en la escuela, con sus compañeros de clase: ‘El Piojo’, ‘El Negro’, ‘El Chore’. No los dibujaba, los volvía personajes e inventaba aventuras e historietas donde ellos eran los protagonistas.
Al inicio de su carrera Juan Alarcón aprendió de José Luis Cuevas, Edgar Clement, Quino y Abel Quezada. Hoy tiene más de 30 años haciendo caricaturas y murales que transmiten la historia de México, la política y el periodismo.
Este caricaturista tiene su estilo propio basado en la sencillez. En ocasiones tarda días para plasmar sus ideas y reflexiones sobre la noticia nacional. Se ha vuelto un genio para lograr trazos simples, pero que requieren paciencia, valentía, pasión y hasta sufrimiento.
Él considera que cada cartón se vuelve un parto doloroso, pero al mismo tiempo una fuente de inspiración porque solo el humor puede trascender y dejar huella en un país donde ejercer el periodismo y expresar ideas puede volverse un peligro mortal.
Para tener éxito como caricaturista se requiere pasión, pero también talento y habilidades no solo con la mano sino también con crítica ruda, conocimientos de historia y sociología, aunado a humanismo y empatía.
Alarcón lo sabe porque para convertirse en un referente de la caricatura nacional tuvo que prepararse profesionalmente con estudios sobre arte, la historia de México, sociología, formas de reflexión y ejercicios mentales para desmenuzar la noticia del día y volverla un lenguaje sin palabras. Es decir, ¡una imagen que trascienda el tiempo!
Muchas veces sus reflexiones, además de arrancar una sonrisa en el lector son futuristas y mueven conciencias. Para ejercer su libertad de expresar ideas se requiere valentía en un México polarizado y peligroso. Alarcón sabe que el bullying que recibe con frecuencia, con millares de trolls, significa que su caricatura editorial pateó el avispero.
