Por. Bárbara Lejtik
El miércoles 6 de abril, alrededor de las 5:00 pm su mamá la mandó a la papelería, ella estaba atendiendo a unos clientes en el negocio familiar y la papelería estaba solo a unas cuantas casas, además todavía había luz y los vecinos las conocían.
Victoria Guadalupe vivía en El Marqués, Querétaro, tenia seis años y su madre nunca pensó que hubiese algún peligro en que caminara sola unos cuantos metros.
Pero Victoria Guadalupe no regresó, la buscaron por todos lados, se activó la Alerta Amber, revisaron cajones de estacionamiento, predios vacíos, alcantarillas, puntos ciegos.
La niña apareció dos días después cubierta por plásticos, con signos de estrangulamiento y sí, de violación.
Tenía seis años, no estaba vestida de forma provocativa, no iba saliendo tomada de un antro, no estaba coqueteando con el agresor y luego se arrepintió. No, Victoria Guadalupe era solo una niña que necesitaba material para continuar haciendo su tarea y que no pudo ser acompañada por su madre, quien estaba trabajando para sostener la economía familiar.
Sebastián N, de 26 años, presunto violador y homicida de Victoria Guadalupe, sin aparentes antecedentes legales y quien no tenía lazo alguno con la familia, la vio pasar, en ese preciso momento decidió que podía privarla de su libertad y que también por ser niña y por estar sola la podía violar, seguramente al darse cuenta de lo que había hecho o porque la niña se resistía, la estranguló y después la botó en la calle.
Una historia como tantas, como miles, en este país y gran parte del mundo
La violencia sexual no es un problema particular de México ni de estos tiempos, el violador es un individuo al que aún no hemos podido descifrar ni mucho menos entender para poder controlar.
Sebastián N, tiene 26 años, hace poco era aún un adolescente y poco antes un niño, Sebastián es hijo, hermano, miembro de alguna comunidad. Desconocemos su pasado, desconocemos si él también fue víctima en su momento de una agresión sexual, si sufrió violencia intrafamiliar o si por el contrario tuvo una infancia normal.
No sabemos y no podemos ni siquiera imaginar por qué Sebastián tuvo en segundos el impulso de capturar a una niña, violarla y matarla.
¿Qué pasa en la mente de hombres como Sebastián cuando perpetran este tipo de actos?
¿Padecen los violadores algún trastorno mental en particular?
¿Estaban predispuestos a cometer un acto así?
¿Lo habían hecho antes y lo volverían a hacer?
¿Qué siente un violador cuando ve el miedo y la impotencia de su víctima?
¿Por qué esto le parece excitante y lo empodera para seguir lastimando a una persona inocente, a una mujer, a una niña o a un niño que solo pasó cerca de él?
En el caso de los violadores callejeros que son ajenos al sistema familiar o a los conocidos por sus víctimas; no son muy distintas las razones que obedece el tío, el maestro, el amigo de la familia para aprovechar la confianza depositada en ellos y sentirse con deber de abusar sexualmente de alguien.
¿Verdaderamente alguna vez se ha detenido la sociedad a analizar a fondo la problemática? Creo que no, hemos decidido aceptar que los violadores son enfermos mentales que cometen actos abominables y nos limitamos a juzgarlos y castigarlos o solicitar que se les castigue con todo el peso de la ley y sin miramientos de ningún tipo.
Los comparamos con animales, demostrando así lo poco que entendemos de la naturaleza y lo superiores que nos seguimos sintiendo con respecto a los demás seres que habitan el planeta. Los llamamos enfermos porque no nos atrevemos a explorar a fondo la problemática, los encerramos en cárceles creyendo que aislándolos se acaba el problema y no queremos reconocer, que en otra casa, ahora mismo se está gestando en su niñez un futuro potencial violador.
Los violadores no son enfermos, son violadores, son personas que por determinadas experiencias crecieron pensando que podían y debían dominar y subyugar a las mujeres o niños por medio de la penetración genital, que disfrutan y se sienten con derecho de hacer tocamientos y obligar a sus víctimas a satisfacerlos sexualmente de la forma que ellos convengan, justificando sus actos con respuestas como: “Ella lo provocó”, “le gustó”, etc…
El violador se siente erotizado por el poder que le otorga el control aunque sea a través de la violencia y el miedo, y si bien no se puede asegurar que sean todos, la gran mayoría de hombres y mujeres que disfrutan ejerciendo violencia sobre criaturas más débiles físicamente que ellos, fueron también víctimas de violencia en su niñez, estuvieron expuestos a un erotismo temprano y por lo general crecieron en un ambiente violento indistintamente del nivel socioeconómico o el grado de estudios que pudieran tener su familia, porque ya está demostrado que el violador no tiene que ser una persona ignorante, analfabeta ni de bajos recursos económicos. Por el contrario, conocemos todos casos terribles de pederastas con alto grado de estudios y que siempre gozaron de un reconocimiento social.
Perdón Victoria Guadalupe, perdón te pedimos una sociedad que no te supo cuidar, que no ha sabido cuidar a nuestros niños, que hemos permitido que esto suceda, que esta cadena de abusos y crímenes sea parte de nuestra historia cotidiana, que no nos hemos atrevido a enfrentar y que por cobardes nos hemos limitado a señalar como ajenos a nosotros.
¿Hasta cuándo vamos a salir a las calles a exigir respeto y justicia?
¿Hasta cuándo separaremos a los que consideramos la escoria sin darnos cuenta que cada día se gestan nuevos violadores en cada casa?
¿Cuánto tiempo seguiremos ignorando que somos todos y no los políticos, no los gobiernos ni estatales ni federales los responsables de una sociedad rota y podrida?
No es un tema de repartir culpas, de exigir justicia, de otorgar castigos, es un tema de trabajar en entender a fondo el porqué los seres humanos resultamos ser nuestros únicos y más violentos depredadores.
Textos de consulta:
Los científicos buscan entender las razones de un violador. Heather Murphy. New York Times
¿Qué es la maldad para los psicólogos sociales? Universidad de Salamanca
Datos y cifras. Amnistía internacional
Violas, frontera del erotismo masculino. Sotomayor Peterson. Scielo México.